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GLENDA LIBIER MADRIGAL TRUJILLO

Adiós, primera dama


Viernes 20 de Julio de 2018 8:25 am


EN el próximo sexenio federal que inicia el 1 de diciembre, México ya no tendrá una “primera dama”, figura controversial, ya desgastada y rebasada, que sólo ha servido para perpetuar el machismo, negar la equidad de género y desacreditar la capacidad intelectual de la mujer mexicana.

Beatriz Gutiérrez Müller es tajante: “No seré primera dama de México”, tampoco “presidente” honoraria del DIF ni de ninguna otra institución pública federal, estatal o municipal. Se dedicará, dijo, a seguir su actividad como profesora universitaria, investigadora y escritora; a participar en actividades de la Secretaría de Cultura, y también a ser madre y esposa.

Por lo que se ha visto públicamente, Beatriz no es feminista, al menos no lo es en la forma de abordar los temas de cualquier índole (escribir “presidente” y no presidenta honoraria del DIF lo demuestra), pero sí es una mujer que se ha forjado un camino profesional y personal que quiere seguir construyendo aun cuando su marido, Andrés Manuel López Obrador, detente el cargo de elección más importante de México.

La novedad ya no es si Beatriz tiene doctorado, se dedica a la investigación o escribe libros, sino que ella es franca, y abiertamente dice que no desea vivir a la sombra de su marido, ni en lo personal ni en lo profesional. Signos de los nuevos tiempos.

Por tradición, por costumbre, porque alguien dijo que así tenía que ser, la esposa del Presidente de la República pasó a llamarse “primera dama”, se le instituyó como figura meramente decorativa y se le puso a disposición una gran dependencia pública. Encargada del DIF y voluntaria en cualquier evento altruista, público o privado, la primera dama sólo tiene la responsabilidad de representar a la institución, de verse bien, de hablarle bonito a la gente y de entregar apoyos a la población más vulnerable.

En contradicción con su cargo honorífico, la primera dama dispone de todo un aparato burocrático, de excesivo presupuesto que ejerce a discreción incluso en gastos de representación, como vestuario, viajes y hasta la compra de regalos, todo lo cual da al traste con la pretendida atención a la gente más necesitada.

En el próximo Gobierno Federal, el DIF pasará a formar parte del Sector Salud, y está bien que así sea, pues muchas de las tareas encomendadas a una y otra dependencia se duplican. En lo que sí se debe poner especial cuidado es en mejorar y ampliar la atención a las y los menores en situación vulnerable, que en todo momento y en el México actual siempre necesitan la protección del Estado.

Por otra parte, hace mucho que el DIF dejó de ser la representación oficial de las familias mexicanas. Quedó rebasada en imagen e intención de sólo velar por el bienestar de las familias tradicionales, donde existen el papá, la mamá y las/los hijos. La realidad impone que muchas de las familias no tienen esa composición, pero el DIF las discrimina, dado que no están presentes en el discurso ni en la acción institucional.

Que Beatriz Gutiérrez se asuma como persona, no como una extensión de su marido, y decida seguir teniendo vida propia, laborar en lo que le gusta y para lo cual está capacitada, es un buen ejemplo para las nuevas generaciones de mujeres que crecerán con la noción y la certeza de que son seres humanos individuales y que, por tanto, pueden llegar a ser lo que deseen, por propia decisión y esfuerzo personal.

Al respecto, transcribo un párrafo editorial del periódico La Jornada, cuyo contenido suscribo. “La abolición de la figura de primera dama debe considerarse un avance en materia de cultura y usos republicanos, y también en transparencia y austeridad. Debe admitirse que hasta ahora, ese título, que no existe en ninguna ley, otorga, sin embargo, a la esposa del Presidente o a un representante administrativo del gobernante en turno, recursos casi inagotables y personal en abundancia. Es, por lo demás, una distinción machista, clasista y obsoleta, y cabe felicitarse por el hecho de que el país está a punto de dejarla atrás”.

Así pues, el adiós a la “primera dama” es altamente complaciente.