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El tucán morenista y la cuarta restauración



JOSÉ ANTONIO CRESPO


Lunes 10 de Septiembre de 2018 8:57 am


CUANDO el martes se anunció que se había rechazado la licencia de Manuel Velasco –el impresentable personaje que simboliza mucho de aquello contra lo que se votó en la elección pasada–, muchos celebraron los vientos del cambio en el Senado. La cuarta transformación estaba en marcha. Pero de pronto vino el cambio de viento y de señales, para revivir viejas prácticas que los obradoristas condenaron en los partidos de la mafia. “La línea es que no hay línea”, decían en el pasado los priistas y reviven hoy los morenistas.

Los protagonistas dijeron que no hubo línea, y además que los cinco diputados Verdes ahora en Morena no fueron moneda de cambio por la licencia a Velasco. Pero dado el origen priista de unos y otros, sus palabras no resultan creíbles en absoluto (aunque sigue habiendo muchos ilusos que les creen porque quieren creerles, o que justifican lo la línea con espectaculares marometas discursivas). En cambio, López Obrador prefirió callar a pregunta expresa, y ya después también lo negó. La línea es que sí hay línea, pero hay que disimularla.

El viejo presidencialismo va, y si bien no es idéntico al del PRI –pues nunca un hecho social es idéntico a otro (Weber dixit)–, sí es muy parecido. Está, desde luego, la alianza con el Partido Verde, ese que todos los partidos opositores en 2015 (Morena incluido) exigían se le retirara el registro por violación sistemática y recurrente de la ley, pero que un INE blando dejó pasar. Mas no debe sorprender dicha alianza; Morena ha aceptado diversas figuras impresentables de todos los partidos, vinculados a todo aquello que se condena: neoliberalismo, Fobaproa, Pacto por México, PRIANRD, etcétera. No importa su pasado, sino que aporten algo a la causa de AMLO. El Verde ya le dio mayoría absoluta en la Cámara; un “pacto barato”, dijeron los verdes.

Morena adquiere además un partido satélite (lo que siempre ha sido el Verde), como el PRI tuvo los suyos en sus buenos tiempos. Aunque ya dijo que en diputados estará con el PVEM y en el Senado con el PRI; esquizofrenia satelital. Al parecer, lo que le molestaba a AMLO de los “alcahuetes y lacayos de la mafia”, es que no estuvieran a su servicio. Ahora, cada vez tendrá más (como los del Tribunal Electoral, que también ya son reciente adquisición).

Además de la incongruencia y el atropello a la ética que Morena presentaba como su distintivo, hay en la licencia a Velasco una posible violación constitucional. No es sólo el derecho a la licencia del senador-gobernador, como lo argumentó Ricardo Monreal, pues en tal caso no requeriría el voto mayoritario del Senado, sino que el permiso se otorgó para violentar la Constitución. El artículo 116 impide que un ex gobernador pueda regresar a ese cargo bajo ninguna modalidad. Si se cambió la Constitución de Chiapas para ese propósito, la federal lo prohíbe. Y está sujeto a interpretación el artículo 125, que dice: “Ningún individuo podrá desempeñar a la vez dos cargos… de elección popular (federales o no)… pero el nombrado puede elegir entre ambos el que quiere desempeñar”.

Desde luego la palabra desempeñar se podría interpretar como “ostentar” (en cuyo caso estaría prohibido ser senador con licencia y al mismo tiempo Gobernador interino de sí mismo), o bien como “ejercer”, en cuyo caso sí se puede ser senador con licencia y Gobernador en funciones. Caben las dos interpretaciones, y los políticos siempre se basarán en la que les conviene. Pero en este caso, la ventaja tramposa o abusiva de Velasco fue avalada por el partido que se presenta como distinto a los demás, por su congruencia ética, por constituir un “referente moral” (sin la cual, decía AMLO, no valdría la pena fundarlo), por ofrecer un “cambio verdadero” que por ahora parece más bien un cambio de siglas. En todo caso, el nieto del PRI aprendió bien las mañas y trapacerías de su abuelo.


*Profesor afiliado del CIDE


Twitter: @JACrespo1