Educación para el bienestar
VLADIMIR PARRA BARRAGÁN
Jueves 18 de Octubre de 2018 8:02 am
HABLAR de la reforma educativa es
hablar de una política contra el magisterio y sus derechos laborales, además de
la clara intención de un gobierno irresponsable, que a lo máximo que aspira es
a convertirse en el alumno bien portado de los organismos financieros,
nacionales y extranjeros, como el Banco Mundial, quienes pretenden privatizar
uno de los sectores más importantes para cualquier país: la educación. Ahora se escribe un nuevo paradigma,
gracias a la resistencia de miles de docentes que defendieron sus derechos y el
futuro educativo de esta Nación, y también a un pueblo que demostró tener la
madurez y, sobre todo, memoria, que optó por la cuarta transformación de la
vida pública de México, misma que apenas está comenzando. Es justamente el foro por un Acuerdo
Nacional para la Educación, organizado por el equipo de transición de AMLO, la
alternativa democrática del pueblo para corregir lo que se ha venido haciendo
mal con la educación, en donde docentes y padres de familia confluyan y
construyan un verdadero cambio y una auténtica reforma educativa, de contenido
pedagógico y no punitivos hacia los derechos laborales del magisterio. Se debe eliminar de tajo la reforma
educativa, pero al mismo tiempo debemos implementar cambios necesarios y
urgentes. Una evaluación, sí, pero no punitiva, sino alternativa, que sirva
esencialmente para corregir el rumbo, implementada por alumnos, maestros,
padres de familia y comunidades; que sea horizontal y también de abajo hacia
arriba; democrática y respetando siempre la enorme diversidad regional y
cultural del país, tal y como ya lo había propuesto una parte del magisterio en
lucha. Tenemos que rescatar esas propuestas que surgen del aula y no de
oficinas alejadas de la realidad educativa. Tenemos la tarea de rescatar también
las propuestas de evaluar no solamente a docentes que desempeñan su labor en el
aula, también tenemos la necesidad de evaluar a funcionarios y autoridades
escolares, revisar los materiales didácticos y la infraestructura escolar, tal
y como lo planteaban con justa razón los maestros y maestras de Oaxaca,
demostrando que no temen a una evaluación, pero que esa evaluación debe hacerse
pensando en la mejora y no en el castigo soberbio de un estado que busca culpar
a otros de sus propios errores. En el aula, debemos regresar el
sentido crítico e histórico al alumnado. No es posible que se recorten cada vez
más las horas de historia o civismo, por mencionar un ejemplo, quitando a los
alumnos y alumnas la posibilidad de reconocerse en la historia y de generar una
identidad. El humanismo debe privilegiarse en un mundo asaltado por el mercado. Termino leyendo un fragmento de “No
habrá recreo”, con una de las narraciones del profesor Carlos Velázquez,
fundador de telesecundarias y creador de la Escuela Normal Rural del Pueblo,
quien nos cuenta la historia de un profesor que enseñaba a sus alumnos a soñar.
Cada día, una hora antes de la salida de clase, los estudiantes contaban en el
salón sus sueños y el profesor los comentaba. Antes de terminar la jornada les
recordaba: “Ya saben su tarea: antes de dormirse, suelten el cuerpo, respiren
profundo y cierren los ojos. Piensen en algo agradable que les haya pasado o
que quieran hacer y que el sueño les llegue pensando en eso. Y cuando despierten,
no se les olvide que lo primero que tienen que hacer es escribir lo que
soñaron”. Profesores como ése son los que la
reforma educativa quiere eliminar. Ellos no caben en el modelo pedagógico que
quiso establecer el régimen que está por concluir. Son un estorbo. No hay forma
de calificarlos. Hay que deshacerse de ellos. ¿Cómo examinar a alguien que
enseña a sus alumnos a soñar? Paulo Freire decía: “Nada debe ser
hecho en el sentido de ayudar al Estado elitista a deshacerse de sus
obligaciones. Por el contrario, dentro de las escuelas comunitarias o dentro de
las escuelas públicas, las clases populares precisan luchar para que el Estado
cumpla con su deber”.
*Diputado local por Morena