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¿Barco encallado?



DENISE DRESSER


Lunes 09 de Julio de 2018 8:14 am


LA cita de Antoine de Saint-Exupéry lo dice todo: “Si quieres construir un barco, no le pidas a los hombres que recojan la madera y dividan las labores mientras les das órdenes. Más bien enséñales a añorar el vasto e infinito mar”. Eso hacen los líderes. Eso hacen los estadistas. Eso hacen los verdaderos transformadores. Miran más allá de su Presidencia, de su clan, de su tribu, de su partido, de su sexenio. Piensan en el legado que dejarán, en las nuevas rutas por las cuales navegarán. No usan el poder para apuntalarse; crean instituciones para vigilarse. No temen a los contrapesos; incentivan su creación. Tienen la confianza en sí mismos como para escuchar, dialogar, mirar de nuevo el compás y dar un golpe de timón, si eso es necesario. Eso esperaríamos de alguien que gana con 53.1 por ciento de la votación y 30 millones de sufragios. Eso ansiaríamos de AMLO. Lo grande, lo magnífico. No el lago de Chapala, sino un amplio y extenso mar.

Un océano de posibilidad como el que crearía el Presidente electo si apoyara la transformación profunda de la PGR. Si creyera en la autonomía y profesionalización de una Fiscalía General en ciernes; si impulsara la reforma al 102 constitucional, para lograr algo que México nunca ha tenido: un aparato de procuración de justicia no basado en la cercanía al Presidente, sino en su independencia de él. Un método de selección diseñado no para acercar a los amigos, sino para empoderar a los mejores. Una remodelación de la Procuraduría y un nuevo mecanismo de designación de su titular. Cambios a la cabeza y al cuerpo.

Pero AMLO, el futuro capitán del barco –al parecer–, no quiere modificar de manera sustantiva el perfil o los códigos de conducta de la tripulación. Prefiere que el nuevo Fiscal General sea cercano a que sea competente; prefiere que sea nombrado por él, a que sea auscultado por otros. Insiste en que la sociedad civil está intentando sabotearlo, la mafia en el poder está buscando acorralarlo, el colectivo #FiscalíaQueSirva está tratando de engañarlo. En el fondo, teme que si permite un Fiscal autónomo al frente de una Fiscalía fuerte, correrá la misma suerte que Lula. Tiene miedo a un motín a bordo. Y por ello rechaza lo que probablemente podría ser el cambio más profundo que podría llevar a cabo como Presidente. Una justicia despolitizada, departidizada, al margen de las presiones y las pulsiones del Ejecutivo sí sería una cuarta transformación. Transitar de la cuatitud a la institucionalización; de los privilegios para algunos al rasero unívoco para todos.

Y ese ha sido el objetivo buscado por el colectivo #FiscalíaQueSirva desde su gestación, en septiembre de 2016. No está conformado por enemigos de AMLO, sino por amigos de un piso parejo; no busca imponer, sino convencer. Más de 300 organizaciones y personas han convocado a expertos de distintas latitudes, cabildeado en el Congreso, organizado una multiplicidad de foros, estudiado las mejores prácticas a nivel internacional, con la intención de emularlas en México. Su insistencia en cambiar la forma en la cual se elige al Fiscal y cuáles son las bases que debería regir a la nueva Fiscalía no equivale a una “fetichización”, a una obsesión o a una imposición. Detrás de sus propuestas hay muchas horas de trabajo serio, de análisis comparativo, de activismo de buena fe. Hombres y mujeres verticales ahí, pensando, impulsando, consensuando para esta causa, como lo han hecho con muchas antes. Una agrupación progresista y plural, negociadora y horizontal, ahora injustamente descalificada por un Presidente electo que desconfía de ciertas organizaciones de la sociedad civil y coloca a todas en el mismo saco, que después tira por la borda.

Ojalá AMLO y su equipo reconsideraran; ojalá comprendieran que no basta con nombrar hombres buenos, también hay que cambiar reglas malas. No basta con decir que se combatirá la corrupción si no se diseñan mejores trapeadores para limpiar la suciedad que se ha acumulado a bordo. No basta un comandante probo; necesita nuevos mástiles y nuevas velas provistas por una Fiscalía que funcione para el país y no sólo para él. Si lo único que quiere un capitán es conservar su barco, lo dejará en puerto. Y AMLO no debería quedarse encallado en la misma nave de siempre, de la mano de sus cuates de siempre. Quienes cifraron sus esperanzas en una expedición distinta, esperan que zarpe a altamar.