Despacho político
ARMANDO MARTÍNEZ DE LA ROSA
Indefenso idioma
Viernes 19 de Octubre de 2018 8:02 am
A medida que tienen acceso a los
medios de comunicación de masas, incontables políticos contribuyen a la
corrupción del idioma. Muchos de los receptores del mensaje no son
especialistas del lenguaje y resultan víctimas inermes de la mala influencia.
Asumen que si lo dice don fulano y la prensa lo replica, debe de ser correcto. Ya sabemos que casi todos los
políticos cargan un morral de escasas palabras por diccionario. Les gusta ser
grandilocuentes, rebuscados, barrocos hasta lo churrigueresco o, como dicen en
mi rancho, se cuelgan hasta la piedra del molcajete cuando les dan ocasión de
ornamento oratorio o entrevista de calle, de seguido, por cierto. Mala cosa. De vez en vez, el político oratorio se
encuentra una palabra que lo encandila. Se la apropia escuchando, no leyendo,
claro. Tampoco se toma tiempo para investigar el significado preciso. La usa
como la entendió y así la transmite, como en aquel juego infantil del teléfono
descompuesto. Ahí empieza el rodar del término y toma rumbo a la desgracia
idiomática sin detenerse. Apresurados casi siempre, impelidos
por la presión del cierre de edición, los periodistas replicamos aquellos
términos sin fijarnos, engranes de la anarquía del habla que el político echó a
andar. Y aparece al día siguiente, o ese mismo día en los medios de la premura
informativa, aquella dichosa palabra, para decirlo con el ingenioso título del
excelente programa que dirigió Pablo Boullosa en el canal 22 de televisión. De un tiempo a la fecha, se ha metido
otra palabreja al discurso político, a las líneas de los periódicos, a las
voces de la televisión y la radio y, finalmente, al lenguaje coloquial. Es una
de esas que primero sorprenden a quien está atento a ciertas deformaciones del
idioma. Luego, se vuelven frecuentes. Finalmente, son ajonjolí de todos los
moles. Cuando la moda pasa, se van como los fantasmas, en silencio y sin
espantar a nadie más. Hubo un tiempo en que la moda del
habla política y cotidiana fue el vocablo “tenor”. Se convirtió en muletilla:
“En ese tenor…”, decían los políticos en una suerte de visita a la antesala de
la grandilocuencia. Pudieron usar contexto, con más precisión. Sin embargo,
contexto ya entonces era término gastado, aunque de vez en cuando recurrían a
él, cuando necesitaban justificar resbalones y burradas en sus declaraciones a
la prensa. “Sacaron de contexto mis palabras”, se quejaban. ¿Por qué entonces
no decían “sacaron de tenor mis palabras”? Porque parecería que habló un
cantante, pues tenor define la tesitura de una voz de la ópera, la más aguda
antes del contralto, si bien sobre esta última clasificación guardo reservas
que no vienen al caso hoy. Otros significados de tenor, se usan a
modo de preposición –no sustantivo– similar a la palabra “según”, y refiere el
sentido textual de una expresión, pero no es sinónimo de contexto. Como fuere,
un día pasó de moda, cuando los políticos que la trajeron al mundo cotidiano se
marcharon a molestar en otros rumbos. “Según” es palabra de varias
utilidades. La cercenaron en el habla cotidiana. Desconozco de dónde proviene
tanta saña contra una preposición que también es adverbio y nos permite formar
frases elípticas. Cuando íbamos a misa, escuchábamos al cura leer el Evangelio
según san Juan o cualquiera de los otros tres evangelistas. José Saramago
tituló una de sus novelas más leídas El evangelio según Jesucristo. “Te
premiarán según te comportes”, es ejemplo de otro uso. Y hay más. De pronto, un sicario de la lengua
decapita la palabra, diciéndonos: “Que habrá fiesta, según”. Y uno queda con la
mirada fija en el interlocutor esperando que complete la oración y nos diga
según quién o quiénes, esto es, quién carajos le dio la información de que
habrá jolgorio. Infructuosa espera. Ahí se termina la expresión. ¡Qué le vamos a
hacer! Se ha vuelto frecuente. Tema es palabra de moda. Sube, baja,
entra, sale, vuela, corre, gira. Otra vez, los políticos la introdujeron al
habla coloquial. Para ellos, todo es tema: La inversión pública, los
asesinatos, las protestas sociales, la deuda con el almacén, la cita en un
restaurante, el vuelo de un avión, el desastre provocado por un ciclón.
“Proposición o texto que se toma por asunto o materia de un discurso”, explica
el Diccionario de la RAE en primera y segunda entradas. “Asunto general que en
su argumento desarrolla una obra literaria”, es la tercera. La cuarta refiere
cada parte de un programa de estudios. Más compleja es la quinta: “Cada una de
las formas que, en ciertas lenguas, presenta un radical para recibir los
morfemas de flexión; por ejemplo –y cab, cup- y quep– son los temas
correspondientes al verbo caber”. Hay algunas más. Ninguna, sin embargo,
justifica las distorsiones de los políticos y la réplica en la redacción de
noticias. El lenguaje lo hacen los hablantes, ya
lo decía hace 500 años Miguel de Cervantes en voz del Ingenioso Hidalgo. A
medida que su educación es de más alta calidad, mejor protegidos están contra
la distorsión. Espero que una vez que haya echado abajo la reforma educativa e
instaure una en su lugar el nuevo régimen, el habla, la escritura y la lectura
mejoren rápidamente, luego de que la administración de la educación se
contaminó de grilla desde que Porfirio Muñoz Ledo asumió la titularidad de la
SEP cuando era priista, y terminó por oler a cadáver en los dorados años de “la
maestra” que está por volver. ¿Le permitirán que meta las manos? Si en una
excelente medida le quitaron el dinero público a la CNTE, ¿se lo quitarán
también a Elba Esther?
O poder político o educación, para
desterrar la ignorancia.