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Letras y Números



JOSÉ ÁNGEL BRAMBILA LEAL

Breve reseña


Lunes 17 de Septiembre de 2018 7:36 am


EL pasado 20 de agosto, a punto de abordar aquel inmenso avión (A340 de Iberia Airbus, de unos 70 metros de largo, en el que viajaríamos más de 9 mil kilómetros hasta la madre patria, Meli, Luis Felipe y yo), vino a mi mente la imagen de una minúscula avioneta que aterrizó en una reducida colina, en mi inolvidable pueblo de Tonaya, sólo para ser cargada con un bendito pulque, elíxir de los dioses, que en herméticas ollas aseguraron a sus alas llevándolas a algún jeque de la costa jalisciense, hacia una fiesta en una de esas bellas haciendas costeras de querido México.

Como bien decía el legendario Orson Welles (Ciudadano Kane, 1941): “Cuando se viaja en avión solamente existen dos clases de emociones: el aburrimiento y el terror”. Superados estos obstáculos gracias a la pantalla electrónica que Welles no alcanzó a disfrutar (películas, música, mapas interactivos), a los panecillos, cafés y vinos que las azafatas te llevan sin chistar, siempre y cuando aguantes el zangoloteo de las aeronaves, el viaje resulta una buena aventura que te da para mínimo tres rondas de café.

No me detengo mucho en la llegada a la esplendorosa urbe madrileña, catalogada como la Puerta de Europa, para podernos subir de una vez al impresionante tren El Ave, a la inverosímil velocidad de 299 kilómetros por hora dirigirnos hasta la ciudad de Huesca, en la comunidad de Aragón, donde arribamos a las 10 y media de la noche ya del martes 21, para de ahí partir a nuestro destino final: la histórica y milenaria Villa Medieval de Aínsa.

La boda de mi hijo José Ángel y Silvia se llevaría a cabo el sábado 25 de agosto, por lo que teníamos 3 días para ambientarnos entre los moradores de ese amable pueblo donde abunda el amor a su terruño, un orgullo incomparable de sus habitantes por formar parte de una comunidad llena de historia y tradiciones. Donde cada 2 años el pueblo entero representa una obra de teatro denominada La Morisma, basada en una recopilación que en 1930 realizaron los maestros Luis Mur y Francisco Peñuelas, rescatando la lucha entre moros y cristianos, ocurrida en el año 724, con una legendaria victoria de las tropas cristianas, capitaneadas por otro hombre de leyenda, Garci Ximénez, atribuyéndose dicho triunfo a la aparición de una cruz sobre un árbol nativo de la región mediterránea, conocido como carrasca, que dio origen al nombre que lleva esa comarca: Sobrarbe (sobre árbol).

No les puedo hablar mucho de la boda porque pecaría de soberbio, ya que como dijo Avelina, la abuela de Silvia, con sus 96 años a cuestas: “He visto muchas bodas, pero como esta, ninguna”. ¿Y cómo no iba a resultar singular, si quienes organizaron el ágape encontraron en Zaragoza un mariachi que desde Zacatecas “hace la Europa”, logrando trasladarlo a amenizar el alegre festín, dándole al mismo un toque festivo donde la alegría alcanzó niveles de euforia?

Lo que he contado sucede en apenas un abrir y cerrar de ojos. No puedo creer que hayan ocurrido tantas cosas en tan pocos días. Como dijo Benjamín Disraeli, pareciera que he visto más cosas de las que recuerdo, y recuerdo más cosas de las que he visto. La ciudad de Toulouse, en Francia, así como algunos de los más hermosos pueblos como Carcassonne, Rocamadour, Collioure, Conques, Banyuls y Albi, han llenado nuestros ojos, regocijado nuestro corazón y estrujando nuestro entendimiento bajo la guía de Bernard y Elda.

Mis amigos de la Casa Fes: Pedro, Félix, Luis, Agustín, Jesús, José Antonio, Ramón, Justo, Pepe, Maite, Paco el cosmopolita y, desde luego, mis queridos Emilio y Amadeo, están listos para visitar nuestro Colima. Acá los esperamos. Para los habitantes de La Cabezonada, mi querida Maru y toda su familia, nuestro agradecimiento eterno. Es tiempo de empezar a ahorrar euros para la próxima Morisma y es momento de volver a nuestra realidad. ¡Snif!

PD. ¿Gusta opinar? Lo espero en Las Mentadas.

 

jbrambilaleal@yahoo.com.mx