Filosofía marismeña
RAMÓN LARRAÑAGA TORRÓNTEGUI
Vivir tranquilamente
Martes 18 de Septiembre de 2018 8:53 am
EN el asunto del amor, he tenido paciencia,
pues he aprendido que no es imposible encontrar tan fácil lo que se espera, por
eso hay que hacer lo que corresponda, como si ya estuviera presente aquello que
tanto deseamos; eso significa vivir y aprovechar cada oportunidad. Desde que era un adolescente, nació en mí la
inquietud de llevar a cabo aquello de “conócete a ti mismo”. Es cuando de
verdad me pregunto si me conozco, si soy una persona sencilla y correcta, todo
esto en medio de la insensatez y todas esas cosas que rondan por mi cabeza. Después de una acción, me queda la sensación
en que estoy equivocado, debido a esto, rectifico o entro en conflicto.
Afortunadamente aprendí amar la lectura, a encontrar ideas, motivos para vivir,
me doy cuenta que hay muchas cosas que debo cambiar. Si lo considero
importante, lo vuelvo a leer. Comprendo que la felicidad no está en la carne,
sino en el espíritu, y se supone que debo morir tranquilo. En cuanto al amor, no puedo cambiar mi vida
por una relación amorosa, esa es mi fuerza de conciencia, y aunque es
importante, no debe ser mi prioridad encontrar una pareja sin antes disfrutar
del tiempo para hacer cosas que me satisfacen: leer, hacer ejercicio, dormir,
atender lo que mi espíritu demande, preguntándome qué quiero hacer el día de
hoy. Debo estar bien conmigo mismo, controlar el
estrés de los conflictos diarios, pues aprendí que todo ello no me hace bien; a
mantener la boca cerrada, pues es importante decir las palabras correctas,
pensado antes de hablar. Todo ello son experiencias que me han servido para
avanzar y para cambiar, pero también para arrepentirme de ofender a alguien
más. Mi camino es la conciencia sana para escuchar
a cada una de las personas que conviven conmigo en cierto momento, sin terminar
abruptamente una conversación; ayudar a quienes me escuchan de verdad. Me doy
cuenta que todos nos necesitamos a cada paso. Fue muy difícil controlar mi orgullo, no
podía ser bueno por más que lo intentara. Me hice a la idea de practicar
frecuentemente la humildad hasta apropiarme de ella, estaba claro que si lo
intentaba, algún día lo lograría; sin duda, tuve la fuerza para hacerlo. Hoy, me pongo a pensar que si un pretendiente
se marcha es que no es para mí, no trato de retenerlo o conservarlo, aunque mi
cabeza me dé vueltas exigiéndomelo. Quiero que a la persona le apetezca mi
presencia, ese es mi deseo, sin obediencias ciegas, sino por aprobación, compromiso
y amor. Hay personas que llegan a tu vida sin nada
que ofrecer y piden disculpas por su actos en contra tuya; es un regalo para
aprender, es parte de las condiciones para comprender el camino de la
felicidad. Sus promesas incumplidas son las señales de alerta que expresan
reclamo de lo que ellos necesitan. A veces, lo que buscan es controlar, ser una
guía para nosotros que aceptemos sus condiciones sin renegar. Pero en ocasiones nos entregamos y nos
destrozan con sus propias manos, el resultado es parte de la ignorancia y la
necesidad que tenemos de ser amados, no es cuestión de surte, sino de
inteligencia adquirida; la batalla para aprender es amarga, sobre todo cuando
aceptamos sin objeciones lo que no queremos y nos entregamos. Al principio,
ellos se arrodillan en señal de sumisión, posteriormente viene el abuso,
reclamos insensatos, y si lo aceptas, quedas sujeto a una relación de dominio
en la cual tú entregas y el otro exige para beneficiarse. Yo confío en el amor, me entrego en la
satisfacción y paz que ello produce, esto me hace sentirme complacido. Trato de
guiarme de la mejor manera posible, pues las disputas son malas en demostrar
quién es el fuerte, vinculándonos a la rendición del otro, renunciando la vida,
cayendo en tentación y deseo de satisfacer esas necesidades. No existe la paz
ni la tranquilidad para amar; la vida se muestra infeliz ante la presencia de
quien se debería de amar.
En una ocasión, cayó en mis manos un libro de
filosofía existencial; después de pasar varios capítulos, me preguntaba si
podría hacer lo que me recomendaba el autor, ese fue el inicio de muchos
cambios necesarios, con sus altos y bajos. No podía creerlo, pues entre más me adentraba
en el estudio de diferentes tópicos, menos amigos tenía. Me volví respetuoso,
generoso, activo, muy cambiado, mi comportamiento era apasionado por las cosas
sinsentido fue disminuyendo, aprovechando cada momento de paz y tranquilidad.