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En solfa



HÉCTOR SÁNCHEZ DE LA MADRID

¿Hubo arreglo entre Enrique y Andrés Manuel?


Miércoles 11 de Julio de 2018 8:23 am


La respuesta está

soplando en el viento.

Bob Dylan

 

COMO lo esperaba y anticipé semanas antes de la elección presidencial del 1 de julio, radicales lopezobradoristas comenzaron a verter su sed de venganza contra quienes apoyaron a los adversarios del candidato ganador, incapaces de comprender la democracia en la que se gana y se pierde, así como el que no hay victorias ni derrotas para siempre.

En sus mentes obtusas y amargadas, esos pejezombies no entendieron, no captaron, los mensajes repetidos en tres ocasiones la noche del domingo electoral y los primeros minutos del día siguiente en los que Andrés Manuel llamó a la civilidad, al respeto a las autoridades, reconociendo al presidente Enrique Peña Nieto su imparcialidad en el proceso presidencial.

Hay que saber ganar como saber perder. En el triunfo y en el fracaso se manifiesta el comportamiento personal, la calidad humana, la grandeza, la ruindad intrínseca, la bajeza de cada quien. Desde la cima o desde el suelo se revela la nobleza de quien se alzó con la victoria y el temple de quien le tocó caer vencido. Ni escarnio del vencedor ni odio del perdedor.

Mi reflexión es que la inmensa mayoría de electores castigó con su voto a Peña Nieto, no le perdonó el escándalo de la Casa Blanca ni la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, entre otras pifias, como tampoco la pléyade de gobernadores priistas que se enriquecieron brutalmente durante sus mandatos con la complacencia del Gabinete Presidencial que lo permitió.

Sin embargo, también creo que hubo un relajamiento de las huestes tricolores, en el gobierno y el partido oficial, ordenado desde Los Pinos para facilitar la debacle, tal y como sucedió el 1 de julio. Una prueba es la falta de contención a la campaña de desprestigio que por 4 años arremetió López Obrador contra la figura presidencial y la administración federal, así como del PRI mismo.

Otra más fue la falta de organización efectiva y deficiente movilización el día de la elección, contrarias a las que desarrollaron en los comicios anteriores. Siempre hubo una apatía, un desgano de los directivos nacionales y locales, al igual que carencia de acercamiento y entendimiento entre ellos. Se percibía un desánimo extraño, parecido al del proceso de 2000.

La nominación tardía de José Antonio Meade Kuribreña como candidato del PRI-PVEM-Panal a la Presidencia de la República, si bien acertada por sus características inigualables, no supieron o no quisieron construirlo como postulante, prepararlo políticamente para la campaña, como tampoco integrarlo a las filas tricolores para que lo asimilaran como suyo y lo apoyaran.

El discurso de campaña de Meade siempre frío, técnico, desangelado, alejado del entorno de la crítica feroz, del linchamiento a Enrique Peña y al PRI que los demás candidatos empleaban, así como muchos periodistas y pueblo en general. Para colmo, pudo contestar algunos señalamientos y no lo hizo, como explicar los “gasolinazos” o ponderar la producción creciente en el campo.

La persecución mediática de la Procuraduría General de la República al candidato del PAN-PRD-MC, Ricardo Anaya Cortés, enrareció el entorno electoral y abortó la posibilidad de un entendimiento que facilitara la alianza de las dos coaliciones para apoyar a uno de los postulantes, Ricardo o José Antonio, que pudiera enfrentarse a Andrés Manuel con probabilidades reales de ganarle.

Así que, en resumidas cuentas, todo lo hicieron mal los priistas, bueno, en realidad, Peña Nieto, porque los tricolores tienen en su ADN no mover ni un dedo si no lo ordena o autoriza el Presidente de la República en turno, claro, de su partido, lo cual me resulta extremadamente peculiar al tratarse de los políticos más avezados y profesionales en el país, entonces, ¿por qué se comportaron de esa forma?

¿Hubo arreglo entre Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador para entregarle la Presidencia de la República, las Cámaras de Senadores y Diputados, cuatro gubernaturas y la mayoría de los Congresos de los estados, a cambio de impunidad para él y sus principales colaboradores? La respuesta, usted puede deducirla con los elementos que le proporcioné.