Razones
JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ
Se arruga el terciopelo de la transición
Viernes 05 de Octubre de 2018 8:00 am
LA transición de terciopelo que algunos
apreciaban, comienza a mostrar nubarrones, en parte, porque es inevitable que
así sea, sobre todo cuando el cambio se da entre dos administraciones tan
distintas, pero en buena medida también porque el equipo de gobierno, el grupo
legislativo, el próximo partido en el poder, conforman un galimatías difícil de
entender donde hay de todo, con visiones muy diferentes del país y de la forma
de ejercer el poder, fuerzas y personajes que sólo están unidos por el apoyo a
Andrés Manuel López Obrador, pero que ahora comienzan a tomar vida propia. No
es ajena a este proceso la decisión (errada) de haber comenzado a realizar
tantos nombramientos muy adelantados, que han provocado que los próximos
funcionarios quieran ya actuar como si estuvieran en el cargo. El caso del Conacyt es sencillamente
vergonzoso. La nueva directora, ordenando que se cancele hasta el pago de
becas, las promociones, que se paralice hasta que ella asuma una institución
que se ha manejado de forma impecable durante muchos años. Lo del Fondo de
Cultura Económica igual: no tenía sentido designar desde hace meses a Margo
Glantz, no porque no tuviera méritos, sino porque por la edad y la salud, no
estaba en condiciones de asumir esa responsabilidad. Dirigir el FCE, una enorme
editorial con presencia en muchos países, es un trabajo complejo, que requiere
visión, cultura, pluralidad y dedicarse a ello de tiempo completo. La FCE ha
tenido excelente directores (José Carreño lo es) y no es una oficina
burocrática más. Margo ya renunció al cargo que nunca asumió y ahora dicen que
iría Paco Taibo II, pero el propio escritor dice que no ha tomado una decisión,
porque primero tiene que hablar con Andrés. ¿Es Paco el perfil adecuado para la
FCE? Más allá de sus indudables talentos literarios y su evidente radicalidad
política, creo que no, salvo que se piense convertir al Fondo en un proyecto
muy diferente al que creó Arnaldo Orfila. Lo de la Cámara de Diputados es ya un
completo sainete. Las diferencias entre Mario Delgado, Porfirio Muñoz Ledo,
Dolores Padierna, Gerardo Fernández Noroña, entre muchos otros, son evidentes y
públicos. A la arrogancia con la que se mueven muchos de los diputados de
Morena, que en la mitad de las sesiones ni les permiten hablar a los
legisladores de la oposición y que creen que están de mitin en San Lázaro, se
suma la renuncia en masa de los principales funcionarios de la Cámara, ante las
medidas de “austeridad” y las diferencias profundas sobre qué hacer ante la
ausencia de ese personal. Un caso especial es el del director de Comunicación
de la Cámara, Óscar Argüelles, al que Muñoz Ledo le pidió la renuncia, pero
Delgado le pidió que se quedara en esa posición. Argüelles es uno de los
mejores y más eficientes comunicadores del sector público, con una enorme
experiencia y capacidad de interlocución y que ha trabajado en áreas clave del
Gobierno Federal y el Congreso. Pero Porfirio (que el pasado 2 de octubre
publicó un artículo, como si en 1968 hubiera formado parte del Comité de
Huelga, en lugar de estar haciendo la apasionada defensa de Díaz Ordaz) quiere
poner a uno de los suyos. En el Senado, las cosas son más serenas, pero la
distancia entre Ricardo Monreal y Martí Batres es evidente. Y no podemos
olvidar la pelea entre la presidenta del partido, Yeidckol Polevnsky, y el
ahora gobernador Cuauhtémoc Blanco. En seguridad, el Presidente electo se ha
metido sólo en problemas delicados. Su acusación de que fue el Estado Mayor
Presidencial el que ejecutó la matanza de Tlatelolco no tiene sustento y mucho
menos que quiera justificar con ello la próxima desaparición de ese cuerpo
especializado que todos los especialistas en el tema, sin excepción, le han
recomendado mantener. Todas las investigaciones coinciden en que el papel protagónico
en el crimen de Tlatelolco fue del Batallón Olimpia, donde intervenía personal
de todas las corporaciones de seguridad, pero cuyos mandos eran autónomos y
dependían directamente de Presidencia, Gobernación y el DDF. Dicen en el equipo
del Presidente electo que lo que sucede es que se cometieron abusos en el EMP y
por eso Andrés Manuel lo quiere desaparecer. Pues bien, el próximo Presidente
puede y debe designar a los mandos de ésa y de otras instituciones y
simplemente establecer las normas que se deben seguir y acabar con cualquier
abuso que encuentre. De otra forma es como decir que si hubo abusos, por
ejemplo, en el IMSS, se debe desaparecer por ello el Seguro Social. Y hablando del Seguro Social, otra de las
contradicciones que han surgido entre quienes serán los próximos funcionarios
de las distintas áreas de salud es que hay quienes quieren desaparecer el
Seguro Popular, quizás porque fue una creación del gobierno de Calderón,
reviviendo algo parecido al IMSS-Coplamar (otro regreso a los 70).
La lista podría continuar, pero a la
designación demasiado adelantada de funcionarios se ha unido otra cosa. La gira
de agradecimiento del Presidente electo, que lo ha sacado del espacio
presidencial para volver a colocarlo en campaña. Y los dichos de campaña sirven
para ganar elecciones, pero no para gobernar. El Presidente electo debe
regresar al espacio presidencial y comenzar a poner orden junto a sus más
cercanos, en sus fuerzas y sus proyectos.