Diálogos psicológicos
ALFONSO CHÁVEZ URIBE
La invisibilidad de la violencia
Domingo 16 de Septiembre de 2018 8:40 am
HACE días leí una carta que una mujer le
dirige a su pareja. Casi desde el principio sus líneas destilan enojo, rencor,
pero sobre todo una profunda decepción y una honda tristeza. Incluso en algún
punto señala su desconcierto ante la situación, no alcanza a comprender cómo la
persona que dijo amarla, se convirtió en su “peor enemigo”, y por increíble que
parezca, hay momentos en los que parece asumir la “responsabilidad” por ello.
Pero en realidad esto no fue lo que llamó mi atención, lamentablemente eso lo
escuchamos casi todos los días en la terapia, es con lo que hay que trabajar,
lo desconcertante fue que de pronto en un párrafo, en una línea, dice: “Te
agradezco que nunca me pegaste”. Esto, sin duda, plantea una interrogante,
¿qué estamos entendiendo por violencia? En el imaginario de la mayoría de
nosotros, la palabra se asocia al maltrato físico: golpes, moretones, sangre,
huesos rotos… muerte. La palabra “violencia” indica una manera de proceder que
ofende y perjudica a alguien mediante el uso exclusivo o excesivo de la fuerza
física. En ese sentido, “violentar” significa ejercer dicha fuerza a alguien para
vencer su resistencia, forzarlo de cualquier manera a hacer lo que no quiere.
Sin embargo, centrarse en el uso de la fuerza física omite otras violencias en
las que ésta no se utiliza y cuyos efectos producen tanto o más daño que la
acción física. Debe quedarnos claro que la descalificación,
la intimidación, la ignorancia, el rechazo, entre otras, vividas de manera
sistemática, cotidiana, producen un dolor agudo, sordo, que finalmente llevan a
la desposesión y el quebrantamiento de la identidad que nos constituye como
sujetos, como personas. La violencia transgrede un orden que se supone debe
existir en las relaciones de pareja, se impone como un comportamiento
relacional represivo, irracional, opuesto a un vínculo en donde se prioriza la
palabra, los afectos, el cuidado, el sostén. Susana Velázquez señala que uno de
los efectos más traumáticos de este tipo de violencia es la desestructuración
psíquica, misma que perturba los aparatos perceptual y psicomotor, la capacidad
de raciocinio y los recursos emocionales de las personas agredidas,
impidiéndoles, en ocasiones, reaccionar adecuadamente a los ataques. Se hace necesario, por tanto, hacer visible
la violencia en todas sus manifestaciones. Es urgente tomar consciencia que las
relaciones de pareja deben de estar basadas en el respeto mutuo, la confianza,
el apoyo, la lealtad… y por supuesto, en el amor, y no en el miedo, la
agresión, la ignorancia, el dolor o, literalmente, dormir con el enemigo. Se
hace necesario comprender que no hay
“violencias chicas” o “violencias grandes”, la violencia es violencia y
punto. De verdad, por ejemplo, que yo no veo el “cariño” por ningún lado a
expresiones como: gorda, vieja, prieta o chaparra… ¿será que exagero? No podemos seguir escondidos bajo el
argumento de que son “cosas íntimas”, un asunto “entre dos”. Lo que no se
nombra no existe, es importante nombrar la violencia, conceptualizarla,
categorizarla, mirarla en todas sus formas. Para darle una existencia real, es
imprescindible que no quede reducida a experiencias individuales, casuales o
una “exageración”. Mientras las violencias sigan invisibles, se consideren
“naturales”, como una “dificultad para manejar o resolver los conflictos” o
como un asunto entre muros, se legitima y se justifica el abuso, el maltrato como
una forma habitual de la relación entre mujeres y hombres. Por lo tanto,
definir la violencia contra las mujeres implica describir una multiplicidad de
actos, hechos, y omisiones que las dañan y perjudican en los diversos aspectos
de sus vidas y que constituyen una violación a sus libertades fundamentales. Hace años apareció un eslogan que decía: “El
amor no duele, y si duele no es amor”, nada más cierto que esto. Así que, por
favor, si a usted le duele amor, mire con cuidado lo que ocurre, haga lo que tenga
que hacer y, sobre todo, deje de guardar silencio… *Integrante del Colegio Colimense de
Psicólogos A. C.
colegiopsicol@hotmail.com