Razones
JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ
¿Ni Pinos ni Estado Mayor?
Martes 14 de Agosto de 2018 8:20 am
EL presidente
electo, Andrés Manuel López Obrador, ha dicho que no vivirá en la residencia
oficial de Los Pinos, por considerarla demasiado ostentosa, e incluso aseguró
que no lo hará “porque ahí espantan”. Con espantos o no, no ha ido a Los Pinos,
e incluso las reuniones que ha mantenido con el presidente Peña ha pedido que
se realicen en Palacio Nacional (donde, por cierto, sus trabajadores aseguran
que también espantan, sobre todo una imagen de una niñita que dicen que en las
noches “baja” de un cuadro de El Nigromante), en lugar de en la residencia
oficial. Se ha dicho también que López Obrador está siguiendo el mismo camino
que Lázaro Cárdenas, que se negó a vivir y despachar en el Castillo de
Chapultepec e instaló su residencia oficial en el rancho Las Hormigas, conocido
hoy como Los Pinos. En realidad, la
historia es similar pero no es igual. Lázaro Cárdenas no quería ocupar el
Castillo de Chapultepec ni Palacio Nacional porque consideraba que un gobierno
republicano que pretendía ser austero y solidario con las clases populares no
podía tener su sede en un castillo o un palacio. Desde entonces, desde 1935
hasta ahora, todos los presidentes han vivido en Los Pinos, salvo Adolfo López
Mateos, que utilizaba la residencia, o parte de ella, pero prefirió seguir
viviendo en su casa, en la zona de San Jerónimo, en la Ciudad de México. Andrés Manuel,
por supuesto tiene el derecho de vivir fuera de Los Pinos como hizo López
Mateos o el presidente uruguayo Pepe Mujica, que terminó convirtiendo la
residencia oficial en un albergue (pero la residencia sólo cumplía esas
funciones), pero lo que es un error es abandonar Los Pinos. Esas instalaciones
no sólo son el lugar donde vive el Presidente, sino donde funcionan buena parte
de las estructuras de la Presidencia de la República. En Los Pinos
trabaja la jefatura de la oficina de la Presidencia; la coordinación de
política y gobierno; la de comunicación social y la vocería del Gobierno de la
República; la coordinación de asesores del Presidente; la coordinación de
estrategia digital nacional; la secretaría técnica de Gabinete, la secretaría
particular y la jefatura del Estado Mayor Presidencial: son en total cerca de 700
funcionarios que son centrales para el funcionamiento del Poder Ejecutivo.
Además de estar concentrados en instalaciones que han sido renovadas (algunas
de reciente construcción), con equipos de comunicación e incluso de atención de
crisis muy sofisticados, esas oficinas son algo así como el sistema nervioso de
la Presidencia de la República. López Obrador
puede decidir no vivir allí, incluso puede abrir Los Pinos al público (en un
esquema, por ejemplo, similar al de la Casa Blanca), pero debería trabajar en
Los Pinos, donde existen las condiciones idóneas para realizar su labor y para
hacerlo junto con sus más cercanos colaboradores. En Palacio
Nacional, por ejemplo, no existen condiciones para que trabajen todas esas
oficinas, mucho menos existen los equipos y las instalaciones para garantizar
la seguridad de los funcionarios y sus comunicaciones. Hoy, Palacio Nacional,
como el Castillo de Chapultepec, son en realidad museos, con algunas áreas
funcionales muy pequeñas de la Presidencia y de la Secretaría de Hacienda (en
alguna época tuvo oficinas allí también Sedesol). Convertirlo en sede
presidencial para el Mandatario y su equipo sería, en realidad, al contrario de
lo que se piensa, un dispendio que terminaría arruinando un espacio histórico
que la gente disfruta desde hace años, que se sacrificaría por un ambiente muy
poco funcional. Hoy trabajan en
Los Pinos 700 personas, supongamos que se conviertan en unos 500 si López
Obrador cumple su objetivo de reducir en 30 por ciento el número de
funcionarios, de todas formas sería un número muy alto, imposible de
acondicionar y acomodar en Palacio Nacional sin costos excesivos, no sólo
económicos, sino también de eficiencia mínima y seguridad (no sólo personal,
sino también cibernética y de comunicaciones), más allá de los daños que
tendría como edificio histórico. El tema de Los
Pinos no es diferente al del Estado Mayor Presidencial. Esa instancia
gubernamental no puede reemplazarse con 20 ayudantes sin conocimientos
especializados de seguridad. Ese grupo encabezado por Daniel Asaf o el equipo
de logística que dirigirá David León, pueden realizar actividades muy concretas
para el Presidente electo, pero no pueden reemplazar a un cuerpo especializado
con décadas de experiencia que no sólo custodia al Presidente en sus
desplazamientos, sino que además trabaja en tareas de inteligencia, seguridad y
logística para él, para otros funcionarios, para el Estado mexicano y para
visitantes extranjeros, que cuida del patrimonio del Poder Ejecutivo, entre
muchas otras tareas.
Qué bueno que el
próximo Presidente apueste por la austeridad personal y familiar, y está en
todo su derecho de querer seguir viviendo en Tlalpan o luego en el Centro
Histórico, como ha dicho. Pero eso no implica renegar de la seguridad y la
eficiencia. Al contrario: en la medida en que el futuro Presidente haga
funcionar adecuadamente a su equipo, que sea eficiente en su labor, que pueda
trabajar sin lujos pero con certidumbre y seguridad, será como la gente podrá
apreciar y valorar la austeridad y moderación de la que quiere hacer gala.