Diálogos psicológicos
CLAUDIA LETICIA YÁÑEZ VELASCO
Huyendo de la soledad
Domingo 07 de Octubre de 2018 8:40 am
AL doctor Sergio Vázquez le escuché decir:
“Lo peor no es que no tengas una persona que te ame, sino que estés tan lleno
de amor y no tengas con quién compartirlo”. Acudió a mí una joven en psicoterapia,
mencionaba, angustiada, el temor a “perderse” en un ejercicio en el que debía
cerrar sus ojos y permanecer vendada durante unos minutos. Lo expresaba como
una pérdida del control. Un temor de que otros conozcan “algo” de ella que aún
no conoce, porque el contactar con su cuerpo era insoportable y prefería estar
con los ojos abiertos. Encontrar entre los jóvenes que pueden estar
viviendo falta de autonomía, inseguridad, mínima autoconfianza, neurosis,
rigidez, pone de relieve la vaciedad de nuestro tiempo. No saber lo que quieren
ni lo que sienten; con una incapacidad tremenda para expresarse y establecer
vínculos, genera una gran soledad. Aun en un nivel socioeconómico relativamente
estable, se sienten insatisfechos y vacíos interiormente. Se encuentran, según
el psicólogo Rollo May, con el dilema de la persona-espejo: “No soy más que un
conjunto de espejos que reflejan lo que cada uno espera de mí”. Las metas no son suficientes, se han vuelto
expectativas inalcanzables que padres, escuela y redes sociales les exigen que
cumplan para que vivan de manera automática. Seguir culpando a las
instituciones, la familia, el partido político, la época, o lo que se antoje,
ya no alcanza. David Riesman, en su texto Muchedumbre
solitaria, señala que las personas dirigidas desde afuera se suelen
caracterizar por actitudes de pasividad y apatía. Sin motivación e interés. Y
qué se puede esperar al traspasar ese vacío, sino es que llegar a un estado de
desesperanza, las potencialidades buscarán salida sin ser canalizadas
constructivamente. En esta experiencia de vacío, lo que experimentan es una
clara impotencia por no sentir algo más en sus vidas y su mundo. Bien por las
personas que llegan a pedir ayuda a la psicoterapia. Lo que me preocupa es,
¿qué pasa con quien no cuentan ni busca ningún apoyo? La soledad surge como una situación paralela
al sentimiento de “vaciedad interior”, de impotencia y desesperanza. Es un
sentimiento de “estar afuera”, aislado. Una presencia temida de la que
escapamos con la actividad, el acelere y la aparente “compañía”. Dejar que
asome a nuestras vidas aumenta el vacío interno, es quedar abiertos a la
intemperie y cada vez más evitamos la angustia de buscarnos. Hace 100 años, Kierkegard
escribió que en su época se hace todo lo posible para ahuyentar el pensamiento
de la soledad por medio de los festejos y la música jenízara de conjuntos
estentóreos, de igual modo que ahuyentan a las fieras en las selvas americanas
usando antorchas, dando alaridos y haciendo sonar tambores. Actualmente, sucede
que con tanto ruido, la soledad no se deja sentir. En la “felicidad brillosa” existe la
verdadera tristeza y angustia por vivir. Se tapa la soledad porque la asociamos
con tristeza. Existen sentimientos de vacío y aislamiento en personas con tanta
vitalidad “aparente”. Esto se ve reflejado en la relación de pareja en
conflicto, el sexo sin sentido, el ruido mental que avasalla. Viven en sus
mundos, retraídos y temerosos de salir de su caparazón. Si queremos vivir en
conciencia, con tanto ruido… nos iremos como llegamos. Si nos seguimos
distrayendo todo el tiempo… nos iremos dormidos. Seguiremos en profunda
superficialidad, con miedo al desamparo. Estar solo es parte de nuestra
naturaleza, puedes intentar escapar y estar siempre con gente, con amantes o
todo el tiempo trabajando. La soledad es una visita que un día tocará tu
puerta. Te brindará la paz y el conocimiento. Te ofrecerá el regalo de quitarte
tu “personalidad” y mostrarte quién eres. Sabrás que no eres un apellido, un
integrante de un grupo, tu vestimenta, tu puesto, ni la 2823 de esa
institución. En la soledad tienes la gran oportunidad de
sentir… de vivir. Sin la aprobación de nadie y sin andar caminando de
puntillas. Quien elija pasar por la angostura que trae la soledad puede
realmente amar… el resto es sólo mentira. *Presidenta del Colegio Colimense de
Psicólogos A. C.
colegiopsicol@hotmail.com