Corazón roto
DENISE DRESSER
Lunes 17 de Septiembre de 2018 7:37 am
SOMOS los “corazones” de AMLO. Dice
querernos, dice apreciarnos, dice que nos tiene cariño. Y se le agradecen esos
sentimientos al Presidente electo, empeñado en reemplazar el pugilismo de la
polarización con la paz de la cuarta transformación. Ya no se trata de puños
alzados, sino de manos tendidas; ya no busca confrontar, sino perdonar; ya no
desea pelearse, sino congraciarse. El candidato va enfrentando realidades que
lo limitan, cercos que los constriñen, poderes fácticos que lo llevan a
rectificar. Y quizás en algunos temas ese viraje pragmático sea loable, pero en
los temas de justicia e impunidad, los posicionamientos lopezobradoristas no
ensanchan el corazón, lo encogen. Como cuando declara que Rosario Robles es un
“chivo expiatorio” y las acusaciones en los medios son sólo “un circo”. Como
cuando afirma que no habrá “persecuciones” en su contra. Como cuando argumenta
que si se dedicara a encarcelar a los corruptos del pasado, no alcanzarían las
cárceles del país. Mandando así señales encontradas, contradictorias, ambiguas
sobre el tipo de justicia que se impartirá en su sexenio. Distanciándose así de
una de las exigencias sociales más apremiantes que ayudó a propulsarlo al
poder. El fin del pacto de impunidad sexenal. El principio de una justicia
capaz de investigar y sancionar la corrupción, no utilizada para taparla.
Colocando el peso de la responsabilidad sobre un Poder Judicial que continuará
los procesos en curso, pero afirmando –al mismo tiempo– que no le interesa
perseguir el pasado. Lo suyo no es la venganza, lo suyo es ver para delante; lo
suyo es “no quedarnos anclados nada más en el periodo de la corrupción”. Parecería, entonces, que manda el mensaje que
hemos escuchado desde hace décadas: “No te preocupes, Rosario”; igual a “No te
preocupes, Carlos Salinas”; idéntico a “No te preocupes, Jorge Hank Rhon”;
similar a “No te preocupes, Niño Verde”; parecido a “No te preocupes, Manlio
Fabio Beltrones”; copia al carbón de “No te preocupes, Emilio Gamboa”;
semejante a “No te preocupes, Manuel Velasco”. Una larga lista de personajes
involucrados es acciones, transacciones, negociaciones y licitaciones, que
fueron construyendo el andamiaje judicial ideado para protegerse los unos a los
otros, encubrirse los unos a los otros. Expulsar de vez en cuando –mediante “actos
espectaculares”, como los llama AMLO– a algún miembro de la casta de
connivencia de la cual Rosario Robles ha formado parte. Usar a la PGR como
instrumento de persecución política y no como vehículo para la persecución
penal. Ese ha sido el patrón, y precisamente se eligió a López Obrador para
romperlo. Hay indicios de que el nuevo gobierno se
encamina hacia allá cuando negocia con el colectivo #FiscalíaQueSirva, para
construir una nueva institución que reemplace a la PGR. Cuando con insumos de la
sociedad civil propone una Ley Orgánica que creará una Fiscalía especializada
en delitos de corrupción. Pero contradice esas señales de avance al impedir la
reforma al artículo 102 constitucional, lo cual permitirá la intromisión del
Ejecutivo en la designación y remoción del próximo Fiscal General. Alimenta la
esperanza, al asentar mejores reglas de operación para la nueva institución,
pero descorazona al avalar que el personal de vieja PGR se traslade a la nueva
Fiscalía, arrastrando todos sus vicios, reproduciendo todas sus mañas. AMLO
contará con un aparato judicial remodelado a medias, y tendrá la capacidad de
colocar ahí a un “Fiscal Carnal”. El suyo. Por eso resulta tan desconcertante que
reitere frases como “mi fuerte no es la venganza”, “lo que queremos es ver para
delante”, “las investigaciones van a depender del Poder Judicial”. Por un lado,
AMLO sugiere que no dependerá de él si se castiga la corrupción, pero por otro
está edificando una Fiscalía General, cuyo titular no será autónomo del Ejecutivo,
y cuyo personal será heredado del antiguo régimen. Asegura que no intervendrá
en las investigaciones a políticos del pasado, y al mismo tiempo delinea una
institución cuya agenda estará bajo su control.
Sugiere que no habrá línea, pero ya la está
dando, y la Fiscalía –por diseño– se atendrá a ella. Como la línea parece ser
que los priistas podridos pueden estar tranquilos, muchos mexicanos empiezan a
sentir el corazón espinado. Y aunque Oscar Wilde escribió que “el corazón fue
hecho para romperse”, a nadie le gusta padecerlo.