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GLENDA LIBIER MADRIGAL TRUJILLO
De trivialidades y horror
Viernes 14 de Septiembre de 2018 8:06 am
MIENTRAS diputados federales y senadores
discuten de a cuánto serán las reducciones de sus salarios y prestaciones, así
como la forma en que se van a alimentar durante el tiempo que permanezcan en
sus sedes legislativas, en Veracruz, cientos de familiares de desaparecidos
buscan los restos de sus seres queridos entre 174 cráneos encontrados en una
(otra más) fosa clandestina. Esa es la justa diferencia del México de hoy.
La alta clase política perdida en trivialidades tales como empezar a
acostumbrarse a servirse el café o el agua y comprar sus propios alimentos, y
una sociedad dolida que no termina de llorar a sus muertos, o perdida en un
peregrinar interminable en busca de sus desaparecidos. Acaso para empezar a tener la clase política
que necesita el pueblo, una responsable, capaz, honesta y comprometida, se
tengan que dar los primeros pasos, por más vergonzantes que sean, como
acostumbrar a los integrantes de las Cámaras legislativas a no seguir medrando
del presupuesto público para tener servicios de camareros y edecanes que les
lleven a sus curules cuanto les plazca de comer y beber. Acaso se debe empezar
por desacostumbrar a esos señores y esas señoras a no alimentarse más a costa del
erario y empezar a preparar su comida en casa o a comprarla en la calle con
dinero de su propio bolsillo, como lo hace, todos los días, la gente común que
trabaja. Mientras, en ciudades, calles, brechas y
caminos, otra parte de México, el abandonado a su suerte, llora y busca, se
duele y agoniza de a poco, con cada fosa clandestina que se descubre y se abre
a su escrutinio para que mediante restos de cuerpos o de ropas tengan la
oportunidad de localizar a sus seres queridos. Según reporte de la Comisión Nacional de
Derechos Humanos, de 2007 al 31 de agosto del presente año, en nuestro país se
habían localizado un mil 306 fosas clandestinas, donde se encontraron cerca de
3 mil 800 cuerpos o sus restos. A ese horror hay que sumar la fosa descubierta
el pasado 6 de septiembre en Veracruz, con 174 cráneos. Para la CNDH, las fosas clandestinas existen
como consecuencia “de la falta de procuración de justicia pronta y expedita,
que lejos de producir investigaciones eficaces y sustentables para la
localización de víctimas y el ejercicio de la acción penal contra los
responsables, en la mayoría de los casos sitúa a los agraviados y a sus
familiares en estado de abandono”. Así de claro y de crudo. En el sufrimiento y el dolor que cargan a
cuestas los familiares de desaparecidos habría que poner más atención, pues van
por la vida no sólo con la pena de no encontrar rastros, también cargan con la
decepción de no sentirse apoyados, acompañados por las autoridades. Por eso no extraña que María Elena Herrera,
madre de cuatro hijos desaparecidos y fundadora de la Asociación Civil
“Familiares en Búsqueda”, dijera recientemente que ella está dispuesta a
otorgar el perdón a quienes se llevaron a sus hijos, como lo ha pedido el
presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, para, según dice, pacificar al
país. Pero el perdón no lo daría María Elena por
nada. A cambio, pide que le ayuden a dar con el paradero de sus hijos y de
todos los familiares desaparecidos de otras personas que, como ella, están
buscando desde hace años o meses a sus seres queridos. El trueque, explicó la
activista, es perdón a cambio de trabajo y resultados por parte de las
autoridades. Las familias de las personas desaparecidas
quieren atención institucional. Necesitan saber dónde están, cuál fue el
destino de sus seres queridos, porque de otra manera jamás encontrarán la paz.
Si para poner atención a estos grandes
problemas que tienen a la población sumida en el miedo y la zozobra, primero
tienen que aprender los nuevos miembros del Congreso de la Unión a valerse por
sí mismos hasta para ingerir alimentos, y si nimiedades tales servirán para
empezar a bajar los altísimos niveles de dispendio y corrupción, esperemos,
pues, que pronto empiecen a modificar sus conductas y a poner en práctica los
cambios prometidos.