Indicador Político
CARLOS RAMÍREZ
México: ni populismo ni izquierda, sólo caudillismo
Domingo 08 de Julio de 2018 8:29 am
LO primero que hay que aclarar del
resultado electoral en México sobre la elección para Presidente de la República
para el periodo 2018-2024 es su caracterización: ni es populista ni es de
izquierda. Hasta ahora, se trata de un modelo de caudillismo personal con un
partido-torre de Babel y cuando menos dos metas específicas: programas
asistencialistas y lucha contra la corrupción. El proyecto político de López Obrador
y su partido Morena es un desprendimiento político del PRI ocurrido en 1987 y
1988, cuando Cuauhtémoc Cárdenas quiso modificar la estructura de poder del
PRI, que le daba al Presidente de la República la facultad metaconstitucional
de designar a su sucesor en la Presidencia y exigir que el candidato surgiera
de una votación interna. Como escenario de esa lucha de Cárdenas, estaba el
hecho de que en 1988 el grupo tecnócrata de neoliberales de Salinas de Gortari
se jugaba la continuidad en el poder. Como se supuso entonces, Cárdenas fue
derrotado, se salió del PRI, compitió como candidato de un frente democrático,
le reconocieron 31 por ciento de los votos y Salinas ganó con 50.3 por ciento.
Los priistas populistas abandonaron el PRI y fundaron el Partido de la
Revolución Democrática con el registro del Partido Comunista Mexicano. En 1988,
López Obrador también salió del PRI y participó en el PRD hasta 2014 en que
fundó su propio partido, Morena. El PRD y Morena, por tanto, no
redefinieron una propuesta ideológica; se quedaron con la que el PRI desechó en
tiempos de Salinas: el llamado “nacionalismo-revolucionario”, en realidad, eso
sí, una variante menor del populismo. El PRI nació de la voluntad del
presidente Plutarco Elías Calles en 1928, a raíz del asesinato del presidente
electo Álvaro Obregón, el último caudillo revolucionario. Ese partido, hoy
conocido como PRI, convirtió la Revolución Mexicana 1910-1917 en su programa
ideológico. Desde su origen, siempre hubo problemas para una caracterización
ideológica de la RM: revolución social, revuelta democratizadora, revolución anti
feudal, revolución democrático-burguesa. En 1972, el politólogo Arnaldo Córdova
la definió simple y sencillamente como “populista”. Por razones de comodidad intelectual,
se ha asumido a Cárdenas y a López Obrador como representantes de una propuesta
de izquierda, pero del concepto de izquierda que tiene un componente
minoritario de socialismo, comunismo, marxismo, lucha de clases. Al sector del
nacionalismo-revolucionario del PRI se le colocó a la izquierda dentro del PRI;
había muchos marxistas, comunistas y socialistas dentro del PRI, pero aceptando
que México nunca sería socialista. Por eso debe aclararse que López
Obrador y su partido Morena no son de izquierda ideológica; si acaso, se les
puede ubicar dentro del neopopulismo. El populismo mexicano ha sido la esencia
de los gobiernos desde 1929, con inclinaciones hacia las clases populares y
también beneficiando a las clases explotadoras, populismos progresistas y
populismos conservadores. El neoliberalismo mexicano 1982-2018, ha logrado
cierta estabilidad de clases con programas asistencialistas que han sacado al 2
por ciento de la población de sus condiciones de pobreza, pero manteniendo la
estructura de desigualdad en la distribución de la riqueza. Las dos banderas de López Obrador son
asistencialistas: programas para los más pobres y lucha contra la corrupción.
Inclusive, en sus últimos discursos, López Obrador reveló una incomprensión
total de las ideologías y de las relaciones de producción; afirmó que “la
corrupción es la causa principal de la desigualdad social y económica y de la
violencia”. En realidad, la desigualdad social y económica es producto del
sistema capitalista de producción y del Estado como guardián de la acumulación
privada de la riqueza social; y la violencia es consecuencia de la incapacidad
del Estado para defender a la sociedad. Los medios internacionales de
comunicación han saludado la victoria electoral de López Obrador como de “la
izquierda”. Y lo peor es que López Obrador mantiene un conjunto de ideas –que
no asumen la categoría de ideología– que más bien lo colocan en un espacio
político de centro-progresismo; y como ya prometió respetar la estabilidad
macroeconómica neoliberal, entonces pudiera localizarse en el sector
progresista de la derecha económica. El populismo se entiende como un
gobierno a favor de las clases populares; y puede ser responsable si mantiene
la condicionalidad de los equilibrios macroeconómicos o irresponsable si
dispara el gasto sin ingresos y lleva a la economía a la debacle. El escenario
venezolano de Chávez-Maduro lo padeció México al final de los periodos
populistas de Echeverría (198790-1976) y López Portillo (1976-1982): gasto sin
control, déficit presupuestal de dos dígitos, devaluaciones crónicas y desplome
del PIB. La mayoría presidencial, legislativa y
regional le alcanzará a López Obrador para decidir el rumbo económico
populista, pero no para encarar la crisis económica que le acotaría resultados.
Lo malo es que en su definición de opciones no aparece la gran reforma de
modelo de desarrollo para reconstruir la planta productiva sobre bases más
sanas. La inflación en México se controla (doctrina del FMI) del lado de la
demanda: bajos salarios, PIB debajo de 2.5 por ciento y recorte de gasto
social. En suma, López Obrador no es una
propuesta de izquierda; si acaso, sería la victoria tardada del grupo que en
1987 quería que el PRI regresara a sus orígenes populares. López Obrador, así,
representa el regreso del viejo PRI, del ancien régime, del gobierno para el
pueblo, del populismo caudillista, de la izquierda priista que pudiera
significar cualquier cosa, menos lo que debe proponer toda izquierda: el
socialismo. indicadorpoliticomx@gmail.com
@carlosramirezh