Razones
JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ
Villanueva, ¿preso político?
Lunes 15 de Octubre de 2018 7:56 am
EL jueves pasado, durante su visita a Quintana
Roo, el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, recibió una carta del
hijo de Mario Villanueva, el ex gobernador del estado preso desde fines del
gobierno de Ernesto Zedillo, acusado en México y Estados Unidos de
narcotráfico. En la misma, Carlos Mario Villanueva Tenorio, convertido en un
destacado político local, primero en el PRI y ahora en Morena, define a su
padre como un preso político y demanda su libertad o por lo menos que se le
permita estar en prisión domiciliaria. Pocos después, López Obrador dijo que
liberaría a los presos políticos que hubiera al tomar posesión, y aseguró que
se analizaría caso por caso, para tomar esa decisión. Me parece que tiene
razón, si hay quien esté preso por razones exclusivamente políticas, debe ser
liberado. En realidad, son contados los casos de
quienes pudieran ser considerados presos políticos. Quizás, seguramente, haya
algunos dirigentes sociales en algunos estados: está el caso de Alejandro
Gutiérrez, en Chihuahua, que está ya en prisión domiciliaria, y me imagino que
algunos otros. Pero de lo que no me cabe duda es que Mario Villanueva Madrid no
es un preso político. Es un político que desde la gubernatura se alió con
grupos del narcotráfico, puso en manos de éstos diversos espacios de poder, de
la seguridad del estado, y si está cumpliendo condena es por esos delitos, no
por razones políticas. Villanueva fue un Gobernador que llegó al
poder durante el gobierno de Carlos Salinas, de la mano de Luis Donaldo Colosio
y Carlos Rojas. Era un hombre humilde y relativamente popular que había
implementado Solidaridad en el estado, que rompía con el modelo de candidato
surgido de las familias de mayor peso político en la entidad. Pero una vez
instalado en el poder, la estela de abusos, autoritarismo y vigencia de
Villanueva se cruzó con una cada vez más evidente presencia del narcotráfico en
la entidad, ya no sólo como una plaza turística de alto consumo, sino como un
centro de operaciones clave en todo el sur del país, con ramificaciones en
Centroamérica, Cuba y otras islas del Caribe. En esos años, Villanueva “expulsó” al cónsul
de Estados Unidos de Cancún, porque el cónsul osó investigar la muerte de dos
jóvenes mujeres estadounidenses por sobredosis de droga durante sus vacaciones
en el centro turístico. Descubrió que quien le había vendido la droga
adulterada a las jóvenes eran personajes ligados a las fuerzas de seguridad
locales. Villanueva decidió ir por el cónsul, subirlo a la fuerza a un avión y
“expulsarlo” del estado. Por esas y otras denuncias, el secretario de
la Defensa de ese entonces, el general Enrique Cervantes, envió un grupo de
inteligencia militar a investigar qué sucedía en ese centro turístico. Había
denuncias de que los narcotraficantes estaban descargando grandes cantidades de
drogas desde allí para redistribuirla hacia otras partes de México y Estados
Unidos. El grupo de inteligencia militar fue
descubierto por un grupo paramilitar que había formado Villanueva con su gente
de confianza, ligada a su vez al narcotráfico, que los detuvo, los torturó
hasta la muerte (salvo a uno de sus integrantes, su jefe, que fue abandonado
muy delicado de salud en Campeche). Le dejaron el mensaje de que no se
volvieran a meter en Quintana Roo. Al mismo tiempo, Villanueva extorsionaba a
los empresarios importantes que tenían negocios en la zona. Tuve en mis manos y
lo publiqué en el libro El otro poder (Aguilar, 2001), una carta que Mario
Villanueva entrega al entonces banquero Roberto Hernández, en la que le exigía
37 millones de pesos mensuales para frenar una durísima campaña en su contra en
los medios del estado. Cuando el presidente Zedillo convocó a
Villanueva para que le diera explicaciones sobre todas estas denuncias, el
Gobernador rompió con el Presidente. Durante 5 años estuve investigando el caso
Villanueva, siendo Mario gobernador en funciones, y buena parte de este
entramado quedó al descubierto, incluyendo muchos otros, como el tráfico de
mercancías y productos con Cuba, además de una red de tráfico de jóvenes
mujeres cubanas a Cancún. Cada vez que publicaba algo, Villanueva me enviaba
con una tarjeta firmada de puño y letra una corona o ramo mortuorio a mi casa.
La tarjeta decía “siempre te leo”. Unos días antes de fugarse, Villanueva,
acompañado por un numeroso grupo de custodios, irrumpió en mi oficina. Pensé
que venía a amenazarme o algo peor. Me encontré con un hombre, que casi
llorando me pedía interceder por él. Decía que todo era verdad, menos lo de su
relación con el narcotráfico. Me dijo que yo no era su enemigo, que simplemente
había investigado las denuncias en su contra, que sus adversarios reales eran
quienes habían sido mis fuentes: el gobierno de Estados Unidos, el del
presidente Zedillo, la Secretaría de la Defensa y buena parte de los
empresarios del país que tenían negocios en Quintana Roo. Todos ellos habían
sido agraviados por Villanueva.
Han pasado los años y Villanueva permanece
encarcelado. Quizás por razones humanitarias pudiera recibir prisión
domiciliaria o incluso ser dejado en libertad. Puede ser. Lo que es indudable
es que Villanueva no es un preso político. Es un político que está preso por
cometer delitos muy graves.