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Despacho Político



ARMANDO MARTÍNEZ DE LA ROSA

Sin sermones


Viernes 07 de Septiembre de 2018 9:31 am


1.- FUE capturada por la policía de la Ciudad de México una pandilla de niños y adolescentes, a quienes la resaca social podría llevar a convertirse en carne de cañón de bandidos más experimentados, sicarios del narco o de políticos en decadencia.

Su método de asaltar era burdo: cerraban una calle y los conductores de carros que quedaban atrapados eran las víctimas imposibilitadas de escape. Los imberbes portaban armas de juguete. Tuvieron suerte de que ninguna de sus víctimas llevara arma de fuego.

En tiempos en que la concentración brutal de la riqueza genera distanciamientos mayores entre las clases sociales, rompiendo así cualquier asomo de tejido social, daña el ingreso de las así llamadas “clases medias” y ahorca a las familias proletarias, prolifera el lumpen proletario, un marginado sin empleo y sin conciencia de quiénes le ha torcido la vida.

Si casos como ese pasaron de ser la gran noticia en tiempos de la revista Alarma! a escenas de nuestra cotidianidad nacional –recuérdese al niño sicario o la pasmosa amoralidad de personajes como El Pozolero que disolvía, con la naturalidad de quien cocina una sopa, cadáveres de ejecutados por un cártel–, es tiempo de citar a Shakespeare en paráfrasis: Algo está podrido en México.

Tampoco hemos perdido la brújula, porque por suerte todavía nos estremece la respuesta de los padres de unos de esos minibandidos. Para ellos, los asaltos cometidos por sus hijos “son travesuras”. Cuando se escucha estupidez semejante, uno acaba de entender que la podredumbre nacional la arrastran varias generaciones y que por eso es tan fácil que haya sicarios dispuestos a matar por mil pesos.

2.- Cuando hablo de asombros, también me refiero al mundo de pretensiones heroicas de los políticos, de todos, cualesquiera los colores con que se cubran o los que improvisen en el oficio de camaleones, que algunos dominan, como Manuelito Velasco, el gobersenador de Chiapas, por ejemplificar con el ilusionista del momento.

Son salvadores de la patria y hasta de nosotros y nuestras pobres almas. A mí sí me asombró que Andrés Manuel López Obrador convocara a tres o cuatro padres de las buenas conciencias a redactar una “Constitución moral” para decirles a los ciudadanos, a los “preciudadanos” y, ya encarrerados, al país entero cómo debe comportarse.

Estos nuevos padrecitos de la iglesia laica aspiran a suplir a los representantes de Cristo en la Tierra, porque la Iglesia Católica ha fallado en la misión de difundir la palabra de Dios en la medida que muchos de sus sacerdotes, obispos y cardenales han resultado las más descarriadas ovejas cuando su papel era de pastores. Eso, aun a despecho de numerosos presbíteros que probadamente son buenos cristianos y ejemplares clérigos, de los cuales conozco y respeto a varios, no muchos, en Colima.

Ofrecerá AMLO una “Constitución moral”, con su moral, claro, la particular de él y de sus convocados, cualquiera que sea esa, para guiarnos en el camino del bien, la virtud y la rectitud. ¿Ya se habrán dado cuenta los constituyentes de la moral que seremos gobernados por AMLO, pero no somos sus hijos para que nos reglamente la conducta personalísima? 

La gobernanza no es, ni debe ser, prédica de la moral personal, si bien el acto de gobernar debe ser profundamente limpio, impecable, impoluto, para que ni las manos ni el espíritu del gobernante se manchen de sangre, ni de dinero ajeno ni de privilegios. 

Nos aclaran que no será obligatoria la observancia de la “Constitución moral”. ¡Nada más eso faltaba!

3.- La moral es asunto personal, de convicciones íntimas, de formación vital, que proviene de hechos, no de sermones. Se forma generalmente en el hogar y se coteja con los hechos, con todas sus raíces sociales. Puede haber muchas morales, aunque no sean, ni con mucho, relativas. Y pueden convivir entre sí, cuando hay leyes laicas, civiles, que regulan los límites de los derechos y fijan los cotos de las obligaciones. La moral de un católico puede coincidir con la de un ateo o diferir mucho de la de otro creyente. Eso no es materia de la política ni de la gobernanza, a no ser que nuestro Estado se convierta en teísta, como los intolerantes y dictatoriales Estados islámicos.

4.- “En épocas de reacción triunfante, los señores demócratas, socialdemócratas, anarquistas y otros representantes de la izquierda se ponen a desprender, en doble cantidad, emanaciones de moral, del mismo modo que transpiran doblemente las gentes cuando tienen miedo. Al repetir, a su manera, los Diez Mandamientos o el Sermón de la Montaña, esos moralistas se dirigen, no tanto a la reacción triunfante, cuanto a los revolucionarios perseguidos por ella, quienes, con sus ‘excesos’ y con sus principios ‘amorales’, ‘provocan’ a la reacción y le proporcionan una justificación moral.

“Hay, sin embargo, un medio tan sencillo y seguro de evitar la reacción: el esfuerzo interior, la regeneración moral. En todas las redacciones interesadas se distribuyen gratuitamente muestras de perfección ética.

“La base de clase de esta prédica falsa y ampulosa la constituye la pequeña burguesía intelectual. La base política son la impotencia y la desesperación ante la ofensiva reaccionaria. La base psicológica se halla en el deseo de superar el sentimiento de la propia inconsistencia, disfrazándose con una barba postiza de profeta”. (Lev Davídovich Bronstein, Trotsky, en el libro Su moral y la nuestra.)