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Despacho político



ARMANDO MARTÍNEZ DE LA ROSA

¿Demócrata?


Miércoles 05 de Septiembre de 2018 9:19 am


PORFIRIO Muñoz Ledo, al que muchos en la izquierda y la izquierda emergente tienen por enorme intelectual y político demócrata, le volvió a negar la palabra, ayer, al diputado Gerardo Fernández Noroña, aunque un día antes se comprometió (está videofilmado) que se la concedería.

A sus 85 años, Muñoz Ledo sigue siendo el mismo político autoritario, afecto a la baladronada, que era cuando elogió al entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz y defendió que hubiese matado estudiantes el 2 de octubre de 1968 en la plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco.

El hoy presidente de la Cámara de Diputados se refería a los opositores al régimen, en 1969, como personas con “indolencia mental”, que sostenían “ideologías con esquemas políticos o culturales que son y fueron de otro contexto”, esto es, la típica etiqueta de que las políticas de izquierda no eran aplicables a México. Echeverría, tan cercano a Muñoz Ledo, lo decía así: “ideologías exóticas”, como si la universalidad del pensamiento humano fuese invento de filósofos desquehacerados. Muñoz Ledo los llamaba “aventureros” presas de “euforias momentáneas”. Retórico sí es.

Expresiones tales contiene el discurso zalamero, típico del lenguaje priista de ese tiempo, que elogiaba a quien ya había asumido la responsabilidad de la masacre del 2 de octubre de 1968. Díaz Ordaz era –para la Historia– un asesino confeso; para el Muñoz Ledo de entonces, el criminal de Tlatelolco era un prohombre de las instituciones, cuyo Informe de Gobierno, el quinto, se erigía en “armonioso conjunto de tesis que interpretan por sí solas los actos del poder público”. ¡Jilguerazo, el hombre!

Entendía que para escalar en la política de ese tiempo, la oratoria zalamera era la cuerda y el mosquetón para un largo rapel que podía llevar, como a él lo llevó, a la presidencia del CEN del PRI y a muchos recovecos más del gran poder casi omnímodo de ese tiempo.

La prepotencia ha sido, qué duda cabe, parte de su personalidad política. El escándalo que a mano armada y briago escenificó en Nueva York, del que culparía –claro– a su chofer, lo marcaría durante mucho tiempo. 

“En 1985, un incidente embarazoso precipitó su regreso a México. ‘Pistola en mano, Porfirio Muñoz Ledo, embajador de México ante las Naciones Unidas, protagonizó anteayer un escándalo en Nueva York’, tituló Excélsior en su edición vespertina del sábado 6 de abril de 1985. Los diarios mexicanos, con base en información de la policía de Nueva York y de diarios sensacionalistas, refirieron que el empresario Steven Goldstein, de 24 años, estacionó su vehículo dejando que su cajuela ocupara 30 centímetros el espacio que tenía reservado Muñoz Ledo frente a su residencia diplomática y éste al llegar colocó su Mercedes tan cerca del auto que no lo dejó salir. Cuentan que al rozar Goldstein el vehículo, Muñoz Ledo salió furioso del edificio donde se había metido y con una pistola rompió la ventanilla derecha de su auto. La nota incluía el testimonio hecho por Goldstein a la policía: ‘este tipo es un animal, se me vino encima blandiendo una pistola, gritando ¡Este sitio es mío!... rompió la ventanilla de mi auto, quedé cubierto de vidrios’”. (Carole Simonnet, Grupo Reforma).

Se lo pregunté, en una entrevista para Diario de Colima, hace décadas, y lo negó, dijo que fue una historia distorsionada para perjudicarlo. Y se enojó por la pregunta. A Muñoz Ledo le molesta el cuestionamiento; no lo tolera. Le hace brotar el duende autoritario que lo habita.

A mí me pareció que a ese Muñoz Ledo y el que en los recientes 3 días le ha negado la palabra en la Cámara al diputado Gerardo Fernández Noroña los sigue habitando el duende del autoritarismo y el gnomo de la fanfarronería.

A nadie ha agredido físicamente, en su condición de político y ahora diputado federal, Fernández Noroña. ¿Por qué Muñoz Ledo lo insultaba ayer llamándolo golpeador? ¿Por qué el presidente de la Cámara invocaba al linchamiento diciendo que quien lo interpelaba no podría contra la mayoría que de inmediato respondió a la campanita del acto reflejo? ¿Ese es el demócrata que va a conducir la cuarta transformación desde la Legislatura?

Puesto del otro lado, quizá ahora entienda –no justifique– a aquellos compañeros y ex compañeros suyos que no lo dejaron “interpelar” al presidente Miguel de la Madrid. Y tal vez le vino a la mente el recuerdo de Miguel Ángel Barberena, marino, que sería gobernador de Aguascalientes, tirándole al paso un fallido volado de derecha a quien ya se decía de izquierda. Mala cosa entonces; mala cosa ahora.


MAR DE FONDO


** “No se llega a Presidente por más sabio. Si no, el mundo andaría mejor”, sostiene José Mujica, ex presidente de Uruguay.