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La ciudad de las parotas



ALEJANDRO MORALES

¿Al diablo las instituciones?


Sábado 21 de Julio de 2018 9:06 am


COMO virtual Presidente electo, me gustaron mucho sus discursos del 1 de julio por la noche, y otro magnífico, en privado, ante los candidatos y candidatas electos de Morena, en los que señaló que habría cero tolerancia a la corrupción, “incluidos compañeros de lucha, amigos y familiares”.

Como candidato en esta su tercera elección, me gustó que supiera mantenerse sereno-moreno la mayor parte del tiempo, y a las provocaciones de sus oponentes, por lo general, supo reaccionar incluso con humor, antes que con descalificativos, que como se sabe suelen descalificar en primer lugar al que los pronuncia, antes que a la persona a la que son dirigidos. Así, el “ya cállate chachalaca”, proferido contra Fox se le revirtió a López Obrador en 2006.

En definitiva, creo que a lo largo de esta última campaña y la mayor parte de los primeros días luego de su triunfo electoral el 1 de julio, hemos estado viendo al mejor López Obrador… hasta que reaccionó a la multa impuesta por el INE a su partido Morena: “Una vil venganza”.

Independientemente de si tienen razón o no los consejeros ciudadanos del INE que votaron a favor de la multa (sólo uno lo hizo en contra), si Morena hizo las cosas bien o mal, o como dicen ellos, “nada tienen que ver” con el fideicomiso privado (que promovió López Obrador), lo que sí puede hacerle daño al país es que se sigan repitiendo en nuestro virtual Presidente electo más reacciones de este tipo.

Perdió la serenidad y se llenó la boca de calificativos contra el instituto que anunció su triunfo: es “una medida draconiana y totalmente injusta. Es que hay algunos que no nos ven con buenos ojos, son muy de derecha, como el encargado de la fiscalización, ese fue de los que aprobó el fraude de 2006 y traen eso todavía. Así es la derecha, el conservadurismo”.

Si cada vez que el veredicto de algún instituto autónomo no le llega a gustar a nuestro próximo Presidente, no sólo legítimo sino legal, él esgrime que “son muy de derecha”, no se está presentando en su mejor versión como presidente de todos.

Él, que se alió con un partido en verdad conservador, y según sus términos, “muy de derecha”, como lo es el PES, no hace bien descalificando en esos términos, a final de cuentas discriminatorios, a las instituciones o a sus miembros.

Porque lo importante no es tanto qué tan de derecha o tan de izquierda sea alguien o cualquier grupo, pues ya está muy visto en el mundo que se puede ser igualmente tan de derecha o tan de izquierda, y ser un sátrapa o un corrupto, o una persona honorable y patriota.

A mi manera de ver, el debate principal y por tanto la confrontación más importante en el mundo y por tanto en México también, no debe ser tanto entre “izquierdas” y “derechas”, sino entre republicanos o autócratas, entre demócratas o deshonestos.

A mí en lo personal, me habría gustado más una reacción del tipo: “no estoy de acuerdo con la apreciación y la decisión del INE, apelaremos al Tribunal ante el cual allegaremos todas las pruebas necesarias, etcétera”, en lugar de despotricar y descalificar, no sólo al instituto, que por cierto tuvo el valor de resistir presiones y sacar este expediente hasta después de la elección, y no antes, como algunos pretendían.

Todavía peor me parece la reacción de algunos morenistas en son de burla, en el sentido de que les queda poco tiempo a estos consejeros, pues al menos se corre el riesgo de que algunos sintamos que acaso insinúan que ellos podrían hacer pronto lo que acusan que otros hicieron antes: colocar en puestos estratégicos de institutos autónomos a incondicionales del nuevo partido en el poder.

Esto hay que rechazarlo, y aludo a aquellos discursos primeros de López Obrador: “no va a ser más de lo mismo… no hacer política en el viejo molde de la política tradicional, ese molde se rompió”.

Ojalá esta reacción no equivalga a un mandar al diablo a las instituciones, pero ojalá que tampoco sea un adiós al mejor López Obrador, porque a este, y no al peor, es al que México necesita. Y si no, la patria se lo reclamará, volviéndole a romper el antiguo molde en la cabeza.