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Contextos



RAÚL JUÁREZ ALBARRÁN

Tercer ciclo


Sábado 15 de Septiembre de 2018 9:33 am


EL tercer ciclo nos lleva a pensar en la cuarta trasformación de la democracia en nuestro país. La política y el poder coexisten por sí mismos, de tal forma que para entender dicha duplicidad tengo que ir a cuatro textos básicos; no son los únicos que en lo personal me han dado luz para el “análisis político” del sistema de partidos.

El primero es El arte de la guerra, de Sun Tzu, escrito hace aproximadamente 2 mil 500 años. Lo cito, porque lo adecuo a una frase que me gusta y reza así: “En la guerra y en la política, todo se vale”. El autor señala que la guerra se basa en el engaño y en la confusión del enemigo. Toda analogía con lo que ocurre en las campañas políticas actuales es mera coincidencia.

El analista militar chino dice que los generales con sus ejércitos se “ajustan a las condiciones”. Lo relaciono con los problemas que pretenden resolver los políticos, previos a la asunción del poder y una vez en el mismo. Defender las ventajas, como “lo bueno cuenta”, y aprovechar las oportunidades para tener el control, tales como disminuir la brecha entre pobres y ricos, mejorar la distribución del ingreso, crear mejores empleos, promover la inversión, etcétera. Muy importante, a mi modo de ver, es lo que dice respecto a quien comanda el ejército. Dos cosas: primero, debe contar con claridad y visión, e ir conformando liderazgos sólidos. Te lo digo Juan, para que lo entiendas Pedro.

En seguida voy con dos florentinos que mucho han tenido que ver con la ciencia política. El primero fue Nicolás Maquiavelo, con su obra El Príncipe, escrita en 1513, en la que le dice al príncipe cómo se debe gobernar sin la moral y sin la religión. La conservación del Estado se sustenta –señala– en acabar con las leyes de los vencidos, sin trastocar las libertades del ciudadano acostumbrado a la libertad. Actualmente diríamos que sin vulnerar sus Derechos Humanos.

Me quedo con el ejercicio de la política cuando contradice a la moral y a la religión. El príncipe (gobernante) debe ser objetivo, dejar los sentimientos a un lado cuando de poder se trate. Benito Juárez, liberal como era, dijo: “El respeto al derecho ajeno es la paz”. Lo que es de Dios al cielo y lo de la tierra a lo suyo.

El también florentino (italiano) Giovani Sartori escribió una obra que es clásica, Partidos y sistemas de partidos, traducida al español en 1980. En su obra habla de tres tipos de democracia: la política, la social y la económica. La democracia política es la estructura central, de ahí parten la social y la económica. Desmenuza los tres conceptos y determina que la democracia pertenece a la política y que ésta se establece en la sociedad mediante la reflexión y la crítica que surge de la información. 

Cuando el politólogo italiano visitó nuestro país en 2015, dejó en claro dos conceptos que aún no terminan de digerir los encargados de hacer política. Para eliminar la corrupción –señaló–, se requieren dos cosas: voluntad y valor político. Yo agregaría: hacer y no hacer como que parezca ser.

Por último, y no menos importante, es el libro El arte de gobernar, un manual para hacer un buen gobierno, texto de conocido poeta colimense, en el que trata de responder varias preguntas, una de la cuales dice: ¿Cómo tendría que ser el político de hoy? Para ello, se remonta a la sabiduría de algunos teóricos de la filosofía política, aparte de los ya mencionados: Hobbes, Tocqueville, Hegel, Kant, por citar algunos.

En el “Espejo de príncipes”, tal vez emulando a Maquiavelo, señala algunos consejos prácticos y visiones generales sobre el arte (hacer) política. En el apartado de “Perfiles políticos”, hace un recorrido de los filósofos que han influido en la historia de la política: Platón, Aristóteles, Marco Tulio, Cicerón, Bertrand Russell, entre otros. 

Para hacer realidad la cuarta transformación democrática, encontramos en Steiner (página 60) algo sobre cómo la reflexión y la crítica se vuelven indispensables para consolidar la democracia; dice “dar la espalda a la discusión de los asuntos públicos afecta tarde o temprano nuestra vida privada, es una irresponsabilidad ciudadana que finalmente impedirá quejarnos cuando las circunstancias nos sean adversas de nuestra propia precariedad”.