Cargando



La hazaña



ARNOLDO VIZCAÍNO RODRÍGUEZ


Martes 17 de Julio de 2018 8:16 am


HACE más de 6 años andábamos en una intensa campaña electoral en Ixtlahuacán por la Presidencia Municipal; habíamos postulado por el PRD a un buen candidato, un hombre sencillo y trabajador, con extraordinaria fama pública y mejor “don de gentes”. Chava Torres Arias era, en opinión de quien lo conociera, un digno aspirante a dirigir para bien los destinos de aquel pequeño y olvidado municipio.

Ya entrada la campaña, después de realizado un primer recorrido por todas las comunidades se alcanzaron muy buenos resultados, pues el apoyo se veía claro en todas partes en las espontáneas expresiones de muchas gentes. Conservadoramente calculamos que estábamos metidos en la pelea por el triunfo o que por lo menos alcanzaríamos un alto porcentaje de votación.

Ocurrió entonces que un día Chava me dijo: “Fíjese, don Arnaldo, que me mandó decir el candidato de los caciques que deje la candidatura y que me tratará bien, que me haría funcionario de su administración y que, por el contrario, si le sigo, ni a regidor voy a llegar, que porque para ello ocupo varios cientos de votos y sacaré menos de 130”. Para levantar el ánimo a mi candidato, le expresé con seguridad: “Dile a ese tipo que le apuesto lo que quiera, mi parcela, mi casa o las dos cosas, a que si tú no ganas, por lo menos serás regidor, que más de 130 votos se los brindamos sólo en Las Conchas”, comunidad de origen de nuestro candidato, donde habíamos reunido a casi 300 ciudadanos en la cancha del pueblo. Qué bueno que ya no lo vio y no se “casó” la apuesta, pues la habría perdido de calle, el cacique tenía razón, nuestro candidato sólo obtuvo 127 votos en todo el municipio.

Estudiamos y conocimos entonces el modus operandi de los caciques. Ellos actúan a través de microcirugías ciudadanas, de tal suerte que con mucha precisión (exagerada) sabían antes con cuántos votos mantendrían el poder y los que obtendrían sus adversarios. Se daban el lujo, si querían, de inyectar algunos votos a candidatos incondicionales para hacerlos regidores. Su operación era precisa, contabilizaban a sus compadres y ahijados con quienes la llevaban bien y a quien tenían sometidos por favores recibidos; a quienes mascaban el freno, los buscaban personalmente y de inmediato los apoyaban (maiceaban) o les ofrecían garantías de hacerlo en cuanto ganaran. Muchos, casi la mitad de los ciudadanos del municipio, eran sus trabajadores o habían tenían una relación laboral; traían peones de otras entidades como Michoacán o el Estado de México, los acasillaban, domiciliaban, y credencializaban. Otro universo por ellos perfectamente conocido era aproximadamente el 20 por ciento de electores que cada elección (literal) les vendían el voto, y para cerrar con broche de oro, en comunidades vecinas del municipio, como Tecolapa, Caleras, Madrid, Los Ortices, etcétera, tenían una relación de más de 30 vecinos con credenciales de Ixtlahuacán que desde luego acarreaban para que votaran allá. Si Vargas Llosa hubiera conocido Ixtlahuacán, con seguridad habría afirmado: “La más perfecta de las dictadura perfectas, sin duda alguna, es este municipio”.

La gran noticia en el estado este 1 de julio, más que los muchos e importantes triunfos alcanzados por la coalición Juntos Haremos Historia, sin lugar a dudas, fue la derrota de la dictadura caciquil perfecta de Ixtlahuacán. Fue el pueblo quien, sabiamente, decidió por fin sacudirse el yugo, un pueblo al que le devolvieron la dignidad y la esperanza AMLO, Carlos Carrasco, Annel Bueno e Indira Vizcaíno, y son ellos, principalmente, los últimos tres, quienes deben tener muy claro que tendrán que hacer muy bien las cosas, de tal suerte que los ixtlahuaquenses que hoy por fin saborean la libertad, aprendan a vivir en ella, la defiendan y la mantengan.

Mi deseo es que Ixtlahuacán jamás vuelva a ser tierra de caciques. Quienes dieron esta gran batalla deben estar muy orgullosos de su gigantesca hazaña. ¡Felicidades a todos!