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La palabra del domingo



ÓSCAR LLAMAS SÁNCHEZ

El cuerpo y la sangre de Cristo


Domingo 19 de Agosto de 2018 8:18 am


JESÚS se había presentado como el pan de vida, y hoy amplía su mensaje diciendo: “Y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida”. Los judíos discutían entre sí: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”. Jesús les dice: “Yo les aseguro: si no comen la carne del Hijo del Hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día”.

Jesús cumplió su palabra. En la última cena con sus apóstoles, la víspera de su Pasión, tomo en sus manos el pan, lo bendijo, lo partió y lo dio a sus apóstoles diciendo: “Tomen y coman todos de él, porque esto es mi cuerpo, que será entregado por ustedes”. Después tomó el cáliz con el vino y les dijo: “Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados. Hagan esto en conmemoración mía”.

Así instituyó Jesús la eucaristía y el sacerdocio, para perpetuar por siglos, hasta su segunda venida, el sacrificio de la cruz, confiando a su Iglesia el memorial de su muerte y resurrección. Por eso, la Iglesia ha celebrado siempre la eucaristía, o sea, la misa, todos los días, en todo el mundo, perpetuando el sacrificio de la cruz y alimentándonos con el pan de vida y el cáliz de salvación.

En la santa misa, después de la consagración, el pan y el vino tienen las mismas apariencias externas, el mismo sabor, color, las mismas características materiales, sin embargo, la sustancia ya cambió, ya no es pan y vino, sino cuerpo y sangre del Señor, mediante la palabra de Cristo y la acción del Espíritu Santo.

En la eucaristía, Jesús nos integra a su misión redentora, con esa comunión tan íntima que nos hace uno con su cuerpo, su sangre, su alma, su divinidad. No sólo es una comunión de pensamiento, sino de persona a persona, con toda la densidad del Hijo de Dios que se hizo carne para divinizarnos, para salvarnos.

La eucaristía no solamente se nos da para nuestro consumo personal. No es una devoción privada, sino la fuente de gracia santificante que se nos da para luchar, para crear un cristianismo familiar y comunitario, con apertura para todo el mundo, para que Dios edifique su reino de justicia, de paz y de amor.

Amigo(a): Meditemos profundamente nuestro compromiso eucarístico. Tenemos que vivir la vida de Jesús y comunicar a nuestros semejantes la fe y el amor que brotan sin límites del pan de la eucaristía.