Razones
JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ
El otoño de la transición
Viernes 21 de Septiembre de 2018 7:42 am
Nada es más fugaz
que la forma exterior, que se marchita y
se altera como las flores del campo
en la aparición del otoño. Umberto Eco COMIENZA el otoño
y con él la oscuridad, luego de la luminiscencia del verano político. Al mismo
tiempo, la transición de terciopelo comienza a mostrar arrugas en la tela y el
choque con la realidad provoca reacciones, cuyos costos demuestran que es muy
diferente estar en campaña que gobernar. Comienzan también, en la misma medida
en que se acerca la toma de posesión de López Obrador, a sentirse de forma
diferente las tensiones políticas. Un ejemplo lo
tendremos este lunes. El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación
decidió que en la elección de Puebla se aplique, por primera vez a ese nivel,
el voto por voto: todos los paquetes electorales serán abiertos y se contarán
nuevamente todos los votos para establecer el ganador de los comicios entre la
frentista Martha Erika Alonso, esposa de Rafael Moreno Valle, y el morenista
Miguel Barbosa. Será un conteo durísimo, donde se escrutará cada boleta y en la
cual se tratará de impugnar cada voto que sea favorable al adversario. Eso ya lo
sabemos, lo que no sabemos es hasta dónde se llegará en esa lógica. Me
sorprendió que Barbosa dijera que ahora el peligro es que se hayan manipulado
los paquetes electorales que están resguardados por la autoridad electoral. En
2006, aunque no se contaron todos los votos, sí se cotejaron los de todas las
casillas impugnadas, cerca de un tercio de la elección, sin embargo, Andrés
Manuel nunca aceptó aquel resultado. Barbosa está trasmitiendo algo similar: si
en el recuento no gana, es que hubo fraude, no sólo en la votación sino incluso
con la manipulación de los paquetes, lo que suena inverosímil con los actuales
controles electorales. Más allá de eso, lo importante será la actitud del
Presidente electo y de Morena respecto al resultado electoral, saber si lo
respetarán, en caso de que no les sea favorable. Otro tema que
tendrán que atender desde la administración entrante es la situación en Pemex.
La empresa petrolera tiene calificación positiva en las calificadoras, pero en
su nivel más bajo, y no parece existir claridad alguna sobre lo que se hará en
el sector. Un día se respetarán los contratos petroleros y se abrirán nuevas
licitaciones, otro se califica como un fraude a la reforma energética; un día
se quiere aumentar en 600 mil barriles la producción petrolera en apenas un
año, y al otro se quieren invertir 175 mil millones de pesos, pero luego se
quiere hacer en 3 años una refinería que no está ni siquiera contemplada en el
papel, a un costo de miles de millones de dólares, recursos que Pemex no tiene,
porque sus utilidades van en su mayoría al presupuesto nacional. Pero, además, en
una empresa donde se comienza a ver mucha inestabilidad laboral, porque sus
principales especialistas están temerosos del rumbo que tome y también de las
restricciones salariales que pueden sufrir. Uno de los temas de controversia es
que su próximo director, Octavio Romero Oropeza, un hombre de toda la confianza
de López Obrador, no tiene la más mínima experiencia en el sector, en la
industria y en la empresa. A eso se suma que dice que concluyó su carrera de
ingeniero, pero desde 2001, cuando era oficial mayor del DF (su única
experiencia en el servicio público) se publicó que en realidad no contaba con
cédula profesional. Se dijo entonces que la misma estaba en trámite. Han pasado
17 años y todavía no cuenta con esa cédula profesional, un requisito
indispensable para ser director de Pemex. Como indirectamente lo tendría que
ser saber inglés en una empresa tan globalizada, un idioma que el próximo
director de la empresa no domina. Ya tuvieron que cancelarse algunas reuniones
informales con futuros inversionistas, hasta ver cómo se soluciona ese detalle. Pero la realidad
también se hace presente en otros frentes. El miércoles, el Presidente electo y
sus acompañantes estuvieron varados casi 6 horas en Huatulco, porque su vuelo
comercial se demoró. Se podrá argumentar que fue porque el aeropuerto
capitalino estuvo cerrado por las lluvias, pero en realidad la demora se dio,
además del cierre que fue menor a una hora, a la saturación aeroportuaria (lo
que, por cierto, no resolvería el anhelado aeropuerto de Santa Lucía, que tanto
entusiasma al próximo secretario de Comunicaciones y Transportes, Javier
Jiménez Espriú), pero más allá de eso, lo que hay que considerar es cuánto
costaría esa demora del Presidente y su equipo, en una pista de un aeropuerto
cuando Andrés Manuel esté en funciones, si sigue empeñado en transportarse en
vuelos comerciales.
En un avión
oficial podría mantener la comunicación con sus oficinas y funcionarios, podría
seguir trabajando, tendría prioridad área para salidas y aterrizajes, gozaría
de mayor seguridad. Es bueno que un Presidente no se exceda y actúe con
austeridad, pero lo que la gente quiere es que, además, sea eficiente en una
labor que no permite que durante una cuarta parte del día el Mandatario esté
atrapado en un avión estacionado en una pista de un lejano aeropuerto.
Esperemos que este otoño, para algunos la estación más bella del año, no
termine siendo el preámbulo del invierno de nuestro descontento.