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Pláticas de familia



JULIO IGNACIO MARTÍNEZ DE LA ROSA


Sábado 14 de Julio de 2018 9:02 am


EN mi familia tuvimos largas pláticas acerca de las campañas electorales. Es una práctica común ante eventos importantes. Coincidimos en la urgente madurez del electorado para participar y aceptar los resultados de la votación. Decíamos que aún no vivimos los tiempos de madurez para que la sociedad decida por sí misma. Aún se necesita el bastón de los partidos políticos, el lazarillo político que induzca las voluntades. 

Acudir a un partido significa depender de sus ideas y reconocer que no hay la fortaleza necesaria para que las personas decidan qué hacer por su futuro. La tradición indica que así debe ser, así hemos aprendido y así demostramos nuestra práctica política. Esa gran libertad aún es una meta. 

Mientras llega ese estadio superior de la política, debemos ejercer y poner en práctica ideas y proyectos independientes y muy propios, en beneficio de la sociedad, aunque algunos militantes de partidos lo vean como una amenaza. Desde siempre, nosotros trabajamos para la sociedad y siempre votamos por las personas, aunque sean candidatos de algún partido político nuevo o viejo. No somos partidarios de todo por el todo, la dialéctica nos ha mostrado las diferencias.

Para nosotros, decíamos en la familia, no están a discusión los documentos básicos de los partidos políticos, son un requisito legal y todos son redactados con el mejor estilo posible, tratando de que parezcan el mejor de los discursos políticos y el mejor argumento de vanguardia. En el fondo, todos son iguales. Son como las plataformas electorales, nadie reclama su cumplimiento, ni dentro ni fuera de los partidos políticos.

Un elemental principio biológico, social y político nos dice que no todos los humanos son iguales, aunque se dediquen a la política. Obviamente, hay de todo tipo. Aunque no parezca, aún hay gente de bien, muy poquita, pero sí hay. Quizá en un futuro cercano esa gente de bien ya no tenga que ser candidato de algún partido político, esperamos que sea avalada libremente por la sociedad, que también libremente exprese sus demandas, sin intermediarios tradicionales. Mientras, quizá deban sumarse a alguno para lograr sus metas.

El sectarismo político es una añeja enfermedad de los partidos y grupos, una práctica ordinaria que sólo conduce a profundizar las diferencias y a dividir a la sociedad. El infantilismo político es otra enfermedad que afecta las relaciones sociales, polariza y divide. Ya vimos cómo las redes sociales usadas por falsos emisores intentaban lastimar imágenes de personas y su moral, los provocaban para iniciar pleitos absurdos. Espero que esa soberbia se esfume y no colme paciencias.

Por ese infantilismo y sectarismo la sociedad vivió tensos diálogos, tensas amenazas y agresiones entre personas. Las redes sociales dieron fe de esas absurdas publicaciones a veces agresivas, falsas, provocativas. A fin de cuentas, hay que reconocer que el poder, como siempre, reside en una persona, el poder es unipersonal y no se comparte. Entonces, los pleitos sobran, aunque denoten otras cosas, como las frustraciones personales. Bueno, la gente fue dividida.

¿Qué sigue? En esas pláticas de familia, de amena charla de sobremesa con café de calidad probada, decíamos que ya terminó el martirio publicitario de las campañas electorales. La convicción democrática y muy personal nos lleva a apoyar al nuevo gobierno, porque la gente decidió y votó por una persona y sus propuestas. 

Es cierto que en la familia no somos militantes activos de algún partido político, pero sí nos gana la democracia, por eso no votamos por un partido, votamos por una persona. Hay que superar las divisiones absurdas y vulgares de las redes sociales. México es superior a todos. El pueblo, consciente o no, ha decidido. El tiempo puede corregir. Mientras, como cada 6 años, con la madurez democrática adquirida con el tiempo, las luchas sociales, el espíritu crítico, la experiencia y la formación política, habremos de apoyar el nuevo rumbo.


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