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Contextos



RAÚL JUÁREZ ALBARRÁN

Avatares del TLCAN


Sábado 22 de Septiembre de 2018 9:31 am


TODO comenzó con la asunción a la Presidencia norteamericana por Donald Trump y con su amenaza de terminar con 25 años de comercio trilateral entre los tres países suscribientes (EU, México y Canadá), lo que se conoce como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Las fintas de Trump se dieron de varias maneras, en el sentido de que México debería de pagar el muro fronterizo que pretende construir Trump al sur de su país. 

Detrás del cuadrilátero está lo de cumplir con lo dicho en su campaña para “disminuir el déficit comercial”. Dado que EU compra el 80 por ciento de las exportaciones mexicanas y es responsable del 47 por ciento de la inversión extranjera directa que llega al país, todo parecía que nos iba a noquear. Pero no contaba con la astucia de los mexicanos, que hicieron un frente común con especialistas del gobierno y del sector privado.

La estrategia se basó en hacerles ver a los propios norteamericanos la conveniencia de continuar con el TLCAN. Dos ejemplos: en abril de este año, 12 empresarios mexicanos se reunieron con el gobernador de Texas, Gregory Abbot, para hablar de los riesgos de cancelar el Tratado. El Gobernador republicano desconocía los beneficios del TLCAN para su estado, que exporta 97 mil millones de dólares al año a nuestro país. Se le hizo ver la realidad.

No lo hicimos solos, el consejo consultivo (IP) contrató a un despacho en Washington que estuviera relacionado política y empresarialmente para reactivar las consultas y el cabildeo entre gobernadores, congresistas, cámaras empresariales, etcétera, tanto del lado norteamericano como del canadiense; más o menos 300 reuniones con actores claves. Como resultado del cabildeo, el 4 de abril, Abbot envió una carta al negociador estadounidense Lighthizer, defendiendo la necesidad de mantener el Tratado.

En ese contexto, Trump decide aumentar 25 por ciento de aranceles a sus importaciones de acero y aluminio; devolvimos el golpe con aumentos entre el 15 y 25 por ciento contra productos como manzanas, carne de cerdo, whisky y acero laminado. Debido a ello, arreciaron las quejas y el chiflido de productores y legisladores estadounidenses, por las repercusiones provocadas. En ese sentido, el senador de Kansas, Pat Roberts, advirtió al secretario de Comercio, Wilbur Ross, que la producción de algunos de sus insumos agrícolas había caído hasta en un 40 por ciento.

Para no hacer grande el pleito, el equipo planteó, y aceptaron la celebración de “rondas negociadoras” (agosto), para poner en las mesas soluciones que nos convienen, pero también a ellos, abriendo espacios para adoptar otras posiciones. El esquema de rondas se mantuvo hasta marzo, con seis capítulos cerrados de 30: anticorrupción, Pymes, buenas prácticas regulatorias, competencia, medidas sanitarias y fitosanitarias y transparencia.

En ese contexto, los negociadores norteamericanos se dieron cuenta de “divide y vencerás”, y se lanzaron duro y a la cabeza con nuestro sector estrella, el automotriz. Su propuesta era que el contenido regional, para estar libre de arancel, fuera del 50 por ciento de origen estadounidense; fijar la cláusula de estacionalidad (aranceles para temporadas de frutas y hortalizas); la eliminación de los mecanismos de solución de controversias (capítulos 11, 19, y 29 de tratado original) y la cláusula de anulación que pretendía que el Tratado expirara cada 5 años.

Como resultado de las rondas y cabildeos, se retiró la cláusula de estacionalidad. Con respecto al sector automotriz, la decisión final fue que para que un automóvil quede libre de aranceles en América del Norte, debe tener 75 por ciento de contenido regional; el otro 25 por ciento puede ser de cualquier parte del mundo. De ese 75 por ciento, el 40 por ciento debe ser producido en zonas de altos salarios (16 dólares por hora), situación que obviamente en México no se da.

Previendo golpes bajos, sabemos que el Departamento de Comercio de EU puede aplicar la Ley de Expansión Comercial de 1962, mediante la cual EU podrán imponer aranceles de 25 por ciento a vehículos importados. De tal forma que Luis Videgaray e Ildefonso Guajardo firmaron en agosto una carta adjunta como “póliza de seguro”, que operará la margen del TLCAN, lo cual nos permitirá exportar, libre de arancel, hasta 2.4 millones de vehículos al año a los EU. Lo bueno también cuenta.