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Filosofía marismeña



RAMÓN LARRAÑAGA TORRÓNTEGUI

Relaciones tóxicas


Miércoles 05 de Septiembre de 2018 9:01 am


PARA darle fin a los conflictos se debe tener una conversación firme, sustentada, razonada, tranquila, sin excesos por parte de ninguna de las personas involucradas. Si a cada momento se discute sin razón, es muestra que no existe prudencia, tolerancia, de que es una relación común y corriente y no de amor, por lo que no durará mucho tiempo, ello ante la falta de satisfacción y exceso en frustración. La ayuda diaria construye relación duradera, el valorar a la persona soporta cualquier palabra mal empleada, construye confianza, ofrece vida digna y seguramente se conviva feliz y satisfecho.

Encontrar una persona que sea libre para una relación de una contraparte libre, es difícil, cuesta trabajo, tiempo, esfuerzo, pero es mejor esperar que mostrarse al acecho, cayendo en el error del primero que se presenta. No es fácil encontrar la persona adecuada para compartir sentimientos e intereses, por ello se debe cuidar y seleccionar escrupulosamente, para evitar peleas futuras sin sentido y degradantes. En una relación de pareja, las peleas son inevitables, pero lo que no debe admitirse son los excesos, ya que para todo existe un límite que no debe ser traspasado.

Es difícil vivir una relación de casados o estar junto a una persona a la que llegas incluso a detestar. Sucede cuando en cada una de tus acciones a tu pareja la critica o culpabilizas. En el caso de las mujeres, el amor no es capaz de florecer junto de un déspota que ejerce dominio absoluto. Un opresor que conduce la relación, se trasforma fácilmente frente a otras personas y dentro del hogar ordena lo que quiere, como si la mujer fuera de su pertenecía.

Muchas de las ocasiones, amenaza y cumple infamias, cuenta sus arrebatos, pero ante la sociedad se presenta tímido, ofreciendo disculpas para cortarle las alas a su crítica, suplica a la mujer y al rato se olvida, según sea la ocasión. Injuria con descaro, se distingue por sus arrebatos, echa culpas, es caprichoso, etcétera. Este tipo de persona se llega a aborrecer con el tiempo dentro de una relación. Al ser propenso a este tipo de actitudes, se le va perdiendo el respeto, el amor y su efecto final se da con el abandono, generado por el odio, deja de agradar y es natural que esto acontezca.

Antes de tomar la decisión de vivir con alguien, es importante quitar todas las dudas que existan sobre su personalidad. Después será inútil tratar en hacerlo cambiar. Cuando la persona es egocentrista, vanidosa, no escuchará y sus ideas prevalecerán sobre cualquier criterio. Es mala elección cuando la persona que lo elige es abierta, preparada, libre, su futura pareja tratará en controlar la relación, y si no alcanza el objetivo, finalizará en pleito cotidiano.

El controlador es persona que por lo general gusta insultar, herir sentimientos, bajar autoestima, es abusiva muy recomendada para persona débil, inestable, impuesta a ser mandada y obedecer. El abusivo no cesará con palabras hirientes, atrevidas, injuriosas, pues ofender, para que la contraparte estalle en lágrimas y así poder disfrutarlo.

Cuando le hables, tapará sus oídos, se mostrará molesto y no le dirigirá la palabra, hasta lograr su objetivo, que por lo común es ejercer poder y doblegar a la otra persona. Si la persona es inteligente y se queda a discutir corre peligro, el grito desesperado es la alerta para salir, dejarla, no quedarse por mayor tiempo; si espera que cambie, es mejor acerque una silla, ya que para su sorpresa esto jamás sucederá. La vida de pareja se construye con un ideal compartido, aprovechando las ventajas de ambos, en un esfuerzo combinado.

Quien domina y abusa en la relación hace que la otra persona pierda inútilmente su tiempo, gaste su energía, se preocupe por la situación, enferme, invierta mal su vida a futuro y termine en analizar que se encuentra en una relación de supervivencia y no de amor. En una buena relación los dos tienen su espacio, opinión, disfrutan convivir, intercambian caricias, frases agradables, se tocan, respiran, dan, pero sobre todo se respetan y valoran la individualidad de cada uno.