Sentido Común
PATRICIA SÁNCHEZ ESPINOSA
Solidaridad ante el cambio climático
Lunes 24 de Septiembre de 2018 8:12 am
HAY discusiones filosóficas que han consumido
mucho tiempo y materia gris a las personas, desde los antiguos griegos y su
interés por conocer los fenómenos físicos y de la mente, las discusiones de los
adinerados bizantinos sobre la naturaleza de Dios, hasta las más actuales que
estriban entre la deconstrucción y el relativismo. Cada una de ellas atendía
ideas complejas sobre lo que había más allá de lo que se percibía con los
sentidos, y muchas llevaron a definir la realidad de los tiempos que vivían.
Pero hay otro tipo de discusiones que todavía persisten, sobre temas superados
desde hace mucho que, sin embargo, todavía tienen seguidores y defensores, como
si la tierra es plana o redonda, si la humanidad realmente conquistó la luna, o
si el cambio climático antropogénico es una realidad o no. En el Congreso Internacional de Geología,
sostenido en 2016, un grupo de 29 científicos y una científica, compuesto por
geólogos, ecologistas, especialistas del clima y un experto en Derecho, inició
un debate para determinar si era momento de dar por finalizado el periodo del
Holoceno, que inició hace 11,700 años, para iniciar el del Antropoceno, que se
distingue por la huella del humano (anthropos) sobre el planeta. Lo anterior
para resaltar el cambio acelerado que el mundo está experimentando, como
consecuencia de la actividad humana. La palabra fue acuñada en el año 2000 por
el premio Nobel de Química, el holandés Paul Crutzen. El origen lo ubican hace aproximadamente 200
años, en la época preindustrial, desde que la degradación del medio ambiente y
del cambio climático ha venido aumentando por el impacto del ser humano, a un
ritmo jamás antes registrado en ninguna de las otras épocas históricas, lo que
se debe principalmente a la obtención de energía de fuentes no renovables como
el carbón, el petróleo y el gas natural, que producen grandes cantidades de
gases de efecto invernadero, causantes del calentamiento global. Las
consecuencias son claramente visibles, como la destrucción de los ecosistemas
marinos y terrestres, los cambios en el ciclo del agua, el aumento de fenómenos
meteorológicos, la desaparición de los bosques y la acidificación de los
océanos, que a la vez pone en peligro la vida marina. En 1972, el Club de Roma entregó un informe
al MIT, titulado “Los Límites del Crecimiento”, donde concluían que si
continuaba el incremento actual de la población mundial, la industrialización,
la producción de alimentos, la contaminación y la explotación de los recursos
naturales, la Tierra alcanzaría los límites de su crecimiento en los próximos
100 años. Su tesis es que “en un plantea limitado, las dinámicas de crecimiento
exponencial (población y producto per cápita) no son sostenibles”. Las
consecuencias de llegar a ese límite, de acuerdo con la simulación del programa
informático World3, en el cual está basado, da como resultado una
extralimitación de los recursos naturales y su consecuente agotamiento, seguido
de un colapso en la producción agrícola e industrial y un brusco decrecimiento
de la población humana. En 1994, 2004 y 2012 se hicieron
actualizaciones al programa. En el primero se indicó que ya se había superado
la capacidad de carga del planeta para soportar a sus habitantes. En el de 2004
se concluyó que “no puede haber un crecimiento poblacional, económico e
industrial ilimitado en un planeta de recursos limitados”; mientras que en el
de 2012 señalan que ya estamos en los límites físicos de ese crecimiento y
urgen a tomar medidas para evitar el colapso predicho. A pesar de que podemos atestiguar día a día
la degradación del medio ambiente, como las sequías o huracanes devastadores, y
el decrecimiento de las pesquerías marinas, existen fuertes corrientes que se
niegan a reconocer el cambio climático, o lo atribuyen a causas ajenas al
impacto de la humanidad, como los cambios cíclicos de la tierra y el sol, los
rayos cósmicos, e incluso se ha propuesto la teoría de que la galaxia entera se
está calentando. Curiosamente, la mayoría de estos negacionistas tienen
intereses económicos directamente vinculados con empresas que degradan el
ambiente o que producen gases de efecto invernadero, como las petroleras. Desgraciadamente, dichas corporaciones tienen
influencia directa en las políticas públicas que se implementan en los países,
los cuales no acaban de instaurar medidas lo suficientemente fuertes como para
detener el cambio climático, o al menos disminuir sus consecuencias, dado que
ya, en muchos aspectos, hemos pasado el punto de equilibrio. No es que los políticos o los empresarios
ignoren el consenso de los científicos a nivel mundial, sino que siguen
confiando en que el mismo crecimiento acelerado les dará la solución a este
problema, produciendo algún milagro científico que logre detener el cambio, o
incluso hasta revertirlo. El problema es que esta apuesta es parecida a una
ruleta rusa, en donde las consecuencias de perderla serán fatales para la
humanidad y la mayoría de los seres vivos del planeta. Claro, siempre nos
quedarán los tardígrados. No podemos esperar a que la clase política
nos salve, para producir un cambio es necesario actuar como ciudadanía,
utilizando los recursos que tengamos disponibles. Planificar mejor la familia
para disminuir conscientemente la población; dejar de consumir plásticos que
acaban en el mar e intoxican a la fauna marina y a las aves, o productos que
tardan siglos y hasta milenios en degradarse; usar medios de transporte
alternativos o compartir el auto; buscar comprar vehículos eléctricos o
híbridos, para consumir menos gasolina; plantar nuestros propios huertos y
comprar a productores locales, etcétera.
También es importante la solidaridad. Hoy, el
estado de Sinaloa está pasando un momento difícil por las inundaciones que las
lluvias desmedidas, provocadas por el cambio climático, han provocado. El
Gobierno del Estado de Colima, a través del DIF Estatal, está recibiendo
donaciones para los damnificados de Sinaloa, donde se reciben víveres no
perecederos, productos de limpieza, colchonetas y cobijas nuevas. Para más
información, se puede revisar la página de Facebook del DIF Estatal, o acudir
al estacionamiento del edificio del Instituto del Suelo, Urbanización y
Vivienda (Insuvi), ubicado en Calzada Galván Norte esquina con Emilio Carranza,
de la ciudad capital.