Razones
JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ
Argentina, crisis, corrupción y vitalidad
Martes 16 de Octubre de 2018 7:49 am
BUENOS Aires, 15 de octubre. Un viaje
relámpago a la capital argentina me ha permitido atestiguar dos cosas. Primero,
la enorme vitalidad de una ciudad como Buenos Aires, que no se doblega ante las
crisis económicas recurrentes, los malos gobiernos, la inestabilidad ni la
polarización, que a veces parece devenir en balcanización del país. Buenos
Aires a toda hora vive, se la siente pulsar con una pieza de Astor Piazzolla,
eléctrica, pero siempre con un profundo toque melancólico. En un mismo día conviven los Juegos Olímpicos
de la Juventud, innumerables espectáculos, cine, teatro, rock, música clásica,
conciertos, librerías, quizás no tan atestadas como en el pasado, pero con un
número y una selección editorial envidiable, incomparable para quienes venimos
de México. Y restaurantes siempre llenos, a pesar de una inseguridad para nosotros
incipiente, hasta altas horas de la madrugada. En una ciudad cuyo mayor mérito
es que se puede seguir caminando, disfrutando, algo casi perdido para nosotros. Lo segundo es la inestabilidad política. El
gobierno de Macri no se ha podido consolidar por sus logros, sino que se
mantiene básicamente por la autodestrucción en torno a lo que fue el régimen de
Cristina Fernández de Kirchner, azotado por sus graves errores políticos, sus
rupturas con sectores empresariales y medios, sobre todo por una corrupción
interna que supera, y vaya que en la región la capacidad de sorpresa al
respecto es alta, los márgenes del asombro. Los llamados cuadernos de la
corrupción han exhibido al pasado gobierno de una forma tal, que no se compara
siquiera con la historia reciente de un ex ministro cercanísimo a la ex
presidenta, enterrando en una iglesia, bolsas y bolsas con millones de dólares
en efectivo. Fue descubierto y apresado, cuando con una metralleta al hombro
realizaba esa dura labor. Los cuadernos son otra cosa: un chofer de un
ministro clave en el entramado del gobierno, durante años registra en forma
acuciosa todos los movimientos de su jefe, sobre todo los dineros que recibe y
los que entrega, los favores y los favorecidos. Es un registro por día, hora y
lugar, con cantidades exactas y con nombres propios, durante años. Y lo entrega
a un periodista que antes de publicarlo lo lleva a un juez para que inicie
procesos penales. El resultado es demoledor, porque empresarios y políticos de
todo tipo comienzan a aceptar su responsabilidad para disminuir culpas, y el
tema tiene cercada a la ex presidenta, todavía protegida por el fuero, e
incluso a sus hijos. Eso no termina de consolidar la confianza en
torno al gobierno de Macri. La crisis económica, la recurrente y que a través
de los años parece ser siempre la misma que agita a Argentina, se basa en la
poca capacidad de inversión prolongada en el país que deviene a su vez de la débil
institucionalidad. Las inversiones van y vienen, son especulativas y los
vaivenes del dólar alteran todo el andamiaje económico, social y productivo. El
comercio exterior argentino depende mucho de las materias primas y éstas están
en muy pocas manos, los recursos también y la capacidad de control
gubernamental diminuye cuando baja la confianza. Y algo de eso está sucediendo ahora, con la
diferencia de que las alternativas opositoras se ven pulverizadas por la
corrupción. Sin embargo, subsisten, porque un gobierno con limitada
sensibilidad social y empeñado en los ajustes económicos que le exigen sus
acreedores en el exterior, termina castigando a la sociedad con aumentos
constantes de precios de servicios e impuestos que agotan la popularidad de
cualquier régimen. Muchas veces hemos dicho aquí que el próximo
gobierno de López Obrador tenía muchos puntos de referencia con el de los
Kirchner, de la misma forma que Morena se parece mucho al viejo partido
peronista. Hay puntos en común, muchos, pero también diferencias. López Obrador
está lejos de tomar el poder de un país en bancarrota, la economía mexicana
está ordenada y en un relativamente buen momento, sus posibilidades de
operación son amplias. Néstor Kirchner agarró el país en plena crisis, en
cesación de pagos, pero también cuando iniciaba un ciclo al alza del precio de
las materias primas que le permitió afianzar su gobierno (había asumido con
poco más del 20 por ciento de los votos), al tiempo que no cubría sus
obligaciones exteriores, pero gozaba de una próspera sociedad comercial, con un
Brasil en aquellos años pujante.
Lo cierto es que logró, y ese es un punto de
contacto con López Obrador, consolidar un movimiento por momentos populista,
por momentos intolerante, centrado en su propia persona, pero también con
sentido social y agrupando desde personajes conservadores hasta de izquierda en
torno suyo. Con el paso de los años, las cosas se le complicaron y comenzaron
las diferencias profundas, pero para el país, la tragedia fue su muerte
repentina, por un ataque cardíaco masivo. El gobierno lo tenía entonces su
esposa Cristina, que pasado un periodo se lo regresaría a Néstor. Pero éste
siempre había conservado el poder. Su sorpresiva muerte (en realidad no tanto,
porque se sabía de sus males desde años atrás) le dejó el gobierno y el poder a
Cristina, que se equivocó en casi todo: rompió alianzas, acuerdos, se
radicalizó, sectarizó y terminó devorada por la corrupción de ella y de muchos
de los suyos. El resto es historia actual. Esa historia casi circular,
borgiana, que tanto lastima este país y esta ciudad, pero que no le restan ni
un gramo de vitalidad.