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MOMENTOS



EVA ADRIANA SOTO FERNIZA

La Pulga


Sábado 08 de Septiembre de 2018 9:04 am


EL reciclaje no es realmente tan actual como se piensa; lo moderno es la palabrita: reciclar. Básicamente nos sugiere evitar el desperdicio, mayormente en esta época consumista en la que las cosas se usan y se tiran.

El mundo se está convirtiendo de esta forma en un basurero gigantesco, y para que lo sepan, si es que todavía no están enterados, el espacio exterior, la estratosfera, también tiene su basura orbitando alrededor del planeta; basura que por supuesto hemos dejado los humanos. Así que si nos remontamos al pasado, este concepto acerca de lograr que las cosas duren hasta que se acaben, ha permanecido con la humanidad desde tiempos inmemoriales.

En lo personal, guardo un atractivo recuerdo sobre mi niñez: el ropavejero. Este personaje era un agente reciclador; pasaba gritando algo así como “cambio cosas viejas por nuevas”. Sí, tal como la canción de Crí-Crí, y era muy emocionante ver cómo cargaba un gran “tambache” lleno de las cosas más diversas, desde adornos de cerámica, lámparas, floreros y hasta planchas. Artículos todos nuevos que cambiaba por cosas viejas, sobre todo ropa.

Se desarrollaba entonces un hábil estire y afloje con el “cambista”, para conseguir que se llevara el montón de “viejencias” y dejara a cambio lo mejor de su mercadería nueva. Muchos años después de desaparecido este oficio, me lo recordaban una pareja de chinitos de brillante cerámica que mi mamá consiguió en uno de esos habilidosos intercambios, y que sobrevivieron a niños, perros y temblores sobre el frágil equilibrio de una mesita de sala. Según un refranero español: “El tiempo, el ropavejero: se lleva los días viejos y los vende nuevos”.

Pero también hay una forma encantadora para reciclar y creo que llegó para quedarse: el mercado de La Pulga. La más conocida referencia a este curiosa manera de reciclaje la tenemos en el antiguo Mercado de Las Pulgas de París. De hecho, ahí se originó el nombre con el que se conocen casi todos los mercados de este tipo diseminados por el mundo. La historia quiso que un buscador de gangas desconocido, mientras contemplaba los escaparates de chatarra y viejos harapos gritara: “Doy mi palabra que es un Mercado de Pulgas”, eso quería decir que la mercancía que se vendía era cuanto menos dudosa y que la ropa vieja que revendían los “traperos”, probablemente se vendía con “pulgas incluidas”.

El origen de este comercio fueron, pues, los “traperos”; también nombrados de una forma poética, “pescadores de la luna”, porque recorrían la ciudad durante la noche, buscando objetos tirados a la basura que después revendían en los mercados. El nacimiento oficial de tal mercado fue en 1885, en la ciudad de Saint-Quen, anexada a la ciudad de París. Con el tiempo se empezaron a vender antigüedades, y en la actualidad, más que vender ropa usada, se consiguen artículos de lo más raro, todos con cierto valor intrínseco y atractivo para la gente actual, por el contenido de historia que conservan.

Y para no ser menos que los parisinos, aquí también contamos con un mercado así, sólo que para abreviar, o quizá por nuestra tradicional flojera, le llamamos La Pulga. Nuestra economía tercermundista se adecuó al concepto, y aunque no se encuentran antigüedades valiosas, sí ha sido de gran ayuda para equilibrar un poco las finanzas de un gran sector de la sociedad. Aunque también contribuye al reciclaje de objetos, ya que es una ingeniosa manera de allegarse, a buenos precios, artículos que otros ya no necesitan y que todavía pueden ser de utilidad.

La “mosca en la sopa” viene a ser que últimamente este floreciente mercado está pasando de ser Mercado de Pulgas a tianguis comercial. Hay “agandalle” de lugares por personas que no cumplen con el verdadero propósito de un lugar como éste, que recicla y vende objetos de segunda mano a precios módicos, de pulga, pues.

Una especie de mafia se ha estado apoderando del uso y destino de este sitio, convirtiéndolo poco a poco en un espacio de comercio informal y orillando, literalmente, a los que verdaderamente van a vender cosas de medio uso, lejos de las instalaciones techadas y a pleno rayo del sol, en ocasiones de forma agresiva y hasta con amenazas. Los tiempos están para proteger a quienes han sido y son verdaderos “pulgueros”, porque además son quienes más lo necesitan. Atención, Iffecol.


bigotesdegato@hotmail.com