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En solfa



HÉCTOR SÁNCHEZ DE LA MADRID

Reconstruir, no destruir


Miércoles 18 de Julio de 2018 8:14 am


HAY varias realidades que tenemos que aceptar. La primera es que el 1 de julio, Andrés Manuel López Obrador ganó la elección presidencial; la segunda, que en sus tres campañas se comprometió a cambiar el sistema político imperante si los votos lo favorecían; la tercera, que el mencionado régimen desde hace varias décadas estaba anquilosado y desfasado.

Vicente Fox Quesada tuvo la oportunidad de transformar el sistema al llegar a Los Pinos de forma legal, legítima y popular, situación que no tuvo Felipe Calderón Hinojosa, quien arribó a Palacio Nacional cuestionado legalmente y, por tanto, ilegítimo, amén de impopular. Como fuere, el primero podía cambiarlo pero no quiso y el segundo aunque hubiere querido no hubiese podido.

El sistema político mexicano nació en 1929 bajo los auspicios del presidente Plutarco Elías Calles y fue creciendo durante los mandatos de sus sucesores, al tiempo que se distorsionaba en sus objetivos y se corrompía en sus funciones y manejos del erario. Al seguir igual en los regímenes de los mandatarios de origen panista, se puede afirmar que las bases del sistema político tienen 89 años de vida.

Desde luego que el andamiaje político y administrativo del gobierno mexicano se fue construyendo a lo largo de los lustros y décadas de su existencia, no se levantó en el periodo de Elías Calles, pero sí fue entonces cuando se sentaron los cimientos que permitieron la edificación de un país que funcionó hasta que la riqueza disminuyó por los errores y saqueos cometidos, al igual que la población creció sobremanera.

Sin embargo, a pesar de las innumerables equivocaciones de los gobernantes y la corrupción galopante en el sector oficial, es justo decir que no participaron todos los funcionarios y servidores públicos, como también que bastantes empresarios, agricultores y ciudadanos fueron parte de ese mal que lacera al país y lo tiene al borde del colapso, además de la mala fama bien ganada que tiene a nivel internacional.

Pero no todo está mal en México, hay que aceptarlo, tenemos muchas instituciones respetadas y respetables que le dan sustento y rumbo a la Nación, así como una infraestructura significativa en los sectores industrial, agrícola y hotelero, entre otros más, que nos ubican como el número 11 de la economía más fuerte en el mundo. Somos el séptimo país productor de automóviles y el primero en Latinoamérica.

Claro que hay situaciones insostenibles que requieren cortarse de tajo, es urgente que así sea, nadie con dos dedos de frente puede negarlo, como los excesivos sueldos y viáticos de incontables funcionarios federales y estatales, al igual que los derroches insultantes de varios directivos de paraestatales, los cuales deben suprimirse de inmediato y en muchos de esos casos castigarse con todo el peso de la ley.

El sexenio de Enrique Peña Nieto ha sido una borrachera de yerros sin correcciones ni sanciones, de abusos sin frenos ni límites, de despilfarros sin ton ni son que como nunca antes se vieron y fueron repudiados por la ciudadanía, lo contrario a lo que se esperaba del resurgimiento del PRI al recuperar la Presidencia de la República en 2012. El partido tricolor nunca intentó renovarse siquiera.

¿Qué va a suceder con el PRI?, es una pregunta que circula en el ambiente sociopolítico. Lo mismo se comenta en los círculos familiares y de amigos sobre el futuro del PAN y del propio Morena. La respuesta podría ser la misma para los tres cuestionamientos y es que no hay victoria ni derrota para siempre, así que la tercia partidista seguirá en el pandero, reponiéndose los caídos y pasando la prueba de fuego el ganador.

Esperemos que el triunfo aplastante de López Obrador no lo haga perder la cordura y avasalle con el capital político adquirido, pues sería perjudicial para el país y él mismo a corto y mediano plazo. Las derrotas que sufrió en 1994 contra Roberto Madrazo Pintado por la gubernatura de Tabasco, así como los fracasos de 2006 y 2012 versus Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto por la Primera Magistratura, respectivamente, debieron curtirlo.

El sistema político y administrativo vigente se tiene que transformar, ya lo ha anunciado el virtual Presidente electo –debió cambiarse desde el periodo 1982-1988 de Miguel de la Madrid Hurtado–, pero no destruirlo para volver a empezar desde el principio, pues tendría un alto costo para México y los mexicanos. La solución es fácil, aunque no sencilla: aplicar la Carta Magna y las leyes que de ella emanan, para reconstruir la Nación con cero tolerancia y cero privilegios.