De la transparencia y otros demonios
CARLOS MALDONADO VILLAVERDE
Jueves 16 de Agosto de 2018 8:04 am
LOS recientes
nombramientos de magistrado, magistrados anticorrupción e integrante del
Infocol, abonan a la más añeja y anquilosada tradición de oscurantismo,
arbitrariedad y falta de interés en que los asuntos públicos sean ventilados a
la luz de la sociedad y no en los pasillos de las componendas partidistas que
propician, sin lugar a dudas, la corrupción. Y voy a empezar
diciendo algo: Mario de la Madrid, Yarazeth Villalpando y Andrés García me
parece que tienen suficientes méritos como para haber sido propuestos, y en un
proceso abierto, tal vez obtener las posiciones que ahora ostentan. En cuanto a
Juan Manuel Figueroa y a Francisco Yáñez Centeno, no los conozco lo suficiente,
pero ya fue ampliamente criticado el nombramiento de Francisco, por haber sido
juez y parte en el proceso, y aunque se hubiera excusado de participar, el
punto es que el conflicto de interés se extiende a todos los integrantes de la
comisión, por la relación con el seleccionado. La falta de
transparencia, máxima publicidad y sobre todo el cambio de paradigmas de
nuestra sociedad, atenta hoy y exigente de las acciones y decisiones del poder,
contrapuesta a la sociedad agachona que heredamos, donde el Presidente de la
República era objeto de culto y veneración, situación que llegó a niveles
francamente ridículos durante el mandato de José López Portillo. A escala
micro, la situación se repetía con el Gobernador de Colima, llegando a su
extremo con Fernando Moreno. Hoy, una sociedad crítica y actuante, exige y
espera que el Gobernador no negocie “en lo oscurito” con los “líderes” de los
partidos que integran el Congreso, ni que entregue una responsabilidad en el
Sistema Anticorrupción para congraciarse con el futuro Presidente de México, a
través de una de las familias que han resultado beneficiadas políticamente con
esta nueva “transición”. El juez octavo de
Distrito en Materia Administrativa de la CDMX, Fernando Silva García, ya
resolvió un amparo contra el Presidente de México –cosa impensable hace algunos
pocos años–, en el que protege a los integrantes del Comité de Participación
Ciudadana del SNA, obligándolo a cumplir estrictamente sus obligaciones
constitucionales en materia de nombramiento de los magistrados anticorrupción. Como afirma Silva
García: “El cumplimiento de la Constitución no está sujeto a negociaciones
políticas, de lo que se sigue que ningún poder organizado y regulado puede
ubicarse por encima del Derecho…”. Más adelante dice: “En el presente juicio de
amparo se cuestiona que el Ejecutivo federal para transparentar y justificar la
idoneidad de las personas que designó para ocupar el cargo de Magistrados
Anticorrupción y que sometió a consideración del Senado de la República para su
ratificación, se limitó a transcribir el currículum vitae de las personas,
señalando la experiencia profesional de cada uno de ellos”. Fue lo mismo que
hicieron aquí. Silva García se
coloca en la posición que le corresponde: la de juez. Recordando a Baltasar
Garzón, el camino es arduo y lleno de escollos, pero alguien tiene que
dignificar el papel de juez y poner sus capacidades al servicio de la sociedad. Así es que Silva
García exige que el Presidente y el Senado deben “rendir cuentas a la sociedad
y justificar el perfil ético y profesional adecuado de los Magistrados
Anticorrupción que ha decidido nombrar para el funcionamiento del Sistema
Nacional Anticorrupción, deberes que se desprenden de una interpretación
teleológica y sistemática de (…) la Constitución Federal”, lo que, como
obligación constitucional que se establece, obliga también al Gobernador de
Colima.
Amparos ya hay
varios y se darán más. El Gobernador y los diputados deben entender que el
procedimiento requiere de transparencia, máxima publicidad y demostración
absoluta e indubitable de la idoneidad de los elegidos para cumplir con las
responsabilidades que se les otorgan. La sociedad no aceptará ni un ápice
menos, ya no es el México de López Portillo ni el Colima de Moreno Peña,
este es el país que exige que la vida pública de las instituciones se cumpla
impecablemente y sin más compromiso que obedecer el mandato del pueblo.