Razones
JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ
Trump, la ruptura… y México
Jueves 19 de Julio de 2018 8:11 am
LA gira de Trump
por Europa sólo puede calificarse como una calamidad diplomática, y su último
capítulo, la reunión con Vladimir Putin, en Helsinki, ha concluido con el mayor
escándalo que se recuerde en un Presidente estadounidense: Trump embelesado con
Putin, creyendo más en su palabra que en las investigaciones del FBI, de las 17
Agencias de Inteligencia de su país, del Departamento de Justicia y del
Congreso. A todos desechó Trump después de 2 horas a solas con Putin. En esta
ocasión, ni los republicanos más acérrimos han podido defender a Trump. La importancia de
la delegación que el Presidente estadounidense envió a México la semana pasada,
confirma que nuestro país está en su radar geopolítico, en una estrategia que
se ve irracional en un ámbito pero que en su lógica tiene todo el sentido. Y no
es algo nuevo. El 15 de noviembre de 2016, apenas unos días después de su
sorprendente triunfo electoral publicamos, aquí qué era lo que se proponía
hacer Trump cuando asumiera la Presidencia de su país. No era especulación, era
parte de una plática con miembros cercanos de su equipo aquí en México. Lo que estaría
planteando Trump, decíamos aquel 15 de noviembre, es una suerte de guerra comercial
en toda la línea, con cambios en equilibrios globales, pero también en los
principales paradigmas del orden mundial. Si hay algo que representa los
paradigmas actuales en la política internacional, es el respeto a los
principios surgidos tras las guerras napoleónicas con la llamada Paz de
Westfalia. Las consecuencias de aquel Tratado fueron la aceptación del
principio de soberanía territorial, el principio de no injerencia en asuntos
internos y el trato de igualdad entre los Estados, independientemente de su
tamaño o fuerza. En la práctica,
todos sabemos que las cosas no fueron siempre así y que los resultados que
devinieron en el último siglo y medio fueron muy desiguales para los diferentes
estados. En su último libro, llamado Orden mundial, Henry Kissinger propone una
suerte de nueva Paz de Westfalia para el mundo, adecuada a los nuevos tiempos,
que permita la convivencia entre sistemas políticos, adheridos a unas normas de
convivencia básica. Es básicamente lo que planteaba también Hillary Clinton. La administración
Trump, decíamos en noviembre de 2016, parece estar pensando en algo muy
diferente: con el distanciamiento profundo con China y la creación de bloques
que tengan en el centro a Estados Unidos, se plantea un acercamiento, no es un
secreto para nadie, con Rusia. En este sentido, considera que Rusia (y Turquía)
son las piezas esenciales para acabar con el Estado Islámico y para ir
recuperando la estabilidad en Oriente Medio. Por supuesto en ese sentido,
pensando en una operación militar antiISIS, la fórmula tendría que pasar por un
acuerdo con Rusia que respaldaría a su vez al régimen de Al Assad, para
derrotar a esa fuerza terrorista y así cortar tanto el flujo de refugiados
hacia Europa y otros países como las propias amenazas terroristas. Esa será la
principal divergencia con Europa. El orden de Westfalia, como diría Kissinger,
es el que se recuperó en Europa después de la Segunda Guerra Mundial y ha
marcado la diplomacia internacional desde entonces. Pero Trump quiere una
Europa más activa, más intervencionista y si siente que no compartirá con él
sus objetivos, no tendrá temor en alejarse de ella. Aunque pueda parecer para
muchos una temeridad, en la lógica de Trump, si no sirve para sus objetivos
centrales, la OTAN es una antigüedad onerosa. Prefiere acuerdos puntuales y con
Naciones específicas. Por eso, el
acercamiento con Gran Bretaña, con los líderes del Brexit (que están en su
misma lógica) y su alejamiento con Angela Merkel. Trump se inclinará a defender
intereses más que principios, y en ello tendrá una base de confrontación con
los regímenes europeos, por lo menos los más liberales, es la base de
acercamiento de Trump con la neoderecha europea, por una parte, y con Putin por
la otra. El otro capítulo
central, concluía aquel texto, es el de la energía. Trump apostará, no es
secreto para nadie, por las energías tradicionales, con todos sus derivados
como el fracking, sin excesivas preocupaciones por el calentamiento global. Esa
será también una base de consensos con Rusia, podría serlo con México y sin
duda será uno más de los instrumentos para la disputa con China. Hasta ahí el
texto de noviembre de 2016.
Lo que decía
Trump en la campaña y lo que analizábamos entonces se ha cumplido a cabalidad,
incluso Trump ha ido más allá. Ha calificado a la Unión Europea de enemiga de
los Estados Unidos, ve a Putin como un amigo y socio, no ha hecho nada en Siria
que moleste a Al Assad, no ha movido un dedo para matizar el creciente
endurecimiento de Erdogan en Turquía, ha comenzado una guerra comercial con
China, no quiere convenios globales sino unilaterales con Gran Bretaña, México
o Canadá. Prefiere tratar con gobiernos fuertes, centralizados, autoritarios,
que con democracias “débiles”, como consideró nada menos que a los alemanes.
Ese es el nuevo mundo.