Cargando



Despacho político



ARMANDO MARTÍNEZ DE LA ROSA

Terremotos


Viernes 21 de Septiembre de 2018 7:52 am


A diferencia de otros sucesos naturales, los terremotos son impredecibles. A la sorpresa con que acontecen se debe, en parte, la letalidad que los caracteriza si coinciden con fallas humanas.

Sabemos por la ciencia que tales y cuales regiones de la Tierra son de alta sismicidad y que los terremotos acontecen todos los días, la mayoría de ellos perceptibles sólo por los sismógrafos que los especialistas usan para conocer mejor estos fenómenos. Eventualmente, sobreviene un movimiento más fuerte, perceptible por los humanos.

Colima es territorio de sismos, de alta sismicidad. Un rápido recuento de temblores de tierra destructivos que han ocurrido en nuestra tierra en menos de 85 años: 1932, 1941, 1957, 1973, 1985, 1995 y 2003. Afirman los científicos, para advertirnos de la condición ineludible de los movimiento de tierra violentos: La pregunta no es si ocurrirá o no un terremoto fuerte, sino cuándo.

Cuando miramos en retrospectiva cuán destructivos han sido los terremotos en suelos tan endebles como el del centro de la Ciudad de México –se construye sobre fango–, y que a pesar de esa condición hay edificaciones que han resistido sismos violentos uno tras otro, dudamos de que sea inevitable la destrucción. Así, construcciones como el Palacio de Bellas Artes, el monumento a la Revolución y muchos edificios antiguos más en esa zona, y relativamente modernos como la torre Latinoamericana, se mantienen en pie, indemnes, prueba irrefutable de que cuando se erigen bien, difícilmente un terremoto derrumba casas y edificios.

En cambio, construcciones recientes, como un edificio de departamentos nuevo, se derrumbó por el temblor de hace un año en la Ciudad de México, cuando unos meses antes se había terminado y vendido. O el colegio Rébsamen, en la colonia Roma, que se vino abajo matando a 26 personas, por el sobrepeso de un departamento construido encima de la edificación original con un permiso truculento de la delegación a cargo de Claudia Sheinbaum, ahora jefa de Gobierno electa.

Otros casos nos revelan una abierta corrupción en la entrega de permisos de construcción por la autoridad que corresponda, sea un delegado (ahora alcaldes), un presidente municipal o cualquier otra, sin que el constructor cumpla los requisitos de seguridad y solidez de la obra. Esa corrupción es la que mata, no el terremoto en sí mismo.

Asombra la facilidad con que se coluden constructor y autoridad a sabiendas de que más temprano que tarde, esa obra que les da a ganar dinero ilegal, se derrumbará y matará a personas. Esa colusión debe tipificarse asesinato con premeditación, alevosía y ventaja, esto es, con todas las agravantes, para que el castigo que se imponga sea justo. No podría alegarse, en defensa de los coludidos, que no había intención de cometer asesinato. Por supuesto que lo hay, si saben que exponen a personas a morir aplastadas por cientos de toneladas de materiales sólidos de una edificación deliberadamente mal hecha.

Los ayuntamientos otorgan licencias sin considerar los suelos donde se desplantará la obra. Tampoco revisan que las edificaciones –viviendas, locales comerciales, hospitales o escuelas– se desplanten conforme a las normas. Los jefes de la burocracia municipal revisan planos, no la realidad.

De similar manera se procede en la construcción de puentes y carreteras. Lo hemos visto por años en el Tercer Anillo Periférico de Colima. Y testificamos cómo en Morelos se hundieron puentes y por ello murieron personas. Mal hechas, las autopistas exhiben deficiencias apenas cae una tormenta, porque los materiales bajo el asfalto son de mala calidad y mal compactados para “ahorrar” inversión y ganar más dinero para el constructor y los funcionarios coludidos.

Todas esas trampas de constructores amafiados con autoridades de los tres niveles de gobierno –federal, estatal y municipal– tienen por fin ganar más dinero, aunque sea ilícito y termine por mancharse de sangre humana. Mientras esa conducta no se contenga mediante castigo severo, los terremotos y otros fenómenos naturales cobrarán más vidas humanas cuando podrían sacudir ciudades sin que hubiera víctimas.

Sí, la corrupción mata, sea gubernamental, privada o mixta.

 

MAR DE FONDO

 

** “Mientras de luz y de esperanza herido/ mi corazón te piensa y te edifica,/ un llanto luminoso purifica/ tu cielo claro en claridad crecido./ Las aves hacia ti me han conducido,/ cuando el silencio el cántico amplifica,/ que en ti las luces íntimas explica,/ y esta pasión, primaveral latido./ El alma te construye entre azucenas/ sobre el paisaje que la brisa hiere,/ donde los aires tiemblan en tu ensueño./ Tu nombre vivo fluye por mis venas,/ y toda mi nostalgia te prefiere/ en la espiga y la hierba de mi sueño”. (Germán Bleiberg, español, 1915-1990. Mientras de luz y de esperanza herido...)