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GLENDA LIBIER MADRIGAL TRUJILLO
Fidelidad y perdón, ¿cómo?
Viernes 10 de Agosto de 2018 8:01 am
LA fidelidad es,
en sí misma, complicada, aunque no imposible cuando hay convicción y voluntad
para mantenerla. El diccionario la define como “firmeza y constancia en los
afectos, ideas y obligaciones, y en el cumplimiento de los compromisos establecidos”.
La fidelidad, además, lleva implícita la lealtad. Por tanto, ser fiel es no
fallar, no faltar, no decepcionar. ¿A quién o a quiénes?, eso depende de la
situación individual. En su primer
mensaje como presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador prometió
que le será fiel al pueblo, conglomerado bastante amplio y diverso, donde
convergen ideas contrapuestas y opiniones encontradas. En eso estriba la
democracia, en la riqueza ideológica y de libre pensamiento de su pueblo. Por tratarse de
un político y del próximo gobernante del país, entiendo que el pueblo al que se
refiere es el que de forma aplastante, con su voto, paró en seco el
desbarajuste en el que se ha convertido la administración pública en México,
debido a las recurrentes malas prácticas de corrupción en la que han incurrido
gobernantes y funcionarios en general, lo que a su vez ha propiciado más
impunidad, más delincuencia, más inseguridad y más pobreza. Partiendo de ahí,
la fidelidad que promete López Obrador tiene que estar encaminada a poner fin a
todos esos horrores que han hecho pedazos las esperanzas de una vida mejor en
buena parte de la sociedad mexicana y que han colocado a nuestras instituciones
públicas en un altísimo nivel de descrédito y desconfianza, y no pocas veces de
irrespeto, por la mala manera en que han sido conducidas sexenio tras sexenio. El pueblo al que
quiere serle fiel AMLO exige poner alto a la corrupción que ha convertido a la
administración pública en una pudrición en todos los niveles de gobierno, empezando,
claro está, por la Presidencia de la República. Sin embargo, en
los hechos, no todas las decisiones que está tomando el Presidente electo
indican un camino certero hacia esa fidelidad. Hay incomprensibles
nombramientos de funcionarios, como un Manuel Bartlett, del que habrá que ver
qué tanto compromiso tiene para serle fiel al pueblo, al cargo que detentará y
a la institución que va a representar. Porque una parte son los compromisos que
asume Andrés Manuel y su insistente discurso de que va a cumplirlos, pero otra
parte, también importante, es ver qué tanto compromiso tienen sus próximos
colaboradores para estar en ese nivel de cumplimiento. La fidelidad con
el pueblo también debe partir de la comprensión y de saber manejar adecuada y
delicadamente los temas más sensibles para la gente, como el perdón y el olvido
que Andrés Manuel pide a las familias de las víctimas de la delincuencia,
organizada, común, institucional, cual sea. El perdón no
puede obligarse. No hay forma. Perdonar se asemeja más a algo celestial,
divino, puro, que a la realidad. Habrá quien perdone, sí, de alma, corazón y
razón, pero por voluntad, y habrá que ver el tipo de agravio que se recibió
para decidir perdonar. En este caso, la
fidelidad de López Obrador debe estar sustentada en el respeto al dolor, al
sufrimiento, al pensamiento y el sentimiento de la persona que perdió un ser
querido en manos de un delincuente o incluso de un integrante de las Fuerzas
Armadas, quienes desde que tomaron las calles para confrontar al crimen
organizado se han forjado una historia propia, no pocas veces ajena a la
violación de las garantías individuales de la población mexicana.
Ser fiel y
mantenerse fiel al pueblo es la gran hazaña que emprenderá López Obrador a
partir del 1 de diciembre próximo, cuando se convierta en Presidente de México.
Cumplirlo o no dependerá de él, pero también de quienes le acompañarán en el
Gobierno Federal, de ahí el desafío mayúsculo al que habrá de enfrentarse, como
también mayúsculo fue el respaldo popular que recibió en las urnas el pasado 1
de julio.