Razones
JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ
AMLO: la hora de las dudas
Miércoles 19 de Septiembre de 2018 7:51 am
NINGÚN viento le es favorable a quien no sabe
a qué puerto se dirige, decía Séneca. Y creo que ese es el mayor problema que
tienen el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, y su principal equipo
de colaboradores. El problema no son las contradicciones. Ellas son el síntoma
de un proyecto de gobierno que no termina de transitar, porque su cabeza
tampoco lo hace; de la retórica de campaña al ejercicio del poder, donde extraviados
en nombramientos anticipados, luchas de poder interna, ambiciones legítimas o
no, terminan siendo muy pocos, ni siquiera un puñado los que hacen de verdad
política. Con un agravante, salvo dos o tres miembros de su equipo, los demás
no se atreven a contradecir a su jefe, al Presidente electo. Otro síntoma más
de lo que si no se corrige, puede ser una enfermedad grave a la hora de ejercer
el poder. Las indefiniciones y contradicciones abarcan
casi todo. Por ejemplo, la amnistía. En los foros realizados para la
pacificación y la justicia, la idea del perdón se pierde ante el de la justicia
que reclaman las víctimas, sin saber tampoco cómo alcanzarla. López Obrador
pone de manifiesto su instinto al insistir en el perdón, pero para ejercerlo,
en muchas ocasiones se tiene que hacer primero justicia. Es lo que dijo Olga
Sánchez Cordero, apenas el lunes, luego de la mala reunión que tuvieron el
viernes con familiares de víctimas en Tlatelolco, donde se volvieron a exhibir
las dudas sobre el rumbo a seguir. También el lunes, Olga dijo que la amnistía
sería para mujeres que fueran mulas (o sea, transportadoras de drogas) y para
100 mil jóvenes que, aseguró, están presos por posesión de drogas. Me parece
que se equivocan. Primero hay que tener diagnósticos precisos sobre el tema y
no los tiene ni el actual ni el futuro gobierno. No se sabe cuántos
desaparecidos hay, las cifras de 7 mil, 30 mil ó 40 mil no tienen sustento
alguno, pueden ser más o menos, pero no existe un censo real de desaparecidos y
sus causas, porque tampoco estamos, como ocurrió en las dictaduras militares de
Centro y Sudamérica, ante una política de desapariciones implantada desde el
Estado. La enorme mayoría de los casos son acciones del crimen organizado y eso
hace todo mucho más complejo darles seguimiento, a lo que se suma la enorme
movilidad en ciertas zonas rurales. Un censo de personas desparecidas es básico
para establecer cualquier política pública al respecto. En el tema de la
amnistía tampoco se tiene información fidedigna. Los 100 mil jóvenes detenidos
por posesión de drogas de los que habla Sánchez Cordero, ¿están en esa
condición por portar dosis para consumo personal o la posesión de drogas es un
delito que se suma a otros?, ¿se investigarán los antecedentes de cada uno de
esos jóvenes para no amnistiar a delincuentes peligrosos, sean jóvenes o no? Porque parte de la crisis de seguridad que
vivimos se debe a los miles de detenidos que han sido liberados, o que una vez
detenidos son liberados por los cambios en el Sistema de Justicia Penal, que
son delincuentes reincidentes, algunos de ellos francamente peligrosos y que
terminan en la calle. Una vez más, no se puede actuar con base en
generalidades, sino ante casos específicos. Por supuesto que el país no está en
bancarrota. La declaración de Andrés Manuel en Tepic se contradice con lo que
él mismo ha dicho sobre la estabilidad económica del país. México estuvo en
bancarrota en 1976, con Luis Echeverría; en forma notable en 1982, con López
Portillo; México rondó la bancarrota en 1987; cayó en ella en diciembre de
1994. Desde entonces, se ha ido recuperando en
forma constante, incluso la bancarrota global de 2008 pudo ser sorteada en
México de una forma bastante indolora, comparada con los costos globales de los
que, por ejemplo, Europa aún no se termina de recuperar. Decir que el país está
en bancarrota no tiene sentido, salvo que se quiera utilizar el tremendismo
para bajar expectativas de promesas imposibles de cumplir. En el tema del Aeropuerto Internacional de la
Ciudad de México, parece que estamos ante una comedida de enredos que caen a
veces en el ridículo. El próximo secretario de comunicaciones y transportes,
Javier Jiménez Espriú, en su afán de sacar el proyecto de Santa Lucía junto con
el constructor José María Rioboó, rechaza los juicios de la empresa
internacional Mitre (la mayor asesora global en temas aeronáuticos), del
Colegio de Ingenieros Civiles de México, del Colegio de Pilotos de México, a
los que les pidió dictámenes. Ahora envía la solicitud de un estudio a la
Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), el cual será entregado en
octubre próximo, sobre la viabilidad de la operación simultánea del actual
Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) y la base militar de
Santa Lucía.
Si todos los especialistas serios del país y
del mundo insisten en que se debe continuar la actual construcción en Texcoco,
que ya está concluida en más de un 30 por ciento, ¿qué necesidad hay de
empeñarse en contradicciones y falsas consultas? Y no hemos hablado de las
indefiniciones en energía, en educación, en salarios, en descentralización. Y
faltan, ahora sí, sólo 73 días.