Contraste
GLENDA LIBIER MADRIGAL TRUJILLO
Basura de la corrupción
Viernes 21 de Septiembre de 2018 7:51 am
EL gran basurero
en el que de a poco se está convirtiendo la ciudad de Colima no sólo es
producto del desorden administrativo y financiero que ha privado en el presente
trienio a cargo de Héctor Insúa, es también la demostración fehaciente de cómo,
desde el poder público, se puede hacer de todo o se puede no hacer nada, sin
temor a pagar las consecuencias por malas acciones o graves omisiones. En palabras
llanas, lo que se está viendo con el basural en las calles de esta capital es
producto de la corrupción, un mal que adolece una gran cantidad de funcionarios
y que, por eso, difícilmente podrá desterrar una sola persona, por muy clara
que sea su vocación de servicio y creíble su interés por cambiar el estado de
cosas en el ámbito público. Que la autoridad
municipal de la capital del estado se cruce de brazos y diga que no puede
prestar el servicio de limpia porque no tiene dinero para reparar los camiones
recolectores de basura, es como reconocer tácitamente absoluta incompetencia, a
la vez que valemadrismo. ¿Cómo es posible
que un Ayuntamiento falle en la prestación del servicio de recolección de
basura por tanto tiempo? Es el extremo de la inoperancia de una administración
pública de ese nivel. Y sin embargo, nada pasa. Los diputados recién le acaban
de aprobar al edil capitalino su cuenta pública 2017, con cientos de
observaciones sin solventar. Pero el problema
no es privativo de la comuna capitalina. Todos los ayuntamientos andan por las
mismas, en mayor o menor grado. Hasta el Congreso del Estado se autoavaló su
cuenta pública del año pasado con observaciones sin aclarar. El Poder
Legislativo gastó más de lo autorizado de su presupuesto aprobado, dijo Martha
Sosa, y funcionó en ese periodo sin comité de compras y sin transparentar los
gastos en combustibles, entre otras cosas. Cómo avanzar, si
el que fiscaliza y califica el gasto público del resto y el propio, está igual
que todos. No hay orden ni vergüenza, y sí rapiña y cinismo. Eso es corrupción,
de uno y de otro lado. Otra vez lo mismo de cada año, pero recargado. Están
peor los ayuntamientos y el Congreso del Estado, que pronto serán renovados,
pero falta ver qué tan mejor van a funcionar los que lleguen a uno y otro lado. Andrés Manuel
López Obrador tiene por consigna desterrar la corrupción de la administración
pública, es lo que ha dicho. La gran incógnita es cómo va a conseguirlo, si a
los cargos de representación popular siguen llegando gentes que no tienen la
misma visión y sí otros intereses. Podrá lograr avances en ese sentido en la
administración federal que estará a su cargo, pero, ¿y el resto de
instituciones? Los que están y
pronto se irán, terminan por demostrar que no entendieron que no entienden la
exigencia social de poner freno al saqueo del erario, a la desatención
institucional, a la inoperancia en la administración pública, a la ausencia de
compromiso para bien representar a los ciudadanos en los cargos de elección. Se supone que a
partir de que estén en el poder todas las nuevas autoridades elegidas el 1 de
julio, en el país se deben empezar a vivir nuevos tiempos, donde, por
principio, la corrupción se vaya quedando como cosa del pasado, no sólo con su
ausencia, sino también aplicando castigos rigurosos contra quienes insistan en
mantenerla como práctica común en el servicio público. En el Senado de
la República, Morena está proponiendo cárcel de oficio para las y los
corruptos, es decir, que quien sea acusado por tal delito, enfrente su proceso
en prisión. Ese sería un gran avance, porque entonces sí, los delincuentes en
la administración pública se la pensarían dos veces antes de cometer un atraco.
Si como sociedad
queremos llegar a niveles medianamente aceptables de mejores gobiernos, habrá
que seguir haciendo la parte que nos toca, exigiendo y demandando honestidad y
capacidad, y denunciando cualquier indicio de corrupción en el ámbito público,
por muy leve que parezca. Y muy importante, no hay que formar parte de ese
círculo vicioso. No seamos corruptos.