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GLENDA LIBIER MADRIGAL TRUJILLO

Tenemos que hablar


Viernes 19 de Octubre de 2018 8:01 am


TENEMOS que hablar de sexualidad. De las desviaciones sexuales en las que menores de edad pueden llegar a caer por falta de orientación e información correcta y oportuna. De las graves y permanentes secuelas psicológicas que deja el abuso sexual en niñas y niños. De lo gravísimo que resulta que el abuso sexual contra infantes ocurra en un plantel escolar a cargo del Estado. De la falta de capacitación del personal directivo y docente para prevenir o, en su caso, resolver un doloroso incidente de este tipo.

Tenemos que hablar del tema sin sonrojarnos, sin asustarnos ni indignarnos. El abuso sexual contra menores de edad en escuelas públicas existe, pero pocas veces se denuncia, porque cuando se denuncia, como lo estamos viendo en estos momentos con el lamentable caso ocurrido en la escuela primaria Emiliano Zapata, en Villa de Álvarez, las autoridades educativas se hacen que la Virgen les habla. Once días después del suceso, no han resuelto nada. O si lo hicieron, no lo han informado.

Muchas otras veces no se denuncian este tipo de casos porque la víctima se queda callada por temor o por vergüenza, o porque los padres de la víctima deciden mantenerlo en privado.

Que un menor de edad haya sido víctima de abuso sexual por parte de cuatro menores de edad también, dentro de las instalaciones de una escuela pública, no es cualquier cosa. Es gravísimo. Reprobable y reprochable, especialmente por parte de las autoridades educativas que tienen como principal responsabilidad salvaguardar la integridad del estudiantado mientras permanezca en la escuela.

Por eso, lo menos que podía esperar cualquier ciudadano con el sentido común activado era que el secretario de Educación, Jaime Flores Merlo, interviniera directamente en el asunto, que atendiera personalmente a la madre del niño agredido que fue a la Secretaría de Educación porque la directora del plantel escolar no le hizo caso, que acudiera a la escuela por lo menos para conocer las instalaciones y que, por supuesto, ya hubiera resuelto el asunto.

Qué doloroso episodio de vida para la pequeña víctima. Y qué doloroso para la madre que, aparte de entender, asimilar y dar a conocer públicamente lo que le sucedió a su hijo, tenga que peregrinar en busca de respuestas, de soluciones, primero por la escuela donde su pequeño fue agredido, y luego por la Secretaría de Educación.

Cómo es posible que apenas el lunes pasado, es decir, ocho días después del lastimoso evento, el titular de la SE anuncie que se investiga el caso. Que mandó a un segundo a atender a la madre de la víctima. Que se tomarán medidas.

El funcionario no tuvo la sensibilidad para, por lo menos, atender personalmente a la madre del niño agredido. No ha entendido la gravedad del hecho. No ha dimensionado su responsabilidad como cabeza de sector, porque el abuso sexual tuvo lugar dentro de las instalaciones de un plantel educativo a su cargo. Quizás no tiene idea de lo que el hecho, por sí mismo, representa.

Ojalá que la reforma educativa que el próximo Gobierno Federal pretende rehacer, incluya la aplicación de un examen a quienes aspiren a ser secretarios o secretarias de Educación en las entidades del país. Que se les pregunte cuáles son los protocolos que deben aplicarse para resolver un problema mayor, como el abuso sexual contra estudiantes, máxime cuando las víctimas son menores de edad. Que se sometan a una prueba que determine su sensibilidad ante casos delicados, como el que aquí se menciona. Que se les exija que tengan tacto y humanidad para atender a padres de familia y menores que pasan por problemas mayores.

La reforma educativa necesariamente tiene que incluir la profesionalización de las personas que están al frente de las Secretarías de Educación en los estados, pues mientras las dependencias sigan bajo el mando de personajes que llegan al cargo por meros compromisos políticos, difícilmente se alcanzarán los avances esperados. En educación hay que reformar todo, empezando por las cabezas de sector.