En solfa
HÉCTOR SÁNCHEZ DE LA MADRID
¿Qué tan buena será la Cuarta Transformación?
Miércoles 19 de Septiembre de 2018 8:02 am
NI los priistas están en contra de que México
debe cambiar, de renovar su sistema gubernamental, político y partidario. Desde
hace varias décadas, los procedimientos oficiales y las prácticas al margen de
las leyes fueron rebasados por el tiempo y la realidad, pero tanto tricolores
como panistas siguieron esos métodos desfasados sin cambiarles ni una coma. Fue precisamente ese voto antisistema el que
llevó a Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de la República, al que
mucho le ayudó la administración federal de Enrique Peña Nieto y los gobiernos
estatales del mismo partido, como también del PAN y el PRD, que no entendieron
las señales de hartazgo que la gente había sufrido desde 1929, cuando comenzó a
formarse el sistema público. La perseverancia de Andrés Manuel y la
insistencia de un cambio proveniente de un político pragmático, formado en el
PRI, con algunas ideas del PAN y el PRD, además de la falta de respuesta de las
administraciones públicas de los abanderamientos señalados, fueron fortaleciendo
al tozudo tabasqueño y haciendo creer a 30 millones de mexicanos que habría un
cambio auténtico. López Obrador repitió una y mil veces los
mismos planteamientos, incluyendo en esta ocasión a representantes icónicos de
la corrupción y el saqueo perpetrados en los regímenes tricolores, albiazules,
negroamarillos y verdes, que fueron exorcizados y purificados con la bendición
y aceptación del candidato presidencial que tuvo la audacia de crear un partido
para relanzarse en su tercera y última oportunidad. A nadie le importó que Elba Esther Gordillo y
Napoleón Gómez Urrutia, además de otras y otros innumerables paradigmas del
sistema corrupto y arbitrario que prevaleció durante casi 90 años (de 1929 a la
fecha), se pasaran a las huestes de millones de ciudadanos que odiaban y
repudiaban, con toda la razón, a esas y esos ejemplos emblemáticos de lo que
rechazaban. Lo relevante era sacar a patadas de los
Poderes Ejecutivo y Legislativo, federal, estatales y municipales, a quienes
ellas y ellos habían formado en lustros y décadas enteras, votando en su contra
y a favor de quien fuera, aun sin conocerlas o conocerlos, el objetivo era
sufragar en oposición a quienes militaban o representaban a los institutos
partidistas conocidos y establecidos. La moda antisistema que imperó en los
comicios recientes del 1 de julio no era exclusiva de nuestro país, pues ya la
habían practicado nuestros vecinos del norte, entre otras Naciones, al votar
por el mayor prototipo que podamos encontrar en el mundo, que es Donald Trump.
Las personas tienden al cambio cuando no les va bien e incluso les pasa a
quienes triunfan, pero quieren más. Como sea o haya sido, hace 2 meses y 18 días
de las elecciones y a 2 meses y 11 días de iniciar el Gobierno Federal que
despertó las más grandes expectativas de nuestra historia contemporánea, que
contará en poco tiempo, de seguro, con mayoría calificada en el Senado de la
República y la Cámara de Diputados, podrá reformar la Constitución, si se le
antoja a Andrés Manuel. El 1 del mes en curso, nuestro paisano, el
diputado federal Mario Delgado Carrillo, coordinador de la bancada de Morena y
jefe de la Junta de Coordinación Política en la Cámara de Diputados , afirmó
durante la sesión por la entrega del último Informe de Gobierno de Enrique Peña
Nieto, que la administración peñista dejaba un país en ruinas, posición que
Andrés Manuel desmintió categóricamente el 4 de septiembre. El lunes reciente, Diario de Colima publicó
como nota principal la declaración del Presidente electo en la que señaló que
el país se encuentra “en bancarrota”, por lo que no podrá “cumplir todas las
demandas de la gente, pero sí todos sus compromisos”, lo cual es un clarísimo
galimatías, pues si cumpliera sus promesas de campaña, en consecuencia cubriría
las necesidades de los mexicanos.
La mayoría de votantes optó por un cambio
verdadero en el sistema gubernamental, político y partidario de la República,
hastiado de los regímenes que gobernaron al país prácticamente desde la
Independencia de México, en 1810, incluyendo la Revolución de 1910, hasta la
administración de Enrique Peña, sin embargo, en los meses transcurridos y a
otros más para que inicie el nuevo mandato, se avizoran presagios de que la
Cuarta Transformación pudiera ser peor que los gobiernos anteriores.