Razones
JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ
La amapola, más allá del lugar común
Martes 09 de Octubre de 2018 8:00 am
MIENTRAS el tema de la legalización o
regulación de la mariguana parece estar en una suerte de limbo difícil de
transitar entre su uso medicinal y lúdico, el tema de la legalización de la
amapola (en realidad, de su utilización para la producción de opiáceos como uso
medicinal) parece avanzar sin graves contratiempos. Primero fue el gobernador de Guerrero, Héctor
Astudillo, el que presentó la propuesta que retomó el Congreso estatal, luego
fue bien recibida por distintos ámbitos de los gobiernos estatal y federal, por
la administración entrante y este fin de semana, el general Salvador Cienfuegos
aceptó que se debía analizar esa propuesta, que podría ser una opción a futuro
que debía considerarse. López Obrador coincidió con el secretario de la
Defensa. Nada de esto es terminante, ni tampoco
implica que tendremos una legalización de los cultivos de amapola a la vuelta
de la esquina, mucho menos cuando se dé ese paso (que muy probablemente sí
debemos dar) se vaya a acabar la violencia y la inseguridad en las zonas de
gran producción, como Guerrero y el Triángulo Dorado (donde confluyen
Chihuahua, Durango y Sinaloa). La producción de amapola y sus derivados supera
en mucho las necesidades que tiene el país para su uso medicinal e incluso las
posibilidades de exportación, porque además estamos hablando de un enorme
mercado de consumo, sobre todo en Estados Unidos y Canadá, que no da visos de
disminuir. Nadie conoce mejor esa realidad que los
soldados que realizan las tareas de erradicación y que trabajan en las
condiciones más difíciles en la sierra. Los plantíos de amapola no se dan sólo
en Guerrero y el Triángulo Dorado. Hay plantíos en Oaxaca, Nayarit, Michoacán y
otros estados. Con un kilo de semilla de amapola se puede
sembrar una hectárea, de una hectárea cultivada se pueden obtener 11 kilos de
goma de opio, a su vez, de esa goma de opio se puede producir un kilo de
morfina y de éste se produce un kilo de heroína, del que se obtienen hasta 20
mil dosis. Para 2014, según datos de la Administración para el Control de
Drogas (DEA), 4 millones 813 mil estadounidenses habían consumido heroína. La
cifra ha crecido de forma constante, casi geométrica, desde entonces. El año pasado, por sobredosis de opiáceos en
Estados Unidos murieron 60 mil personas, y este año la cifra será bastante
superior, porque el consumo sigue creciendo. Nadie querrá perder ese marcado de
miles de millones de dólares. Es verdad que un porcentaje de los opiáceos que
se consumen y matan en Estados Unidos es simplemente medicina regulada
preescrita con absoluta liberalidad por los profesionales médicos de la Unión
Americana. Segundo, que buena parte de los opiáceos que se consumen en Estados
Unidos no llega vía México. Tercero, que el opiáceo que más daño hace es el
fentanilo, que es un producto sintético, producido sobre todo en China e India,
que llega cruzando muchas y diferentes fronteras de las veces directamente de
Oriente a Estados Unidos. La Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y
el Delito (UNODC), en su informe mundial sobre las drogas 2016, hace referencia
a un cambio en el suministro de heroína en diferentes regiones del mundo.
Destaca, por ejemplo, que en América del Norte el 90 por ciento de la heroína
consumida en Canadá procede de Afganistán, mientras que para Estados Unidos es
suministrado desde México y Sudamérica Pero resulta que en EU el mayor índice de
consumidores se localiza en la costa noreste, en los estados de Pensilvania,
Rhode Island, Nueva York, Nueva Inglaterra, Filadelfia, Nueva Jersey y
Washington DC. El informe ONUDOC sostiene que además de la heroína procedente
de América Latina, existen evidencias de que la del suroeste asiático
(producida sobre todo en Afganistán, una Nación ocupada por tropas de Estados
Unidos y Pakistán) es la que más está llegando al mercado de Norteamérica
(Canadá y EU), postura que se refuerza con la aceptación del gobierno de
Canadá, de que este tipo de droga que entra a su país procede de Afganistán y
puede surtir el mercado norteamericano. Desde allí es mucho más fácil hacer llegar la
droga a los estados del noreste que desde México, porque además la frontera de
Estados Unidos con Canadá es particularmente porosa en el sur del país, mucho
más que la mexicana, Las cifras de la UNODC ubican a México en el
tercer lugar de producción mundial, con una superficie de 24 mil 800 hectáreas,
mientras que Afganistán lidera la producción de goma de opio en una superficie
de 183 mil hectáreas, seguido de Myanmar, con 55 mil 500 hectáreas, es decir,
México produce siete veces menos goma de opio que Afganistán y menos de la
mitad que Myanmar. Los opiáceos sintéticos, como el fentanilo,
no se producen en México, sino en los países de Oriente, y hay innumerables
métodos de hacerlo ingresar a la Unión Americana sin que pase, necesariamente,
por nuestro país. Pese a ello, el Departamento de Estado sigue considerando que
entre el 90 y el 94 por ciento de los opiáceos que llegan a ese país provienen
de México, lo que es falso.
No son datos menores, ahora que se habla de
legalizar la producción de amapola. Una legalización que es viable, pero que
debe analizarse con ojos muy distantes del lugar común, porque el desafío es
mucho más complejo de lo que se lo suele presentar.