Ciencia nuestra de cada día
ALFREDO ARANDA FERNÁNDEZ*
Desconfianza
Domingo 08 de Julio de 2018 8:31 am
PARECIERA que la experticia es algo
negativo. Al preguntar sobre algo, uno esperaría una respuesta con veracidad.
Por alguna razón, a veces, si la respuesta viene de una persona experta, como
que no nos gusta. Cuántas veces no se escucha que le pregunten a alguien que se
dedica a la biotecnología algo como: “¿Son malos (para la salud) los
transgénicos?”. “No, para nada”, responde. “¿Y cómo sabes? Yo leí que hay
muchos estudios que dicen que hacen mucho daño; es más, vi un video donde un
científico dice que sí”. Otro inicio de conversación muy común, que involucra
un tema que pudiera ser controversial: “Bueno, como andas en eso de la ciencia,
ya sé que vas a decir que no es posible, pero a mí me consta que sí funciona…”. El hecho de que quien contestó sobre los
transgénicos o a quien le están comentando las ideas equivocadas haya pasado
tiempo preparándose, aprendiendo, especializándose en un área que precisamente
tiene que ver con la pregunta y el tema, que sea una persona que ha dedicado
buena parte de su vida precisamente a tratar de entender e incrementar nuestro
conocimiento en esas áreas, parece no ser suficiente para contrarrestar una
idea formada por lecturas poco técnicas y creencias de quienes preguntaron. Ni
siquiera cuenta en la discusión que, a veces, en muchas ocasiones, quien
pregunta no terminó la prepa (o si la terminó, nadie sabe exactamente por qué
ni cómo) y considera que todas las opiniones cuentan. Perdón, no sólo cuentan,
sino que ¡cuentan lo mismo! Es bien sabido, y hasta me resulta
cansado el repetirlo, pero no olvidemos que todas las personas debemos tener el
derecho a pensar y opinar lo que deseemos, pero que eso no implica que nuestras
ideas y expresiones tengan sentido ni que no puedan ser criticadas. Las ideas
no tienen por qué ser respetadas, sobre todo si sabemos y podemos sustentar con
evidencia que están equivocadas. Ninguna persona está –ni debe ser– forzada a
aceptar ninguna idea, independientemente de que yo tenga el derecho de
expresarla. Las ideas deben ser analizadas, criticadas, contrastadas y
matizadas. Cada quien decidirá con qué se queda. Lo interesante es que cuando
estudiamos y nos preparamos un poco, se esperaría que aprendiésemos a explotar
nuestra capacidad de análisis para que así, poco a poco, lográramos ir aceptando
aquellas ideas que tienen sustento y desarrolláramos la habilidad de ir
“soltando” aquellas que no. También, ya que no podemos saber todo, ni podemos
volvernos expertos en todo, cuando nuestras dudas e inquietudes recaen en áreas
que no dominamos, y queremos tener un poco de idea, se esperaría que al
preguntar y recibir información, si esta viene de una persona experta, uno le
daría un poco más de peso, que si no. No se trata de que un experto siempre
tenga la razón, se trata, simplemente, de que sabe más que yo. En realidad el problema no es creerle
o no a una persona experta. El problema consiste más bien en recibir una
respuesta que vaya en contra o sea diferente a nuestra pre-concepción. Ahí está
el asunto. Es difícil ver que nos equivocamos, y más si ya hemos manifestado
nuestra idea antes. Como que nos veremos “mal”. Hay muchas razones por las cuales
nuestra sociedad desconfía de la ciencia y de las personas que nos dedicamos a
ella. No hay una receta para poder cambiar eso, y se necesitan muchas estrategias
diferentes que se adapten a situaciones muy diversas y además cambiantes. Sin
embargo, uno de los ingredientes presente en cualquier estrategia es la
educación formal, la cual debemos brindar a todas las personas. Recordemos que
una sociedad desinformada, con una paupérrima capacidad de pensamiento crítico
y una cultura de rechazo al conocimiento, es una sociedad vulnerable y
destinada a la manipulación y el subdesarrollo. *Coordinador General de Investigación
Científica de la Universidad de Colima #HablemosDeCiencia: http://fefino.com twitter: @alfredoaranda
facebook: Fefo Aranda