A son de mar
ELSA I. GONZÁLEZ CÁRDENAS
Una mirada diferente
Viernes 21 de Septiembre de 2018 7:42 am
LUPITA tiene el
mal hábito de prejuzgar. Sabe que a veces es un mal necesario, pues la mantiene
a la expectativa en determinadas circunstancias. En julio, se alegró al leer
una nota periodística donde la Administradora Portuaria Integral (API) recibió
una sanción por incumplir los términos y condiciones del Proyecto Puerto de
Manzanillo, Programa Maestro de Desarrollo 2000-2010. La Procuraduría Federal
de Protección al Ambiente indicó que dicha sanción consiste en una multa y la
suspensión de la ampliación del puerto de Manzanillo. Enseguida, el
sexto sentido de Lupita la hizo pensar que la empresa en mención actuaría de
alguna forma ante las miradas de la sociedad. No es para menos, pues las
consecuencias de la multa deben ser significativas, además no da buena imagen a
la misma. En la colonia Burócrata, la única área verde pública que existe es
pequeño jardín donde hay árboles, bancas de metal y la Capilla de los
Tramitadores –que así nombraron–. Cerca de 30 años
atrás, esa área fungía de lote baldío, donde permanecían carros ilegales que la
Aduana de Manzanillo recogía; después fue desocupada y los vecinos de la
colonia se encargaron de limpiar con palas y machetes, hasta que don Beto, un
ex empleado de gobierno, se encargó de transformarlo en jardín. Él regaba las
plantas a diario hasta hacerlas florecer. Don Beto falleció, los colonos se
hicieron menos, mientras que los empresarios poblaban cada vez más las casas
convertidas en oficinas. Lupita no recuerda el tiempo en que API tomó la batuta
de instruirles a sus empleados a hacerse cargo del mantenimiento del parque. El área verde hoy
en día es un espacio donde los empleados portuarios van a comer, esperan unos
minutos para adentrarse a sus trabajos, descansan, se visten, bolean su
calzado, comen frutas, tejuinos o raspados; incluso algunos indigentes duermen
en las bancas, en cambio, pocas veces al año es usado por los vecinos del lugar
para rezar dentro, fuera de la capilla y convivir durante los festejos
guadalupanos. El año pasado,
trabajadores que prestan sus servicio en la empresa sancionada, colocaron
bancas y mesas de madera para utilizarlo, sin embargo, el mes pasado, cuando la
institución indicó que ya no se haría cargo del mantenimiento del jardín, una
vecina del lugar ordenó quitar los muebles. Así se hizo. Los colonos sólo
barren las hojas de los árboles que caen y recogen los desechos de los
transeúntes que dejan ahí, mientras el monte crece. Lo curioso es que
el parque posee una llave de paso para alimentar el área verde, sin embargo,
los comerciantes ambulantes, lavadores de autos y otros, se sirven del agua sin
disimulo. El jardín sin sigue refrescando a cientos de trabajadores, peatones
que buscan la sombra. Muchos porteños
desconocen que los inconvenientes causados por el cierre del paso vehicular por
debajo del puente a desnivel en San Pedrito, es porque Ferromex y la Secretaría
de Comunicaciones y Transportes son responsables de ello. En una declaración
que hizo el actual presidente municipal, Juan Enrique García Pérez, dijo no
permitirá el confinen dicho tramo carretero, deben dejar las vialidades y
cruces peatonales libres. Confinar, de
acuerdo a la Real Academia Española, viene de confinar, que significa recluir
algo o a alguien dentro de límites. Este confinamiento impuesto a la sociedad,
no sólo afecta a los residentes de las colonias contiguas, también a los
trabajadores portuarios que no tienen vehículo propio y por alguna razón se
encuentran en el centro; para accesar a las colonias deben de pagar 30 pesos si
abordan un taxi. Por desgracia,
las pocas rutas de transporte urbano que transitan por la glorieta de San
Pedrito son muy tardadas en arribar. Otro detalle es que después de las 8 de la
noche, algunos de los conductores de camiones urbanos que vienen del bulevar
hacia el centro, no descienden el puente a desnivel; esto genera que los
pasajeros bajen en otro sitio y tengan que pagar taxi.
Tal pareciera que
Ferromex tiene el mal hábito de causar molestias a la sociedad, sin conciencia
alguna. Tan sencillo sería que ambas partes hicieran lo suyo: “respetarse”. Lupita
tiene una mirada diferente, aunque no la verdad absoluta. Trata de entender el
por qué de las cosas y suele ponerse en los pies de los ciudadanos más que de
los empresarios.