PejHemonics
DENISE DRESSER
Lunes 03 de Septiembre de 2018 8:07 am
LA historia se repite, porque la primera vez
nadie estaba prestando atención, dice un dicho. Y en estos tiempos de algarabía
por la cuarta transformación, deberíamos estar prestando atención ante lo que
se reconstruye, de formas sutiles y no tan sutiles. Una “real transformación” que –si no tenemos
cuidado– se convertirá en una verdadera restauración de algo que ya vivimos, ya
combatimos. Algo que fue imperativo desmontar para acceder a la democracia, por
más incipiente e incompleta que fuera: un sistema de partido hegemónico, de
gobierno unificado, oposición asediada, contrapesos endebles, presidencialismo
revigorizado y discrecionalidad rampante. Todo eso contra lo cual peleamos en
la década de los 90, con reformas electorales, cambios institucionales y luchas
cívicas. La hegemonía del PRI que ahora se reinventa como la hegemonía de
AMLO-Morena, pero con más fuerza que en el pasado, avalada por 30 millones de
votos. Hombres y mujeres trabajando en el proyecto
de PejHemonics, que busca recentralizar, re-corporativizar, “refuncionalizar
instituciones”, tomar el priismo de los años 30 ó 70 como modelo a seguir. En
pocas palabras, hegemonizar. Todos los días hay decisiones y declaraciones que
lo evidencian. El uso de candidaturas del PT y el PES, para que políticos de
Morena llegaran al Congreso, con la resultante sobrerepresentación ahí. La
manifestación de lealtad incuestionable en la sesión inaugural del Congreso, al
son de “es un honor estar con López Obrador”, minando el papel de contrapeso
que le correspondería. La figura de los delegados estatales,
enviados ostensiblemente para contener la corrupción de los gobernadores, pero
con una clara intencionalidad partidista. Las exigencias de lealtad
incondicional por parte de futuros secretarios a servidores públicos que
trabajarán en sus dependencias. El anuncio de una escuela de formación de
cuadros de Morena, donde se habla explícitamente de diseminar “propaganda”. Los
guiños y alianzas con los amos del mundo sindical, justificados con el
argumento de respetar la “autonomía sindical”. Expresiones tanto simbólicas
como sustantivas de algo que emerge y preocupantemente: el uso de la
legitimidad electoral para emprender antidemocráticas. Un cambio de régimen que no nos debería
molestar, argumentan sus nuevos ideólogos e intelectuales orgánicos. Una
democracia más “real” por plebiscitaria, dicen los defensores del hegemonismo
que no habían nacido durante la época del predominio priista o ya se les olvidó
cuán antidemocrático fue. Por ello, parecen dispuestos a debilitar a las pocas
instituciones autónomas que logramos crear, a violar las pocas normas
cuasidemocráticas que pudimos instaurar. Lo suyo es explotar las prerrogativas
institucionales que su victoria les dio para reescribir o enterrar las reglas
de la transición inacabada; lo suyo es una forma de combate institucional
dirigido a destruir a sus rivales partidistas o ideológicos, sin importar si el
juego democrático continúa o no; lo suyo huele a priismo, pero fundamentado en
las buenas intenciones y la superioridad moral de quienes arribaron al poder. El
ogro filantrópico malo del PRI, sustituido por el ogro filantrópico bueno de
Morena. Pero por más dadivoso y honorable que sea el
ogro morenista actualizado, seguirá siendo un ogro antidemocrático si no coloca
límites a su propio poder. Lo plasman The Federalist Papers: “Al armar un
gobierno... la gran dificultad descansa en lo siguiente: permitir al gobierno
que controle a los gobernados; y paso siguiente, obligarlo a controlarse a sí
mismo”. Cómo domesticarse a sí mismo, cómo prevenir sus abusos, cómo someterse
a ciertos procedimientos y códigos de conducta, cómo castigar a sus propios
miembros si son corruptos o doblan la ley.
Construir lo que el PRI obstaculizó para
asegurar su hegemonía. Construir mecanismos de “horizontal accountability”; de
rendición de cuentas horizontal mediante la vigilancia, las Fiscalías
independientes, los órganos institucionales autónomos, los pesos y contrapesos,
la sanción al poder que se excede. En la era del PejHemonics, el método de
autocontención del poder de AMLO no puede ser solo –como han sugerido sus
colaboradores– su propia conciencia. La historia hegemónica del PRI no debería
convertirse en la profecía repetitiva de Morena, porque cada vez que la
historia se repite, el costo es más alto.