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Despacho político



ARMANDO MARTÍNEZ DE LA ROSA

La Francia del futbol y el anuncio de un futuro cercano


Miércoles 18 de Julio de 2018 8:14 am


UN casi timorato editorial de Le Monde, el lunes reciente, expone la importancia social de que Francia haya ganado la Copa del Mundo de futbol, elogia la confianza en los jóvenes y sostiene que la fiesta nacional “ha dejado de lado”, al menos por momentos, los “pleitos y divisiones” de una sociedad francesa insatisfecha.

Extraña es la conclusión del editorial, casi un lugar común: “La magie d’une gloire sportive est fugitive et ne suffit pas, à elle seule, à rétablir la cohésion sociale”. Es decir: “La magia de una gloria deportiva es fugaz e insuficiente, por sí sola, para restablecer la cohesión social”.

Ni una palabra de los disturbios sangrientos de los Campos Elíseos en París, de Lyon y de Marsella, ciudad ésta donde habita una gran cantidad de inmigrantes, sobre todo de origen árabe. Hubo 292 detenidos, 90 de ellos en la capital, cuando el control de los fanáticos se perdió por la policía (había 12 mil habilitados en la vigilancia), dos muertos y muchos heridos, comercios saqueados y autos destruidos.

¿Por qué la civilizada Francia se desborda por el triunfo en una Copa del Mundo? ¿Por qué en una fiesta similar, 20 años antes, en el mismo lugar, hubo orden en vez de disturbios y violencia? ¿Qué hay en París, Lyon y Marseille que no había dos décadas atrás? ¿Qué hay en la Europa occidental que ya no es la misma?

Hay una globalización anárquica de un capitalismo tardío que ha concentrado el capital en pocos bancos del mundo y despojado a muchos en el globo hasta obligarlos a buscar el pan lejos de su tierra. La selección de futbol francesa es ejemplo de esa nueva realidad que implica la migración africana que, como dice Le Monde, acaso en sentido figurativo y literal a un tiempo “han venido de lejos” a cantar La Marselleise y ondear la bandera tricolor en el frenesí de la victoria deportiva.

Mientras, cantando bajo la lluvia, el presidente francés Emanuel Macron terminaba de coquetear con Kolinda Grabar, la presidenta de Croacia, con el disfraz de la diplomacia, tomados de la mano, diciéndose palabritas al oído, sonrientes en la euforia del triunfo y la hazaña de jugar la final con dignidad deportiva de sus respectivas selecciones, los fanáticos franceses necesitados de una resonancia tal, ansiaban salir a la calle, muchos de ellos indispuestos a quedarse en la “zona de fans”, cuyas barreras derribaron a tercermundistas empujones. París sobre un polvorín, encendió la mecha. Había entre los vándalos lo mismo blancos que negros y morenos. Una vez más, el color de la piel era lo de menos en una turba que se reconocía a sí misma en la degradación sin remordimiento, en el saqueo sin pudor y en la rebeldía sin sentido político.

Si según Marx, en 1848 (El Manifiesto comunista) “un fantasma recorría Europa”, el de la revolución, 170 años después la turba toma la calle sin sentido y sin motivo real, en la espontaneidad de la euforia, sin la mínima conciencia política, aunque la rebelión apunte un poco sus hojas leves en esos tallos amorfos que terminan marchitándose.

No esta vez, París no era territorio de revolución, sino de parias políticos. El futbol fue un pretexto, como puede serlo cualquier motivo de congregación. Se equivocaba el editorial de Le Monde. La sociedad francesa no dejó de lado sus “pleitos y divisiones” ni siquiera por un momento, el de la euforia deportiva que pretende trocarse en el así llamado orgullo nacional. Por lo contrario, las remarcó en el vandalismo, en la turbamulta y el saqueo. Los saqueados de siempre pretendieron una venganza a final de cuentas pírrica, ni siquiera contra su verdadero saqueador -el gran capital financiero internacional-, sino contra los azorados comerciantes que nada tienen que ver con los especuladores mundiales, ni con los señores de la guerra ni con los negociantes del poder político internacional, como Putin y Trump, por ejemplo.

“Se equivocó la paloma,/ se equivocaba./ Por ir al norte fue al sur…”, escribió Rafael Alberti. Se equivocaron también los vándalos que pretendieron hacer de la fiesta de la victoria balompédica el camino a la rebelión y la protesta, como pudo suceder en muchos países, pero ahora le llegó turno a Francia.

Francia es hoy a la vez resultado de la multicultura y la convivencia racial como de la tensión social por esos mismos motivos. Una Francia se reconoce en esa realidad como destino y futuro exitoso, que representa la multicultura de su selección de futbol; otra Francia se desconoce y mira al pasado blanco y nacionalista al estilo trumpiano, sobre todo el del norte, pero no sólo ahí.

De estas tensiones, que se extienden por Europa y se manifiestan, con otros rostros y aparentes motivos diferentes, en América, África y Asia, se resolverán por una de tantas vías, el fascismo o la revolución, entre ellas, o la reforma leve, como en México la pretende López Obrador.

Más temprano que tarde, la cuerda social que ha tensado el capitalismo tardío, se reventará golpeando a unos y otros. Y veo que en el mundo no hay partido auténtico que reúna a los parias y los desvalidos. Mala cosa.