Indicador Político
CARLOS RAMÍREZ
México: El 68 que no existió
Domingo 02 de Septiembre de 2018 8:33 am
LAS efemérides muchas veces tienen más valor
por su significado que por su contenido. En buena parte del planeta se recuerda
el medio siglo de las revueltas estudiantiles, aunque sólo por su recuerdo y no
por sus resultados: los conflictos juveniles en Francia, EU y México tuvieron
una victoria simbólica, aunque en la realidad política resultaron un fracaso,
porque entronizaron a la derecha. Primero una precisión. A comienzos de 1967,
Octavio Paz, ante las rebeliones juveniles en EU por la guerra en Vietnam y el
reclutamiento forzoso, hizo un deslindamiento de objetivos de protesta en tres
puntos concretos: revuelta, rebelión y revolución. La primera era el
estallamiento de la insatisfacción sin objetivos claros; la segunda, mostraba
una respuesta desobediente contra la autoridad; y la tercera, representaba el
cambio violento. Las rebeliones juveniles fueron así, una revuelta, el
estallamiento de la insatisfacción. Respecto a los resultados, Carlos Fuentes
señaló en 2005 que la victoria conservadora ante las rebeliones juveniles había
sido “pírrica”, es decir, contradictoria: ganaron, pero perderían. En Francia,
la izquierda socialista arribó el poder en 1981, casi 3 lustros después de mayo
de 1968. En EU, la protesta logró anular en 1973 el reclutamiento obligatorio,
contribuyó a presionar el retiro de tropas en Vietnam y aceleró la
consolidación de las reformas de los derechos civiles. En México hubo un
proceso de reforma política que condujo a lo que parecía imposible por el
dominio del PRI: la alternancia partidista democrática en la Presidencia de la
República. En México, la rebelión estudiantil fue
caótica y radical, a veces con propuestas incumplibles, con un grupo dirigente
(el Consejo Nacional de Huelga) atrapado en el asambleísmo de decenas de
miembros y con un pliego petitorio antipolicíaco. Comenzó con el enfrentamiento entre pandillas
de una escuela pública y una privada el 22 de julio, que terminó en Tlatelolco
el 2 de octubre, con estudiantes detenidos y asesinados. Y hasta la fecha, sin
pruebas contundentes que expliquen la conclusión. Las elecciones generales de
julio de 1970 le dieron la victoria contundente al candidato del PRI, Luis
Echeverría Álvarez, quien había sido secretario de Gobernación en 1968, por
tanto, corresponsable directo del manejo gubernamental de la crisis
estudiantil. De 1968 a la derrota electoral del PRI en el
año 2000, ocurrió un proceso de reformas en cámara lenta, comenzando,
paradójicamente, con la reforma constitucional del presidente Gustavo Díaz
Ordaz, al bajar la edad ciudadana para votar de 21 a 18 años. Fue significativo
que la mayoría de los estudiantes en la revuelta eran menores de 21 años y no
podían votar. La ley establecía en 21 años el derecho al voto o desde 18 años
si se trataba de personas casadas por la vía civil. Así, la protesta del 68
nunca se planteó el derecho a la ciudadanía: protestaron en las calles sin
derecho al sufragio. El proceso de reforma política democrática en
México del sistema cerrado y autoritario de 1968 al año 2000, se podría
considerar un proceso de transición de un régimen autoritario a uno
democrático. En 1975, Jesús Reyes Heroles, presidente del PRI, le dijo al líder
comunista español, Santiago Carrillo, que México no podía transitar a la
democracia porque no era una dictadura como la de Franco, aunque en los hechos,
en México había un autoritarismo severo de partido dominante y una oposición
controlada. Pero de manera paradójica, a Reyes Heroles le
tocó operar durante 1977-1978 la decisión de revolucionar el sistema de
partidos para abrirle el registro legal a la única fuerza política con una
propuesta alternativa al modelo PRI: el Partido Comunista Mexicano, casi como
reconocimiento a lo que negó años antes: México no era una democracia
equitativa, sino autoritaria, por eso se requirió de esa primera reforme del
poder. A partir de ahí, el PRI de los políticos (Echeverría y López Portillo) y
el PRI de los tecnócratas (De la Madrid, Salinas y Zedillo) fueron realizando
reformas políticas para distensionar las presiones políticas ante la
imposibilidad de ejercer la represión autoritaria, hasta que en el año 2000 el
PRI perdió por primera vez la Presidencia. Los líderes mexicanos del 68 estuvieron en la
cárcel, salieron amnistiados en 1971, muchos se refugiaron en la academia,
otros se incorporaron al gobierno, pocos militaron en partidos de oposición de
la izquierda socialista, hasta que el socialismo del Partido Comunista Mexicano
se disolvió para revivir como Partido de la Revolución Democrática, aunque no
como izquierda, sino como organización neopriista-progresista. López Obrador,
el actual presidente electo, fue producto más del PRI que del 68. Y como para dejar muy claro que el 68
mexicano no existió, con López Obrador llegaron a posiciones de gobierno
algunos personajes del poder priista en 1968: Porfirio Muñoz Ledo (diputado de
López Obrador) dijo dos discursos de apoyo a Díaz Ordaz después de la represión
del 68, Manuel Bartlett Díaz (director designado de la compañía de luz) era
funcionario del Ministerio del Interior. Ellos dos van a convivir con Pablo
Gómez Álvarez, diputado por el partido de López Obrador, líder en 1968 de la
juventud comunista del PCM y preso político. Así, pues, el 68 mexicano estudiantil existió
como protesta entusiasta y revuelta juvenil –no rebelión ni revolución en las
categorías de Octavio Paz–, pero sin ninguna agenda reformista, democratizadora
o coherente. Fue una explosión contra el abuso de fuerza de la policía contra
estudiantes, creció alimentada por el furor juvenil y fue desmantelada con la
brutal represión autoritaria. En todo caso, fue el estímulo inicial para que
las élites priistas optaran por autorreformarse antes que el país estallara. La
reforma llevó a alternancias en los años 2000, 2012 y 2018, por la vía de la
democracia electoral. carlosramirezh@hotmail.com
@carlosramirezh