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De ayer y de ahora



JAIME ROGELIO PORTILLO CEBALLOS

Lavar trastes


Domingo 15 de Julio de 2018 8:24 am


UNA de las actividades hogareñas más cotidianas, necesarias, rutinarias y poco atractivas, tiene que ver con el dejar limpios todos los utensilios que fueron utilizados para comer y para hacer de comer. Viene el desayuno por la mañana y con él todos los trastes utilizados: las cazuelas para los huevos revueltos, frijoles o hot cakes; los vasos para el jugo o la leche; las tazas para el café; los platos y cubiertos para servir la comida y también para comerla, aparte de las vasijas o envases que se utilizaron comúnmente, como la azucarera, quesera, panera o la jarra del agua, la salsera o los diferentes topers (utensilios de plástico) donde se guarda de todo.

Y para la comida la situación se agranda, ya que a veces son dos o tres platillos que se elaboran: que la entrada, que la sopa, el guisado, los frijoles, el postre, etcétera. Y en toda esta elaboración de platillos se utilizan muchos utensilios y herramientas: la base de madera para picar verduras o cortar frutas, la licuadora, la batidora, los cucharones, las peladoras y cortadores, las ollas, comales, parrillas y más.

Para la cena o la merienda, la cosa es más sencilla, pero de todos modos se utilizan los vasos para la leche, platos para los taquitos o lo necesario para el sándwich, la quesadilla o los tamales… Y ya cuando el día va terminando, la señora ama de casa, también va terminando de lavar el último traste sucio. Y si no es la señora, pueden ser la hijas (o los hijos o el señor) o la empleada doméstica. Y al día siguiente la historia se repite.

En mi vida he tenido épocas de vacas gordas y épocas de vacas flacas. Épocas con ayuda doméstica y épocas sin ella. En estas últimas, mi familia compuesta por mi esposa, cuatro hijas y el que esto escribe, ha tratado de organizar esta actividad, de lavar trastes, de diferente manera. Primero, que cada quien se responsabilice de lavar lo que utilizó; segundo, que se turne una persona por semana que lave todo lo común. Algunas cuestiones dan resultado pero otras no. Por algo hay por ahí un anuncio en la televisión, en el que cuando la mamá grita: “y ahora, ¿quién va a lavar los platos?”, todos los hijos e hijas corren a esconderse.

Y si esta labor de limpia platos o lavatrastos no es muy gratificante (aunque reconozco que hay gentes que sí les gusta), la situación se complica porque, de acuerdo a mi experiencia, se cometen muchos errores al realizar esta actividad. Lo que he observado cuando se recoge la mesa, las personas inexpertas simplemente amontonan todos los platos sucios, con restos de comida, encima unos de otros; vasos, cubiertos, platos, ollas, cazuelas con aceite… etcétera. Aquello, nada más de verlo, provoca enfado y malhumor. Aquí simplemente lo que se tiene que hacer es pedirle a quien recoja los platos sucios del comedor, que antes de depositarlos en el fregadero, les quite todos los restos de comida (y los tire en el bote de basura), pudiendo utilizar alguna servilleta usada de papel para darle una limpiada mayor, sobre todo cuando hay salsas o grasa impregnada.

Los cubiertos conviene ponerlos todos juntos a remojar en algún vaso grande de plástico. Y las ollas mantecosas o con restos de aceite, procurar quitarles aparte el aceite o ponerlas con agua caliente a que suelten lo pegado. El uso del detergente es otra cuestión. Una vez supe del caso de una señora que metía la esponja lavatrastos al jabón, la volvía a meter al jabón y en seguida a la olla y así sucesivamente. Aquel jabón o detergente quedaba negro con una sola olla. Es obvio decir que desperdiciaba mucho detergente.

En esta ocasión quise comentar un tema aparentemente trivial, pero que es sumamente importante en la vida cotidiana. Quiero expresar fundamentalmente mi reconocimiento sobre todo a las amas de casa, por ese trabajo que realizan diariamente, muchas veces no apreciado, pero sí aprovechado por otros, en donde entregan a la familia siempre limpieza en los utensilios con los que se cocina y come, y en donde todos tenemos que cooperar en esta sencilla, noble y necesaria tarea.