Razones
JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ
AMLO y gobernadores: Atracción fatal
Jueves 12 de Julio de 2018 8:56 am
LA geografía
política nacional ha cambiado de forma notable el 1 de julio pasado. No sólo
por la abrumadora votación en favor de López Obrador ni sólo por la mayoría que
tendrá el próximo Presidente, junto con sus aliados en ambas Cámaras, sino
también por el cambio profundo en los estados, con alternancia en muchos de
ellos, pero también porque una mayoría de los Congresos locales estarán
controlados no por los gobernadores en turno, sino por sus oposiciones, sobre
todo de Morena. Y ese fenómeno se extiende a los municipios donde ha habido
también comicios. Un caso
paradigmático es el Estado de México, donde el PRI ganó un solo distrito local,
se quedó con sólo 23 Ayuntamientos, ninguno de importancia, salvo Valle de
Bravo, y el gobernador, Alfredo del Mazo, apenas un año después de haber tomado
posesión, quedará, en muchos sentidos, amarrado por las oposiciones locales y
federales. La relación de
los gobernadores con el Ejecutivo federal no fue sencilla con Vicente Fox ni
con Felipe Calderón, tampoco con Enrique Peña. Incluso se habló de virtuales
virreinatos de muchos gobiernos estatales respecto al Gobierno Federal. Lo que
sucedía con los gobiernos estatales es que la mayoría de los gobernadores no
pertenecían al partido o la corriente del Presidente en turno, y vía el
Congreso, apoyados por sus diputados y senadores en una Legislatura sin
mayoría, tenían un enorme flujo presupuestal de recursos federales del que no
respondían al Gobierno Federal. Incluso medidas tan importantes como los Mandos
Únicos y la reconstrucción de las policías no salieron adelante, pese a la
urgente necesidad manifiesta en casi todos los estados y de buena parte de los
municipios. Ahora, con los
resultados del 1 de julio, ya no será así. El futuro presidente López Obrador
podrá tener, por primera vez desde el año 2000, control político no sólo sobre
el Gobierno Federal, sino también sobre la mayoría de las estructuras
estatales, tanto en forma directa como indirecta, sumado a su propia mayoría
legislativa. En lo primero que
se reflejará esa nueva realidad será en algunas leyes que se enviarán a la
nueva Legislatura en los primeros días de septiembre, para cambiar la
administración pública, resucitando la Secretaría de Seguridad Pública federal
y reduciendo las atribuciones de la Secretaría de Gobernación (haciéndola
eminentemente política), pero dándole también a Hacienda un control casi
absoluto del manejo de los recursos. Eso irá de la mano con la presentación del
nuevo presupuesto que será construido también por especialistas del nuevo
gobierno, acompañados por los funcionarios hacendarios salientes. Con esos dos
instrumentos, se espera comenzar a implementar, incluso desde antes de la
asunción del nuevo gobierno, los planes de seguridad pública (que incluyen los
Mandos Únicos y los nuevos modelos policiales), al tiempo que se retoma el
control presupuestal de los estados. Algunos funcionarios han hablado de hasta
300 mil millones de pesos que se retirarán del control estatal, para dejarlos
en manos federales. Será desde Hacienda donde se establecerán, en acuerdo con
los estados, los proyectos en los que se invertirán la mayoría de los recursos.
La mano, obviamente, la tendrá el Gobierno Federal. Algo similar
intentó hacer en el primer año Luis Videgaray. No tuvo éxito, al contrario, porque
los estados se rebelaron y porque la capacidad de control del Ejecutivo
respecto a sus homólogos locales era limitada. Ahora, esa correlación de
fuerzas parece haber cambiado en forma radical. De todas formas, nadie debería
pensar que esas medidas se podrán tomar sin resistencia de muchos gobernadores,
donde sobre todo los de oposición a Morena, están también preocupados y
ocupados en ver cómo operan para la reconstrucción o salvación de sus propios
partidos. TRUMP Y LA CAPACIDAD DE
DESTRUCCIÓN
Mañana viernes,
encabezada por el secretario de Estado y ex director de la CIA, Mike Pompeo,
llegará a México una muy importante delegación del gobierno estadounidense. Se
reunirán con el presidente Peña Nieto y con su virtual sucesor, López Obrador,
acompañado del futuro canciller, Marcelo Ebrard. No es un momento fácil para
encontrarse con los niveles más altos del trumpismo: el Mandatario
estadounidense está en Bruselas, en la reunión de la OTAN, rompiendo con sus
aliados históricos, sobre todo con Alemania, mientras destila cercanía con la
Rusia de Vladimir Putin (aunque ese gobierno y ese Mandatario estén
investigados por haber intervenido ilícitamente en los comicios
estadounidenses). El martes dio un nuevo giro, que tiende hacia la
generalización, en la guerra comercial con China. Los planes de reunificación
familiar de los migrantes en Estados Unidos están muy lejos de haberse cumplido
en los términos decididos por la justicia. Y en el plano interno, la Casa
Blanca libra una batalla con los demócratas y muchos sectores sociales, por la
propuesta de un Ministro muy conservador en la Suprema Corte, que terminaría de
romper los equilibrios en la misma. Pero parece que al Mandatario
estadounidense le gusta López Obrador, tanto, que lo llama Juan Trump. A ver cuánto
dura el entusiasmo. Con Trump nunca se sabe.