Cargando



Diálogos psicológicos



ALFONSO CHÁVEZ URIBE

Mentiras piadosas


Domingo 15 de Julio de 2018 8:27 am


DECIRLE a una persona que está sana como un roble, a pesar de que recién descubrimos que tiene cáncer, ¿es ser piadoso? Seguir diciéndole a una persona que la amamos, cuando desde hace tiempo sentimos que ya no, ¿es ser piadoso? Cuántas mentiras habremos dicho en el supuesto afán de no herir, de no lastimar. Cuántas mentiras nos seguimos diciendo a nosotros mismos con el mismo propósito.

¿Cuánta verdad estaremos dispuestos a soportar? Si somos cuidadosos, advertiremos que vivimos en un mundo en donde la mentira o las verdades a medias se nos dan muy bien. Cierto es que mirar a alguien de frente y soltarle el “ya no te amo” puede ser desgarrador, pero, ¿acaso no será peor que ese alguien descubra que le hemos mentido, le hemos engañado? En verdad, créame cuando le digo que la terapia está llena de personas con el corazón y la vida rotas porque alguien más les ha mentido, porque alguien, en lugar hablar con la verdad, ha preferido la infidelidad y la traición.

¿Cuánta verdad estaremos dispuestos a soportar? ¿Alguna vez ha sido capaz de mirarse a sí mismo a mansalva y sin contemplaciones? Y le hago la pregunta porque no hay nada más trágico que el autoengaño. Cierto es que jamás llegaremos a conocernos del todo, pero también es cierto que hay partes de nosotros que conocemos, que no nos gustan y que escondemos: nuestros miedos, nuestras inseguridades. Son estas “cosas” que si alguien más señala, cual fieras heridas, saltamos prestos a defendernos: “¡Como os atrevéis, mentecato!”. Por otro lado, por supuesto que yo sé que no me aman, lo presiento, pero necesito convencerme de lo contrario, y en un intento un tanto distraído de evitar el dolor, utilizo la mentira “piadosa” del otro para mentirme a mí mismo.

A veces tengo la sensación de que vivimos en un mundo demasiado superficial, en donde importa más la apariencia, donde importa más el cajón que el muerto. Hay una imagen que recuerdo. Cierta tarde me encontraba tomando mi café, cuando llegó una pareja, ocupó una mesa y cada uno se sentó en un extremo, desenfundaron sus respectivos celulares y fue todo. Durante las casi 2 horas que permanecieron ahí, jamás se dirigieron una palabra, una mirada, no hubo un intento por tacarse. A pesar de que la mesa que los separaba apenas si medía veinte centímetros, era evidente que entre ellos había kilómetros de distancia. Incluso me atreví a jugar con la posibilidad de cuál de los dos tendría ya un amante. Y créame cuando le digo que el problema no son los celulares, el problema es ya no tener nada que decirse, el problema es vivir en la mentira, en la fachada. El problema es cuántas “mentiras piadosas” se habrán dicho uno al otro.

Debería quedar claro que no hay tal cosa como “mentiras piadosas”, las mentiras jamás lo serán. Lo de “piadosa” tiene que ver más con el que la dice que con él que la escucha, y por lo tanto, es una simulación, una cortina de humo, en donde pretendemos esconder la responsabilidad de nuestros actos, de aquello que sentimos. En realidad, lo que nos asusta son las consecuencias de aquello que tendríamos que decir. O dígame, ¿por qué no le decimos a alguien que tiene cáncer? ¿A alguien más que no lo amamos? ¿O que le hemos sido infieles? Porque no sabríamos qué hacer con su dolor, por tanto, en el fondo nos protegemos a nosotros, no a ellos. La verdad es dolorosa, pero nunca será cruel; la mentira, por su parte, es desalmada, sádica incluso, una vez descubierta origina mucho más dolor que aquel que se pretendía evitar.

Mentiría, y no quiero ser piadoso, si le dijera que vivir en un mundo más honesto es sinónimo de vivir en un mundo más feliz, no lo sé, procuro caminar hacia él y aún no tengo claro lo que pueda descubrir. Lo que sí sé es que vivir en un mundo más honesto, es vivir en un mundo más libre. Y eso no lo digo yo, ¿recuerda aquello de: “Sólo la verdad os hará libres”?

Así que, dígame, ¿cuánta verdad está dispuesto a soportar? Y puede que yo me atreva a decir qué tan libre es, o igual y ya lo sospecha, ¿de dónde cree que proviene esa sensación de sentirse atado?

 

*Integrante del Colegio Colimense de Psicólogos. A. C.

 

colegiopsicol@hotmail.com

presidencia.colegiopsicologos@gmail.com