Filosofía marismeña
RAMÓN LARRAÑAGA TORRÓNTEGUI
Liberación
Martes 17 de Julio de 2018 8:15 am
NUESTRA mente entra en silencio
profundo al dormir, una vez eliminado todo aquello que no es necesario (energía
negativa, problemas y pendientes) se produce un contacto con otras dimensiones
que son portadoras de vida interna y paz, y se crea algo que dentro de
nosotros, lo que comúnmente vive oculto por nuestras fantasías, ilusiones e
incluso todo tipo de energía. La falsa personalidad, mente astuta o diabólica
nos arrastra a frustraciones que poco a poco se van acumulando, es algo que no
nos deja vivir en paz, que nos hace sentir temblor hacia lo desconocido, que en
consecuencia nos hace daño física y mentalmente. A veces tememos a quedarnos solos, aun
con esto, nos ahogamos en certezas totalmente equivocadas, entonces, a partir
de la imaginación fabricamos un mundo ajeno a nuestra realidad; una
construcción que emerge de nuestra locura, donde la posesión es el máximo valor
para nosotros –propiedades económicas, trabajo, y todo lo que se nos llene–. La realidad puede ser difícil,
primero, porque debemos admitir que ciertas cosas y actitudes están mal, saber
que si hay algo que superar y perdonar, hacerlo; y después, porque una vez
aceptado nuestro error, todo eso que nos impide ver la realidad y ser felices,
hay que evitarlo para no recaer y sufrir. Es algo que implica malestar, que nos
hace entrar en crisis, porque nos olvidamos que para estar bien con los demás,
debemos empezar por nosotros; que para querer, debemos empezar a querernos
nosotros. Es necesario saber de nuestras
contradicciones, compulsiones y locuras interiores. Hay que sentir y aceptar
toda esa basura que arrastramos en toda su intensidad para abandonarla, pero
simplemente a veces no estamos preparados para hacerlo o siquiera intentarlo.
Actuamos acorde en lo que ganamos, usando lo interno para acomodar las
circunstancias y cuando el paquete está listo, lo aplicamos. Es parte del ego
el cual dividimos para descalificar a otra persona cuando se relaciona con lo
buscado por nosotros. Todo encaja en un acto inconsciente por alcanzar lo
opuesto, sin importar dividir la opinión y desde ella construir las múltiples
circunstancias falsas. Cambiar significa ver lo egoísta que podemos llegar a
ser, sentirlo y salir de allí. Debemos perseverar, pues no es fácil
vencer hábitos negativos que se encuentran muy cristalizados, intentar, hasta
que se logre dar un salto a la mejoría, uno no sabe cuándo esto sucederá, pero
podemos intentar que el cambio llegue más rápido de lo esperado, somos nosotros
quienes forjamos el futuro. El cambio depende también de factores que uno no
controla y desconoce –deseos ocultos, negatividad por influencia de otras
personas, etcétera–. Porque eso es también lo que tiene la vida: que uno no
tiene control de nada, que los resultados, que no somos imprescindibles para
que la existencia continúe. No somos el último vaso de agua en el
desierto. Finalmente, el resultado que obtenemos es una pequeña parte al
apegarnos a cierta responsabilidad, creyendo que lo hemos logrado con una
liberación del ser. La mente manipula los resultados, la realidad, nos manda
por otras vías desconocidas que nos producen placer de logro, pero en realidad
no hemos cambiado nada, sino un simple acto disciplinario de control creyendo
que con ello construimos un nuevo ser libre, sin ataduras, con planes
objetivos. En realidad, no construimos nada y fue una pequeña explosión
motivacional, ya que la molestia sigue allí latente, molestando, neuróticamente
insistente. Y todo aquel que nos lo recuerda nos ofende, quien da consejo
sentimos que desea usarnos, que es poco inteligente –yo valgo mucho, soy
maravilloso; ellos son falsos, se abandonan, no lucha por nada–.
En este clamor se escucha la voz del
dolor interior. Por eso, argumento que construimos sobre realidades
inexistentes preguntando qué pensaran de nosotros, no tenemos el valor de
reflexionar acerca de nuestra falsa personalidad, no podemos soportar nada,
somos muy débiles, no podemos trasmutar nuestro cuerpo emocional, no sentimos
vergüenza de las tonterías que diariamente hacemos; pero eso sí, nos sentimos
muy importantes, muy diferentes y muy especiales. ¿En qué nos basamos?, ¿qué bien
concreto hemos hecho a los demás?, ¿en qué hemos sido útiles al otro?, ¿qué
aporte real hacemos a los demás?, ¿qué miedos escondemos?, ¿por qué no
confiamos en nuestra inteligencia, en vez de copiar conductas y resultados de
los demás? El miedo es profundo, pero debemos aprender a liberarlo.