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Alfarería utilitaria, un oficio familiar



Domingo 05 de Marzo de 2017 9:58 am

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Sara Delgado encabeza el negocio familiar de alfarería, ubicado en El Tívoli, de esta ciudad.


PARA la familia Delgado, la alfarería se ha convertido no sólo en el sostén económico de la gran mayoría de sus integrantes, sino en una forma de estar unidos y trascender a través del oficio de la fabricación de piezas de barro utilitarias, que llegan a muchos de los hogares colimenses y de la región.

Desde la colonia El Tívoli, de la ciudad de Colima, esta familia hará llegar a muchos hogares piezas de barro para preparar comida, tomar café y, por qué no, esperar a ser quebradas al interior de una piñata. Para la familia Delgado, este oficio sirve para mantener viva una herencia de sus padres, de quienes aprendieron el valor del trabajo.

“En total, somos 10 hermanos, pero ahorita sólo cuatro mujeres y un hombre nos dedicamos a esto. Es algo que nuestros padres nos enseñaron desde chicos y que, hasta la fecha, hacemos, porque nos ha permitido salir adelante, pero más allá de eso… porque nos gusta”, platica la señora María Luisa Rodríguez, quien, justo en el momento de la charla con Diario de Colima, da forma a lo que será una cazuela para cocinar.

 

68 AÑOS DE TRADICIÓN

La historia de este negocio y taller artesanal, reconocido así por el Fondo Nacional de Artes Populares y la Secretaría de Cultura, data de 1949, cuando Antonio Delgado Saucedo y Aurora Ramírez comenzaron a crear las primeras piezas que se vendían en mercados locales.

Fue tiempo después, en su niñez, cuando María Luisa y sus hermanas pudieron aprender, jugando, cómo es que se elaboran las piezas de barro que, entonces, era trabajo prohibido para ellas, porque terminaban rompiendo lo que sus papás hacían.

“Desde chicas comenzamos a aprender cómo se hacía todo esto. Aquí crecimos, y hoy tenemos a cargo esta responsabilidad que nos da gusto seguir manteniendo”, comentó María Luisa, quien es la encargada de esta tradición que comparte con sus hermanas y un hermano.

“Crecimos y fue cuando mi padre nos enseñó la alfarería. Él nos decía que no nos podía dar mucho, pero sí nos podía enseñar a trabajar”; hoy, para ellos, el taller se ha convertido en un banco, siendo esta la herencia de su padre.

Como artesanos, este trabajo les ha hecho merecedores de diferentes reconocimientos a nivel estatal y nacional, por ser una de las pocas empresas familiares que logró la preservación de las artes populares a nivel nacional, consolidando una historia de casi 70 años, y los únicos que se dedican a abastecer de material utilitario de barro a la entidad.

 

PIEZAS LIMPIAS Y SEGURAS

Uno de los retos que tuvo que enfrentar la familia Delgado fue en 2006, cuando a nivel nacional se prohibió el uso de plomo para el recubrimiento del barro.

“Estuvimos a punto de cerrar. En ese tiempo, todo lo que habíamos fabricado nos lo tiraron, porque representaba un riesgo para la salud, por el manejo de la greta para darle el brillo al barro”, comentó con nostalgia María Luisa, quien pensó en ese tiempo que las oportunidades se acabarían para este oficio artesanal.

“Fue una medida que nos sorprendió, y se hizo mucho problema para trabajar para la creación de piezas utilitarias, pero era en ese tiempo la única manera de trabajar, porque no teníamos otra forma de hacerlo”, dijo.

Sin embargo, de manera institucional, la familia Delgado pudo obtener un reconocimiento nacional por su trabajo, y de ahí pudieron aprender nuevas técnicas y conseguir herramientas para trabajar.

“Nosotros, con la greta en los hornos usábamos temperaturas de 800 grados centígrados; para utilizar el vidrio teníamos que llegar a los mil grados de temperatura, la única manera era invirtiendo con hornos industriales, que los pudimos adquirir con los premios que obtuvimos”, comentó.

Sara Delgado relata que el manejo de vidrio les ha hecho posible seguir avanzado en la industria artesanal, con mejores resultados.

“La gente no nos quería comprar, pero después, cuando pudimos certificar que estábamos dentro de la norma de salud, el manejo en hornos nos ha facilitado el trabajo”, comentó, al referir que mientras que antes perdían hasta la mitad de lo que elaboraban, ahora es posible ser más eficientes.

 

REGATEO, LA CONSTANTE

En la actualidad, la familia Delgado continúa abasteciendo a mercados locales, como el Constitución, pero también venden fuera de Colima. Hasta el momento, dicen, su trabajo, que se elabora totalmente a mano, se ha mantenido en el gusto de la población, que prefiere cocinar en barro.

“Nos gusta que la gente siga prefiriendo el barro para cocinar. Sí es cierto que da otro sabor, las carnes son más blandas que si se cocinara en pielcro o en acero, es una tradición de las familias hacerlo”, comenta María Luisa.

Sin embargo, uno de los retos que han tenido que afrontar es el constante coyotaje y regateo de su trabajo, frente a otro tipo de productos del mercado.

“Aquí, a nuestra casa vienen y nos quieren regatear siempre. Una cazuela para un kilo de carne tiene un valor de 80 a 90 pesos; quienes vienen, buscan precios más bajos, pero hemos aprendido a no regalar nuestro trabajo, porque para que una cazuela salga, se necesitan al menos 4 días de trabajo”, señaló.

“Es triste ver que aquí vienen y nos quieren pedir más barato, pero en los centros comerciales, en las tiendas de autoservicio, se compra a como les den. No se valora el trabajo que hacen los artesanos, por eso, muchos que antes lo hacían, han decido dejar estos oficios, y ya hay muy pocos”, dijo María Luisa Delgado, quien expresó que después de ella y sus hermanas, en la familia no hay más alfareros.

 

AMOR POR EL TRABAJO

Cada día, la familia Delgado produce alrededor de 20 piezas, todas ellas, hasta el momento, tienen un destino de venta, pero la competencia ha sido cada vez mayor, y aunque los tiempos no son como antes, se mantiene la necesidad de estas piezas.

“Ojalá existieran más artesanos en Colima. Nosotros queremos enseñar a más gente a que nos ayude a trabajar, porque es bonito mantener estos oficios que forman parte de nuestro día a día”, sostuvo María Luisa.

En el taller de alfarería Delgado se trabaja desde las 7 de la mañana hasta las 8 de la noche, todos los días, más cuando existen pedidos que cumplir; ahí han aprendido que todo lo que se hace hay que sentirlo.

“No me imagino haciendo otra cosa, sin el olor del barro, sin estar aquí sintiéndolo. Se convierte en parte de uno, y lo mejor es que lo podemos hacer juntos en familia”, dice Sara al momento en que cubre de vidrio las piezas que después de ser sometidas al fuego quedarán brillantes.

El proceso se inicia con la limpieza del barro, se limpia de basura, piedras, residuos que pudieran impedir su manipulación. Posterior a ello, se muele hasta quedar como un talco fino, para que sea posible su conservación y utilización.

Una vez que se tiene el polvo de barro, éste se mezcla con agua, para convertirlo en una masa maleable, de la cual se tiene que aprender la textura para su manejo.

“Después, nos los traemos a los bancos, que son bolsas con masa, para comenzar a trabajar en las bases o el terminado, según lo que se quiera hacer. Una vez que está la cazuela, hay que esperar para dar los detalles, como las orejas, o la forma”, explica María Luisa Delgado

Luego se deben dejar pasar 3 días para decorarlas, bañarlas de vidrio, quemarlas y solidificarlas, para que se vean brillosas y listas para su limpieza y comercialización.

“No es un trabajo sencillo, es muy laborioso hacerlo y lleva su tiempo, por eso es importante que cuando se vean productos artesanales, se valore todo el esfuerzo que hay detrás”, concluyó María Luisa, satisfecha por lo que hace, y esperando, en un par de años, celebrar los 70 años de historia de este taller de alfarería colimense, que se encuentra en la calle Francisco Cortés, en la colonia El Tívoli.

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Carlos Alberto PÉREZ AGUILAR



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