Indicador Político
CARLOS RAMÍREZ
EU: Golpe de Estado en curso
Domingo 16 de Septiembre de 2018 8:38 am
NADIE en su sano juicio podría tener simpatía
alguna por el presidente Donald Trump, pero también toda mente analítica debe
aceptar una realidad: el cargo de POTUS –acrónimo de President of the United
States– no se ejerce para gobernar como Santa Claus, a menos de que se tenga la
neurosis de megalomanía y egolatría como Barack Obama. En la actualidad, el cargo de Presidente del
principal imperio mundial exige todos los defectos y casi ninguno relacionado
con la bondad. Por eso es que todo análisis político estratégico sobre Trump
debiera de relacionar al sujeto político con el objeto del poder. El repudio a
los estilos agresivos, arrogantes, majaderos, racistas y hasta estúpidos
–necio, falto de inteligencia, según la Real Academia Española–, son parte del
ejercicio del poder imperial. Centrado en el carácter de Trump, en Estados
Unidos hay en curso un proceso de golpe de Estado para deponerlo del poder. No
es nuevo. Antes de las elecciones de noviembre de 2016, un articulista de The
New York Times dijo que si Trump ganaba las elecciones, no habría más camino de
un golpe de Estado. Trump ganó y va para 2 años de gobierno con el
establishment liberal –de corte imperial– en contra. El problema, sin embargo, es que los ataques
contra Trump quieren hacer aparecer un imperio bueno y un imperio malo. Los
liberales alabaron a la hija del senador republicano, John McCain, porque
impidió la presencia de Trump, entonces ella y su padre fueron elevados a la
calidad de héroes. McCain, hay que recordarlo, fue un piloto capturado por
Vietnam del Norte, torturado y regresado a Estados Unidos en un intercambio de
prisioneros. Lo que parece olvidarse es que McCain fue
héroe de un ejército invasor imperialista, que representó los intereses del
capitalismo estadounidense, en la disputa de la guerra fría y en el sudeste
asiático que dejó un millón de muertos vietnamitas. En consecuencia, McCain
adquiere la dimensión de héroe en la comunidad ultraderechista que apoyó la
invasión estadounidense de Vietnam. Pero con tal de usarlo contra Trump, McCain
se convirtió en el símbolo de los liberales estadounidenses... imperialistas. Lo mismo está ocurriendo ahora con el libro
Fear: Trump in the White House (Miedo: Trump en la Casa Blanca), del periodista
Bob Woodward, conocido por su papel como reportero investigador en el caso
Watergate de mediados de los 70. El Trump que pinta Woodward no es desconocido,
todos esos desplantes ya se sabían. Pero leído con frialdad, ha habido casos
similares: las corruptelas de John F. Kennedy y su obsesión por el sexo; los
estados de ánimo y capacidad de insultar de Richard Nixon; las guerras sucias
de Reagan; los escándalos sexuales en grado de violación de Bill Clinton y sus
errores que prohijaron el terrorismo de Al Qaeda; los encierros de Bush Jr. al
grado de ahogarse con un pretzel; los desplantes de egolatría de Obama, además
de las decisiones “racionales” para mantener la guerra en Afganistán; y el
asesinato de Osama Bin Laden sin juicio legal. El problema en Estados Unidos no es Trump,
sino la estructura imperial de un país dedicado a explotar a los demás,
dominado por la cultura de la violencia y el consumo de drogas. Lo dijo, en un
acto inconsciente, el propio Obama: Trump es un efecto, no la causa. La causa,
en efecto, es un imperio, sus exigencias de dominación, el capitalismo en
crisis y la explotación de los demás. Trump no ha presentado una forma de gobierno
diferente; hay que recordarlo, es la del puritanismo imperial, racista y
criminal que fundó el imperio, que asesinó a 10 millones de indios que poblaban
las praderas, que le quitó a México la mitad de su territorio. En la misma Casa
Blanca, hoy con Trump, que llevó a los liberales a iniciar guerras en Cuba,
derrocar gobiernos en América Latina, aplastar democracia, inventar dictadores
y convertir a las transicionales en un ejército económico para trasladar
riquezas a Estados Unidos. Lo que parece molestar de Trump al
establishment liberal no es su imperialismo como ideología, sino sus modos,
como revela Woodward. Las élites estadounidenses no han podido cogobernar en
estos 2 años de Trump, aunque la economía ha despegado de manera sorprendente.
Esas élites quieren un Trump sometido a los estilos liberales de explotar
riquezas, pero ofrecer algunos ligeros paliativos. Se olvida que el mayor
número de hispanos deportados con violencia de EU se hizo durante los 8 años de
Obama. Obama, por cierto, no fue elegido por el
color de su piel o por representar a los pobres, sino porque el establishment
le dio la función de salvar al capitalismo. Y en sus 8 años, las empresas florecieron,
aunque aumentaron los pobres, marginados y drogadictos. A Bush los liberales le
creyeron sus mentiras para la ofensiva imperialista petrolera contra Irak y
Afganistán, sin olvidar que los senadores liberales progresistas, Hillary
Clinton y Barack Obama, aprobaron la guerra de Bush contra Irak sin el aval de
la ONU. Trump no merece estar en la Casa Blanca, como
tampoco merecieron estar Kennedy, Nixon, Reagan, Clinton, Bush Jr. y Obama.
Pero estuvieron para cumplir con los objetivos de engrandecimiento del
imperialismo. Por ello es que la lucha del establishment liberal contra Trump
no busca cambiar el enfoque imperial de la Casa Blanca, sino mantener los
intereses de dominación, explotación y racismo con hegemonía liberal. Por ello, hay que recordar que McCain fue un
héroe del imperialismo militar que invadió Vietnam, que las locuras del poder
narradas por Woodward forman parte de los requisitos para llegar a la Casa
Blanca. Sólo que Trump no ha pactado con el establishment liberal y que por eso
quieren deponerlo. indicadorpoliticomx@gmail.com
@carlosramirezh